—Es del todo cierto. Se lo aseguro —le contestó Laurence, mientras Riley les miraba a él y a Temerario por turnos.
—Pero Laurence, la simple idea… —dijo el capitán, cada vez más escandalizado conforme empezaba a creérselo—. Esa indignidad hiere los sentimientos de cualquiera. Caramba, si vamos a enviar mujeres a la guerra, ?por qué no las mandamos también al mar? Podríamos duplicar nuestros efectivos, ?y qué más da si el puente de cada barco se convierte en un prostíbulo y los ni?os se quedan en tierra llorando sin madres?
—Vamos, una cosa no sigue a la otra, para nada —respondió Laurence, molesto por aquella exageración. A él mismo no le hacía gracia aquella situación, pero no estaba dispuesto a aceptar tales argumentos románticos contra ella—. No estoy diciendo que ésa pueda o deba ser la respuesta en todos los casos, pero si el sacrificio voluntario de unas pocas personas puede significar la seguridad y la felicidad de las demás, no creo que sea tan malo. Las mujeres oficiales a las que he conocido no han sido reclutadas a la fuerza; ni siquiera se han visto obligadas a trabajar por las necesidades habituales que mueven a los hombres a buscar empleo. Y le aseguro que nadie en la Fuerza Aérea so?aría tan siquiera con atreverse a ofenderlas.
Esta explicación no convenció en absoluto a Riley, que sin embargo renunció a los reparos generales por otros específicos.
—?Y entonces pretende usted mantener a esa chica en el servicio? —dijo, en un tono que era ya más lastimero que perplejo—. Y hacer que vaya por ahí vestida como un chico… ?Se puede permitir eso?
—La Corona ha autorizado una dispensa formal de las leyes suntuarias para los oficiales femeninos de la Fuerza Aérea mientras están de servicio —repuso Laurence—. Siento que este asunto le haya consternado tanto, Tom. Tenía la esperanza de evitarlo, pero supongo que era mucho pedir estando siete meses a bordo de una nave. Le puedo jurar —a?adió— que me escandalicé tanto como usted la primera vez que descubrí esa costumbre, pero desde entonces he servido con varias mujeres y es cierto que no son como las demás. Se han educado en esta vida, y en tales circunstancias las costumbres pueden ser más fuertes que la propia cuna.
Por su parte, Temerario había estado siguiendo el diálogo con la cabeza levantada y creciente perplejidad. Ahora dijo:
—No entiendo nada. ?Por qué tiene que haber ninguna diferencia? Lily es hembra, y sin embargo puede luchar tan bien como yo. O casi —se corrigió con un toque de superioridad.
Riley, que no estaba satisfecho pese a las palabras tranquilizadoras del capitán, reaccionó ante este comentario como si le hubieran pedido que explicara la marea o las fases de la luna. Laurence, que por experiencia estaba mejor preparado para las ideas radicales de Temerario, dijo:
—Normalmente las mujeres son más peque?as y no tienen tanta fuerza como los hombres, Temerario, y por tanto son menos aptas para soportar las privaciones del servicio.
—Pues yo no he notado que la capitana Harcourt sea mucho más peque?a que el resto de vosotros —repuso Temerario. Lógicamente, puesto que hablaba desde una altura de diez metros y un peso que superaba las dieciocho toneladas—. Además, yo soy más peque?o que Maximus, y Messoria es menor que yo, pero eso no significa que no podamos combatir.
—No es lo mismo para los dragones que para las personas —repuso Laurence—. Entre otras cosas, las mujeres deben tener ni?os y cuidarlos durante su infancia, mientras que vosotros ponéis huevos, y cuando salís de ellos ya sabéis valeros por vosotros mismos.
Temerario parpadeó al oír esta información.
—?Vosotros no salís de huevos? —preguntó fascinado—. ?Y entonces, cómo…?
—Espero que me disculpen, creo que Purbeck me está buscando —se apresuró a decir Riley, y escapó a una velocidad que, pensó Laurence con cierto resentimiento, era llamativa en un hombre que acababa de consumir casi un cuarto de su propio peso en comida.
—No puedo ponerme ahora a explicarte el proceso. No tengo hijos —dijo Laurence—. Además, es tarde. Si quieres hacer un vuelo largo ma?ana, mejor será que descanses bien esta noche.
—Eso es verdad, y además tengo sue?o —dijo Temerario, bostezando y desenrollando su larga lengua bífida para saborear el aire—. Creo que seguirá despejado, vamos a tener buen tiempo para el vuelo —después se acomodó para dormir—. Buenas noches, Laurence. ?Vendrás temprano?