Temerario II - El Trono de Jade

—Es de Liu Bao. Nos ha invitado a cenar a su casa.

 

—Hammond, ?cree que es posible que él estuviera involucrado? —le preguntó Laurence con renuencia pasado un momento—. No me gusta sugerir ese tipo de cosas, pero al fin y al cabo sabemos que no está al servicio de Mianning, como Sun Kai. ?Y si está aliado con Yongxing?

 

—Es cierto que no podemos descartar su posible implicación —respondió Hammond—. Liu Bao es tártaro, por lo que bien podría haber organizado el ataque contra nosotros. Sin embargo, he descubierto que es pariente de la madre del emperador y también oficial de la Bandera Blanca Manchú. Su apoyo sería inestimable, y además me resulta difícil creer que nos haya invitado abiertamente si está tramando algo en secreto.

 

Acudieron con cautela, pero sus prevenciones se vinieron abajo cuando al llegar se encontraron en las puertas con algo inesperado: el rico y jugoso olor de carne de buey asada. Liu Bao había ordenado a sus cocineros, que a esas alturas habían viajado mucho, que les prepararan una cena tradicional inglesa, y si bien las patatas fritas llevaban más curry del que uno habría esperado y el pudín relleno de pasas estaba un tanto líquido, ninguno de ellos encontró motivo alguno de queja en el enorme asado de corona con las costillas adornadas con cebollas enteras, y el pudín de Yorkshire tuvo un éxito increíble.

 

Pese a que hicieron todo lo que pudieron, los sirvientes volvieron a llevarse las últimas bandejas casi llenas, y se llegó a dudar de si no habría que llevarse a algunos invitados de la misma manera, Temerario inclusive. Le habían servido víctimas crudas y recién matadas, al estilo británico, pero los cocineros no pudieron contenerse y no se limitaron a ofrecerle una vaca o una oveja, sino dos de cada, así como un cerdo, una cabra, un pollo y una langosta. Habiendo cumplido su deber con todos los platos, ahora se arrastró hasta el jardín sin que nadie lo invitara y con un peque?o gemido se desplomó aletargado.

 

—?No pasa nada, déjelo dormir! —dijo Liu Bao, descartando con un gesto las disculpas de Laurence—. Podemos sentarnos en la terraza que mira a la luna y beber vino.

 

Laurence se preparó para lo peor, pero por una vez Liu Bao no les insistió con tanto entusiasmo para que bebieran. Era muy placentero sentarse con el agradable calorcillo de la embriaguez, mientras el sol se ponía tras las monta?as azuladas y Temerario dormitaba ante ellos ba?ado en un resplandor dorado. Aunque fuera de forma irracional, Laurence había renunciado por completo a la idea de que Liu Bao estaba implicado en el asunto: era imposible sospechar de un hombre estando sentado en su jardín y repleto tras su generosa invitación a cenar. Incluso Hammond, aunque un poco en contra de su voluntad, estaba a sus anchas y los esfuerzos por mantenerse despierto le hacían parpadear.

 

Liu Bao manifestó cierta curiosidad por saber cómo habían acabado alojándose con el príncipe Mianning. Como prueba adicional de su inocencia, recibió las noticias del ataque de la banda con auténtica sorpresa y meneó la cabeza en un gesto de comprensión.

 

—Hay que hacer algo con esos hunhun. Cada vez se nos van más de las manos. Un sobrino mío se mezcló con ellos hace unos cuantos a?os, y su pobre madre estuvo tan preocupada que casi se muere, pero después le hizo un gran sacrificio a Guanyin y le construyó un altar especial en el lugar más bonito de su jardín sur, y ahora el muchacho se ha casado y ha reanudado los estudios —le dio un codazo a Laurence en el hombro—. ?Usted también debería ponerse a estudiar! Será muy embarazoso si su dragón aprueba los exámenes y usted no.

 

—Santo Dios, ?eso podría significar alguna diferencia para ellos, Hammond? —preguntó Laurence, incorporándose en el asiento horrorizado. Pese a todos sus esfuerzos, los chinos seguían siendo tan impenetrables para él como si los hubieran cifrado diez veces, y en cuanto a sentarse para hacer unos exámenes junto a personas que llevaban estudiando para ellos desde los siete a?os…

 

—Le estoy tomando el pelo —dijo Liu Bao de buen humor, para gran alivio de Laurence—. No se asuste. Supongo que si de verdad Lung Tien Xiang quiere seguir siendo compa?ero de un bárbaro iletrado, nadie puede discutírselo.

 

—Le está llamando eso en broma, por supuesto —a?adió Hammond a la traducción, aunque con ciertas dudas.

 

—Según sus criterios de aprendizaje soy un bárbaro iletrado, aunque no tan estúpido como para pretender ser otra cosa —dijo Laurence—. Tan sólo desearía que los negociadores compartieran su punto de vista, se?or —a?adió dirigiéndose a Liu Bao—, pero están empecinados en que un Celestial sólo puede ser compa?ero del emperador y de su linaje.

 

—Bueno, si el dragón no quiere aceptar a nadie más tendrán que vivir con ello —contestó Liu Bao, despreocupado—. ?Y si el emperador le adopta? Eso salvaría la dignidad de todos.