Temerario II - El Trono de Jade

Laurence repuso:

 

—No. Si nos hubieras avisado, yo no habría tenido ningún problema en darte permiso para que te ausentaras más tiempo. Teníamos todos los motivos para pensar que nuestra situación era por completo segura. Para ser justos, nunca se te ha instruido formalmente en las normas que rigen los permisos en la Fuerza Aérea, ya que a los dragones nunca os han hecho falta, así que era responsabilidad mía asegurarme de que comprendieras la situación.

 

?No estoy intentado consolarte —a?adió, al ver que Temerario meneaba la cabeza—, pero quiero que sepas qué es lo que realmente has hecho mal y que no te distraigas con culpas falsas por algo que no podrías haber controlado.

 

—Laurence, tú no lo entiendes —dijo Temerario—. Siempre he comprendido bastante bien las normas. Por eso no te mandé recado. No quería quedarme tanto rato, lo que pasa es que no me enteré de cómo pasaba el tiempo.

 

Laurence no sabía qué decir. La idea de que Temerario no se hubiese dado cuenta de que pasaban una noche y un día enteros, cuando siempre se había acostumbrado a regresar antes de oscurecer, le resultaba difícil o casi imposible de aceptar. Si uno de sus hombres le hubiese dado esa excusa, Laurence habría contestado abiertamente que era una mentira; ahora, su silencio traicionó lo que pensaba.

 

Temerario encorvó los hombros y ara?ó un poco el suelo; sus garras hicieron rechinar las piedras con un chirrido que hizo a Chuan levantar la mirada y aplanar la gorguera a la vez que emitía un gru?ido de queja. Temerario dejó de hacerlo, y dijo de repente:

 

—Estaba con Mei.

 

—?Con quién? —preguntó Laurence, sin comprender.

 

—Lung Qin Mei —dijo Temerario—. Es una Imperial.

 

Comprender aquello le golpeó casi como un impacto físico. En la confesión de Temerario había una mezcla de vergüenza, culpa, desconcierto y orgullo que lo explicaba todo.

 

—Ya veo —repuso Laurence con un esfuerzo, controlándose como nunca lo había hecho en su vida—. Bueno… —se detuvo y se controló—. Eres joven y… Nunca habías cortejado a una hembra. No podías saber lo que iba a pasar. Me alegro de conocer la razón. Es una buena excusa.

 

Intentó creer en sus propias palabras; de hecho, las creía, pero se sentía reacio a perdonar la ausencia de Temerario basándose en ese motivo. Pese a su discusión con Hammond por culpa de los intentos de Yongxing de suplantarle con el crío, Laurence nunca había llegado a tener miedo de perder el afecto de Temerario; era amargo descubrir inesperadamente que al fin y al cabo había una causa real para los celos.

 

Enterraron a Willoughby en las horas grises del alba, en un vasto cementerio que se extendía fuera de las murallas de la ciudad y al que les condujo Sun Kai. Para ser un lugar de sepultura e incluso teniendo en cuenta su extensión, estaba abarrotado con corrillos de gente que presentaban sus respetos ante las tumbas. La presencia de Temerario y del grupo de occidentales despertó el interés de estos visitantes, y no tardó en formarse una especie de procesión tras ellos a pesar de los guardias que apartaban a empujones a los espectadores demasiado curiosos.

 

Pero aunque aquella multitud pronto aumentó hasta llegar a varios cientos de personas, mantenía una actitud de respeto, y guardó un silencio absoluto cuando Laurence, en tono sombrío, pronunció unas breves palabras en honor del muerto y dirigió a sus hombres en el rezo del padrenuestro. La tumba estaba construida en piedra blanca y sobre la altura del suelo, con un tejadillo como el de las casas locales; parecía elaborada incluso en comparación con los mausoleos vecinos.

 

—Laurence, si no le parece una falta de respeto, creo que a su madre le gustaría tener un dibujo —dijo Granby con voz queda.

 

—Sí, debería haberlo pensado —repuso Laurence—. Digby, ?cree usted que podría hacer un boceto?

 

—Si me lo permite, me encargaré de que un artista haga uno —intervino Sun Kai—. Me avergüenzo de no habérselo ofrecido antes. Y asegúrele a su madre que se le harán todos los sacrificios debidos. El príncipe Mianning ya ha seleccionado a un joven de buena familia para que lleve a cabo todos los rituales.