Por mi parte, me esforzaré en evitar tales errores, más que en asumir los meros hechos, y los presentaré sin excesiva ornamentación, para satisfacer a mis lectores más eruditos…
Sin duda podemos rechazar la ridícula estimación, comúnmente extendida, de que en China hay un dragón por cada diez hombres: si este cómputo estuviera remotamente cerca de la verdad, y siempre que nuestras ideas sobre la población humana de China no sean por completo erróneas, aquella gran nación estaría tan invadida por estas bestias que el desdichado viajero que nos trae esta información debería haber encontrado grandes dificultades incluso a la hora de encontrar un lugar donde estar de pie. No es del todo falsa la vívida ilustración que nos dibujó el hermano Mateo Ricci de los jardines del templo atestados de cuerpos serpentinos enroscados unos sobre otros, y que durante tanto tiempo ha predominado en la imaginación occidental. Empero, debe entenderse que en China los dragones viven más bien en el interior de las ciudades que fuera de ellas, lo cual hace que su presencia sea más palpable. Otrosí, se desplazan aquí y allá con una gran libertad, de modo que el dragón que por la tarde se encuentra en la plaza del mercado puede ser el mismo individuo que por la ma?ana temprano realiza abluciones en el templo y, de nuevo, horas más tarde, cena en los patios donde se cocina el ganado junto a los límites de la ciudad.
En cuanto al conjunto total de la población, he de decir que no confío demasiado en las fuentes de que disponemos. No obstante, las cartas del difunto padre Michel Beno?t, un jesuita astrónomo que sirvió en la corte del emperador Qianlong, recogen que, con ocasión del cumplea?os del emperador, se contrató a dos compa?ías de sus Fuerzas Aéreas para sobrevolar el Palacio de Verano en una exhibición de vuelos acrobáticos que el propio padre presenció en compa?ía de otros dos jesuitas.
Estas compa?ías, que consisten en una docena de dragones cada una, equivalen aproximadamente a las formaciones occidentales más numerosas, y cada una está asignada a una compa?ía de trescientos hombres. Hay veinticinco de estas compa?ías en cada una de las ocho divisiones de las Fuerzas Aéreas de los tártaros, lo que supondrían dos mil cuatrocientos dragones en acción coordinada con sesenta mil hombres: una cifra más que respetable, aunque el número de compa?ías ha aumentado de forma sustancial desde la fundación de la dinastía, y en la actualidad el tama?o del ejército está cerca de ser el doble. Podemos así concluir con ciertas garantías que en China hay unos cinco mil dragones en servicio militar; una cifra que es a la vez verosímil y extraordinaria, lo que ofrece una peque?a perspectiva de su población total.
Los graves problemas inherentes al manejo de un centenar de dragones juntos en cualquier operación militar prolongada son bien conocidos en Occidente, y limitan en gran medida y por motivos prácticos el tama?o de nuestras propias Fuerzas Aéreas. Los reba?os de ganado no pueden trasladarse con tanta rapidez como los dragones, y los dragones no pueden transportar su alimento vivo. Cómo orquestar la forma de aprovisionar tan vasto número de dragones presenta un problema de gran magnitud; de hecho, los chinos han creado para este propósito un Ministerio de Asuntos Dragontinos…
… puede que la antigua práctica china de llevar sus monedas ensartadas en cuerdas se deba a la anterior necesidad de proporcionar a los dragones un medio para manejar el dinero; no obstante, es un vestigio de tiempos remotos, y el sistema actual se utiliza al menos desde la dinastía Tang. Al alcanzar la edad adulta, al dragón se le proporciona una marca hereditaria individual que indica si es macho o hembra y también su rango; una vez puesto en conocimiento del Ministerio, se ingresan en el Erario Público todos los fondos que se le deben al dragón y se van desembolsando de nuevo al recibir los vales que el dragón entrega a los comerciantes, principalmente pastores, cuando adquiere algo.