Temerario II - El Trono de Jade

Habían acomodado la isla como residencia para ellos en una solución de compromiso. Era propiedad del emperador y poseía varios pabellones elegantes para dragones de gran corpulencia que a su vez tenían adosados alojamientos para uso humano. A Laurence y su grupo les permitieron instalarse en una residencia aneja al pabellón más grande, del que la separaba un ancho patio. El edificio era bonito y espacioso, pero el piso de arriba estaba tomado por una hueste de criados que excedían en mucho sus necesidades. Aunque al ver cómo vagaban por la casa y parecían salir hasta de debajo de las alfombras, Laurence empezó a sospechar que eran a la vez sus guardianes y sus espías.

 

Su sue?o fue pesado, pero se interrumpió antes del amanecer cuando los criados se asomaron para ver si estaba despierto. Después del cuarto intento en diez minutos, Laurence se rindió de mala gana y se levantó; todavía le dolía la cabeza, ya que la víspera el vino había corrido con generosidad. Al ver que sus intentos por conseguir una palangana eran infructuosos, decidió por fin salir al patio para lavarse en el estanque. Esto no supuso ninguna dificultad, ya que en la pared había una enorme ventana circular casi tan alta como él y el alféizar estaba prácticamente a la altura del suelo.

 

Temerario estaba tendido indolentemente en el otro extremo, panza abajo y con la cola estirada en toda su extensión. Aún dormía como un tronco y de vez en cuando emitía gru?idos de placer en sus sue?os. De debajo del pavimento salía un sistema de tuberías de bambú que evidentemente servía para calentar las piedras y que vertía agua caliente al estanque, de modo que las abluciones de Laurence fueron más confortables de lo que esperaba. Los criados revoloteaban a su alrededor visiblemente impacientes y parecían escandalizados al ver que se desnudaba hasta la cintura para lavarse. Cuando por fin volvió a entrar al pabellón, le trajeron ropa china: unos pantalones holgados y una túnica de cuello duro, que parecía ser la vestimenta casi universal entre ellos. Se resistió un momento, pero al echar un vistazo a sus propias ropas comprobó que durante el viaje se habían arrugado de una forma lamentable. Aquel atavío nativo, si bien no era a lo que estaba acostumbrado, se veía al menos limpio, y no resultaba incómodo, aunque él se sentía casi indecente sin llevar una casaca o un pa?uelo apropiados.

 

Un hombre que debía de ser una especie de funcionario había acudido a desayunar con ellos y estaba ya esperando en la mesa, lo cual tenía que ser el motivo para las prisas de los criados. Laurence saludó con una breve inclinación al desconocido, que se llamaba Zhao Wei, y dejó que Hammond llevara la conversación mientras él bebía una abundante cantidad de té. Era fuerte y aromático, pero no había leche a la vista, y cuando tradujeron su petición, los criados pusieron cara de no entender lo que quería.

 

—En su benevolencia, Su Majestad Imperial ha decretado que ustedes residirán aquí mientras dure su visita —estaba diciendo Zhao Wei. Su inglés no estaba demasiado pulido, pero se entendía. Tenía pinta de ser algo estirado y relamido, y observaba a Laurence, que aún no manejaba bien los palillos, con un gesto de desdén a punto de aflorar en la boca—. Pueden pasear por el patio si lo desean, pero no pueden abandonar la residencia sin presentar una solicitud formal y recibir autorización.

 

—Se?or, estamos muy agradecidos, pero deben tener en cuenta que si no se nos permite libertad de movimientos durante el día, el tama?o de esta casa no se adecua en absoluto a nuestras necesidades —objetó Hammond—. De hecho, anoche sólo el capitán Laurence y yo tuvimos aposentos privados, que aun así eran peque?os e inadecuados a nuestra posición, mientras que el resto de nuestros compatriotas tuvo que apretarse en un dormitorio compartido.

 

Laurence no había reparado en aquellas carencias. A su parecer, tanto aquella intención de restringir sus movimientos como las negociaciones de Hammond para conseguir más espacio eran absurdas, y aún más cuando, por lo que se traslucía de la conversación, habían vaciado toda la isla en deferencia a Temerario. En aquel complejo podían alojarse más de diez dragones con toda comodidad, y había tantas residencias para humanos que los miembros del equipo de Laurence podían tener si querían un edificio para cada uno. Además, su residencia estaba en perfecto estado, era confortable y mucho más espaciosa que los camarotes en los que habían dormido los últimos siete meses. Laurence no veía ninguna razón para desear espacio adicional, del mismo modo que no la veía para negarles libertad de movimientos en la isla, pero Hammond y Zhao Wei siguieron negociando el asunto con una mesurada severidad y completa educación.

 

Por fin, Zhao Wei consintió en que pudieran dar paseos por la isla en compa?ía de los criados, ?siempre que no se acerquen ni a la orilla ni a los embarcaderos, y que no interfieran en las patrullas de los vigilantes?. Hammond se declaró satisfecho con esto. Zhao Wei dio un sorbo a su té y a?adió:

 

—Por supuesto, Su Majestad desea que Lung Tien Xiang vea algo de la ciudad. Cuando haya comido, yo mismo lo guiaré en una visita.