A primera vista podría parecer que es un sistema por completo impracticable y que el resultado debe de ser un gobierno que controla los salarios de sus ciudadanos. Sin embargo, lo más curioso es que a los dragones ni siquiera se les pasa por la mente la idea de falsificar un vale para realizar sus compras; incluso aunque estén hambrientos y escasos de fondos, reciben la idea con sorpresa y profundo desdén. Quizás esto podría considerarse la prueba de que existe un sentido del honor innato en los dragones, o en todo caso, un orgullo familiar; aunque, por otra parte, cuando se les presenta la oportunidad de sustraer un animal de un reba?o o un establo desatendido lo hacen sin la menor vergüenza ni vacilación, y no se les ocurre dejar ningún dinero a cambio; no lo consideran robo en modo alguno, y en tales casos puede encontrarse al dragón culpable devorando a la presa que ha obtenido de forma ilegal, sentado al lado del mismo corral del que la ha sustraído y haciendo caso omiso de las quejas del desdichado pastor que ha regresado demasiado tarde para salvar su ganado.
Siendo tan honrados como hemos visto a la hora de utilizar sus vales, raras veces los dragones resultan víctimas de personas sin escrúpulos que pretendan robarles presentando vales falsos al Ministerio. Los dragones son muy celosos de sus riquezas: cuando llegan a una población se informan de inmediato del estado de sus cuentas e inspeccionan a fondo todos sus gastos, y así advierten con rapidez si se ha producido algún cargo no justificado contra sus fondos o se ha pasado por alto algún pago; según todos los informes, la reacción bien conocida de los dragones al sufrir un robo no es menos violenta cuando el latrocinio se produce de forma indirecta y lejos de su vista. Las leyes chinas eximen de culpa al dragón que mata a un hombre si se demuestra que dicho hombre es culpable de este tipo de malversación; la sentencia más habitual consiste en poner al autor del delito a disposición del dragón. Dicha condena, que supone una muerte violenta segura, nos puede parecer un castigo inhumano, pero tanto los dragones como sus compa?eros me han asegurado en repetidas ocasiones que ésta es la única forma de aplacar a un dragón víctima de tal abuso y devolverle la calma.
Esta misma necesidad de apaciguar a los dragones ha asegurado la continuidad del sistema durante más de mil a?os; la primera preocupación de todas las dinastías conquistadoras ha sido estabilizar la circulación de fondos, ya que cualquiera puede imaginarse los efectos de un motín de dragones enfurecidos…
El suelo de China es por naturaleza menos cultivable que el de Europa; la inmensa cantidad de ganado necesaria se sustenta en gran medida en un antiguo e ingenioso sistema agrícola por el cual los pastores, tras llevar parte de sus reba?os a las ciudades para saciar el hambre de los dragones, regresan con grandes cantidades de estiércol fermentado recogido de los estercoleros de dragones de la ciudad, que les sirve para realizar trueques con los granjeros en sus distritos rurales. Esta práctica de utilizar el estiércol de dragón como abono junto con los excrementos del ganado, casi desconocida aquí en Occidente debido a la relativa escasez de dragones y a lo aislado de sus moradas, parece especialmente eficaz para renovar la fertilidad del suelo; la razón de esta eficacia aún no ha sido explicada por la ciencia moderna, a pesar de que es evidente dada la productividad de los agricultores chinos, cuyas granjas, según me han informado fuentes fidedignas, tienen un rendimiento regular superior a las nuestras…
Agradecimientos
Una segunda novela supone una nueva serie de retos y alarmas, y estoy especialmente agradecida a mis editoras, Betsy Mitchell de la editorial Del Rey, y Jane Johnson y Emma Coode de HarperCollins Inglaterra, por su comprensión y sus magníficos consejos. También le debo un millón de gracias a mi equipo de lectores de prueba por su ayuda y sus ánimos: Holly Benton, Francesca Coppa, Dana Dupont, Doris Egan, Diana Fox, Vanessa Len, Shelley Mitchell, Georgina Paterson, Sara Rosenbaum, L. Salom, Micole Sudberg, Rebecca Tushnet y Cho We Zen.
Además debo darle las gracias a mi extraordinaria agente, Cynthia Manson, por su orientación y por su ayuda; y también a mi familia por sus consejos, su apoyo y su entusiasmo, que han sido constantes. He de decir que tengo una suerte infinita, pues el mejor lector posible está en mi propia casa y es mi esposo Charles.
También quiero dedicarle un agradecimiento especial a Dominic Harman, que no ha dejado de crear brillantes cubiertas tanto para las ediciones americanas como para las inglesas. Es una emoción indescriptible ver cómo, gracias a su arte, mis dragones cobran vida.
Notas
[1] [N. del t.] Barrio londinense.
[2] [N. del t.] Ay, qué lástima.
[3] [N. del t.] Allegiance en el original, el nombre del barco.
[4] [N. del t.] Turno de guardia o de trabajo en la jerga marina (dog watch en el original) que abarca desde las cuatro hasta las ocho de la tarde. Se divide a su vez en dos turnos, por lo que la autora se refiere al que va de las cuatro a las seis.
[5] [N. del t.] Chuang-yuan. El grado más alto en el sistema de exámenes oficiales mediante el que se nombraba a los funcionarios civiles y militares en China.
[6] [N. del t.] Famoso sistema de lucha desarrollado por los monjes del templo de Shaolin.