Aquello despertó vítores entusiastas. Algunos marineros organizaron un grupo de música y otros de baile. El ron hizo efecto y pronto incluso los aviadores empezaron a batir palmas y a tararear las salomas aunque no se sabían las letras. Quizá no fuera tan divertido como otros pasos del ecuador, pero salió mucho mejor de lo que Laurence se había temido.
Los chinos habían subido a cubierta para el acontecimiento. Aunque no se sometieron al ritual, como era lógico, lo observaron haciendo muchos comentarios entre ellos. Por supuesto, era una forma de divertirse más bien vulgar, y Laurence se sintió algo avergonzado al tener a Yongxing como testigo, pero Liu Bao se daba palmadas en los muslos para aplaudir al unísono con toda la tripulación y soltaba tremendas y estruendosas carcajadas cada vez que el Badger Bag atrapaba a una víctima. Al cabo de un rato se volvió hacia Temerario, al otro lado de la raya, y le hizo una pregunta.
—Laurence —dijo Temerario—, quiere averiguar cuál es el propósito de esta ceremonia y a qué espíritus se honra. Yo mismo no lo sé. ?Qué están celebrando, y por qué?
—Oh… —respondió Laurence, preguntándose cómo explicar aquella ceremonia algo ridícula—. Acabamos de pasar el ecuador, y es una vieja tradición que aquellos que nunca han cruzado esa línea le presenten sus respetos a Neptuno. Se trata del dios romano del mar, aunque como es lógico ya no se le sigue adorando.
—?Aaah! —dijo Liu Bao con aprobación cuando Temerario se lo tradujo—. Me gusta esto. Es bueno mostrar respeto por los antiguos dioses, aunque no sean tuyos. Seguro que eso le trae muy buena suerte al barco. Y sólo quedan diecinueve días hasta el A?o Nuevo. Habrá que celebrar una fiesta a bordo, y eso también traerá buena suerte. Los espíritus de nuestros antepasados guiarán la nave de vuelta a China.
Laurence tenía sus dudas, pero los marineros escucharon la traducción con mucho interés y aprobaron sus palabras, tanto por la fiesta como por la buena suerte prometida, que apelaba a su supersticiosa forma de pensar. Aunque la mención de los espíritus suscitó serios debates bajo cubierta, ya que se parecían demasiado a los fantasmas para la tranquilidad de los marineros, al final llegaron al acuerdo de que, como espíritus de los antepasados, sin duda serían benévolos hacia los descendientes a los que transportaba la nave, por lo que no era necesario temerlos.
—Me han pedido una vaca y cuatro ovejas, y también los ocho pollos que quedaban; después de todo, tendremos que hacer escala en Santa Helena. Ma?ana pondremos rumbo oeste; al menos será más sencillo navegar así que con los vientos alisios como hemos hecho hasta ahora —comentó Riley unos días más tarde, mientras observaba con cara de estar poco convencido a varios sirvientes chinos que se dedicaban a pescar tiburones—. Sólo espero que el licor chino no sea demasiado fuerte. Tendré que dárselo a los marineros para a?adirlo a su ración de grog, y no para sustituirla, o no habrá celebración que valga.
—Siento darle un motivo para la alarma, pero Liu Bao puede tumbar bebiendo a dos como yo. Le he visto acabar con tres botellas de vino de una sentada —comentó Laurence con tristeza, hablando por propia y penosa experiencia; el embajador había cenado con él varias veces más desde Navidades, y si aún sufría alguna secuela del mareo, desde luego no lo parecía por su apetito—. En realidad, aunque Sun Kai no bebe mucho, por lo que puedo juzgar, el brandy y el vino son lo mismo para él.
—Oh, al diablo con ellos —suspiró Riley—. Bueno, supongo que habrá al menos una docena de marineros que se meterán en problemas de forma que les pueda confiscar su grog para esa noche. ?Qué cree usted que pretenden hacer con esos tiburones? Ya han devuelto al mar dos marsopas, y eso que son mucho más sabrosas.
Laurence no estaba en condiciones de aventurar una hipótesis, pero no tuvo que hacerlo. En ese momento el vigía avisó:
—?Ala a proa, tres puntos a babor!
Laurence y Riley se apresuraron hacia la borda y sacaron sus catalejos para otear el cielo, mientras los marineros corrían en estampida hacia sus puestos por si se trataba de un ataque.
Temerario, que estaba echando una cabezada, se enderezó al oír el ruido.
—?Laurence, es Volly! —le llamó desde la cubierta de dragones—. Nos ha visto y viene para acá.
Tras este anunció, emitió un rugido de saludo que hizo dar un respingo a casi todos los hombres y sacudió los mástiles. Varios marineros le miraron con mala cara, aunque nadie se atrevió a hacer ningún comentario.
Temerario se movió para hacer sitio, y unos quince minutos después el peque?o mensajero Abadejo Gris se posó sobre la cubierta y recogió sus amplias alas de franjas blancas y grises.
—?Temer! —saludó, y demostró su alegría saludando a Temerario con un cabezazo—. ?Vaca?
—No, Volly, pero podemos darte una oveja —respondió Temerario, indulgente—. ?Está herido? —le preguntó a James, ya que la voz del peque?o dragón sonaba con un extra?o timbre nasal.