Temerario II - El Trono de Jade

—Me alegro de que hayas tenido una velada agradable —dijo Temerario mientras trituraba con aire pensativo los huesos de las patas—. ?Puedes volver a recitarme ese poema?

 

Laurence tuvo que consultar a sus oficiales para tratar de reconstruir el poema. Aún seguían con ello a la ma?ana siguiente, cuando Yongxing salió a tomar el aire, y escuchó cómo destrozaban la traducción. Tras presenciar unos cuantos intentos más, el príncipe les frunció el ce?o, se volvió hacia Temerario y recitó él mismo el poema.

 

Yongxing habló en chino, sin traducir. Sin embargo, tras oírlo una sola vez, Temerario consiguió repetirle los versos en el mismo idioma sin la menor dificultad. No era la primera vez que a Laurence le sorprendía el talento del Celestial para las lenguas. Temerario había aprendido a hablar durante su larga maduración en el cascarón, como todos los dragones, pero al contrario que la mayoría, había estado expuesto a tres idiomas diferentes, y era evidente que recordaba incluso el que debía haber sido el más temprano.

 

—Laurence —dijo Temerario, volviendo la cabeza emocionado, tras intercambiar unas cuantas palabras más en chino con Yongxing—, dice que lo escribió un dragón, no un humano.

 

Laurence, aún desconcertado por el descubrimiento de que Temerario podía hablar aquel idioma, volvió a parpadear al enterarse de esto.

 

—La poesía parece una ocupación extra?a para un dragón, pero supongo que si a otros dragones chinos les gustan los libros tanto como a ti, no es sorprendente que uno de ellos haya intentado comprobar qué tal se le dan los versos.

 

—Me pregunto cómo lo escribió —dijo Temerario, pensativo—. Yo podría intentarlo, pero no se me ocurre cómo podría ponerlo por escrito. No creo que sea capaz de sujetar una pluma —levantó su propia pata y examinó con aire dubitativo los cinco dedos de su zarpa.

 

—Puedes dictarme a mí; me encantaría —dijo Laurence, divertido por la idea—. Supongo que ese dragón debió de arreglárselas así.

 

No pensó más en ello hasta dos días después, cuando volvió a la cubierta, sombrío y preocupado, después de pasar un largo rato sentado en el dispensario. Granby había recaído en su pertinaz fiebre, y yacía pálido y semiinconsciente con sus ojos azules muy abiertos y perdidos sin ver en los recovecos más apartados del lecho, y los labios entreabiertos y agrietados. Sólo bebía un poco de agua, y cuando hablaba sus palabras eran confusas y caóticas. Pollitt no quiso opinar, y únicamente meneó la cabeza un poco.

 

Ferris le estaba esperando ansioso al pie de las escaleras de la cubierta de dragones. Al ver su expresión, Laurence aceleró el paso, aunque todavía cojeaba.

 

—Se?or —dijo Ferris—, no sabía qué hacer. él ha estado hablando con Temerario toda la ma?ana, y no podemos saber lo que está diciendo.

 

Laurence se apresuró a subir los escalones y encontró a Yongxing sentado en un sillón en cubierta, conversando con Temerario en chino. El príncipe hablaba despacio y en voz bastante alta, articulando bien las palabras y corrigiendo la dicción de Temerario. También se había traído varias hojas de papel y había pintado en gran tama?o varios de sus curiosos caracteres. El dragón parecía fascinado; tenía toda la atención puesta en ello, y agitaba la punta de la cola a un lado y otro, como hacía siempre cuando estaba especialmente nervioso.

 

—Laurence, mira, esto es dragón en su escritura —al verle, Temerario le llamó para que se acercara. Laurence, obediente, se quedó mirando los signos con gesto inexpresivo. Para él, incluso cuando Temerario le se?aló la parte del símbolo que representaba las alas del dragón y después el cuerpo, seguían pareciendo como los dibujos que a veces quedan marcados en la arena después de la marea.

 

—?Tienen una sola letra para toda la palabra? —preguntó Laurence, incrédulo—. ?Cómo lo pronuncian?

 

—Se dice lung —respondió Temerario—, como en mi nombre chino, Lung Tien Xiang, y tien es para los Celestiales —a?adió orgulloso, se?alando otro símbolo.

 

Yongxing les estaba mirando a ambos sin ninguna expresión demasiado marcada hacia el exterior, pero Laurence creyó ver un asomo de triunfo en sus ojos.

 

—Me alegro mucho de que hayas tenido un entretenimiento tan placentero —le dijo a Temerario y, volviéndose hacia Yongxing, le saludó con una reverencia calculada y se dirigió a él sin ser invitado a ello—. Es usted muy amable, se?or, por tomarse tales molestias.

 

Yongxing le contestó con frialdad.

 

—Lo considero un deber. El estudio de los clásicos es el camino hacia el entendimiento.