Temerario II - El Trono de Jade

—Supongo que a nadie se le ha ocurrido ofrecer a los dragones salario o botín. Te aseguro que no es por falta de respeto. Lo que pasa es que nadie cree que el dinero sirva de mucho a los dragones.

 

—No nos sirve de mucho porque no se nos permite ir adonde queremos ni hacer lo que nos gusta, así que no tenemos en qué gastarlo —repuso Temerario—. Si yo tuviera dinero, seguro que aun así no podría ir a una tienda a comprar más joyas, ni libros. Hasta nos rega?an por sacar nuestra comida del corral cuando nos apetece.

 

—Pero la razón por la no puedes ir adonde quieras no es que seas un esclavo. Lo que pasa es que es natural que la gente se alarme al ver a un dragón, y hay que respetar el bien público —dijo Laurence—. De poco te sirve ir a la ciudad y entrar en una tienda si el due?o ha salido huyendo antes de que llegues.

 

—No es justo que se nos coarte por los miedos de otros cuando no hemos hecho nada malo. Deberías verlo así, Laurence.

 

—No, no es justo —reconoció Laurence a rega?adientes—, pero por más que se le diga a la gente que los dragones no son un peligro, seguirán temiéndolos. Así es la naturaleza humana, por estúpida que pueda parecer, y no hay forma de cambiarla. Lo siento, compa?ero —Laurence apoyó la mano en el costado de Temerario—. Me gustaría tener mejores respuestas para tus argumentos. Lo único que puedo a?adir es que sean cuales sean los inconvenientes que te haga sufrir la sociedad, no te considero un esclavo, al igual que no me lo considero yo mismo. Y siempre estaré contento si te puedo ayudar a sobreponerte a esos inconvenientes.

 

Temerario soltó un resoplido, pero aun así le dio un empujón afectuoso a Laurence y bajó el ala para taparle mejor. Ya no comentó nada más sobre el asunto; en lugar de eso, le pidió el último libro, una traducción francesa de Las mil y una noches que habían encontrado en Ciudad del Cabo. Laurence se alegró de que le brindaran aquella escapatoria, pero a pesar de eso se sentía intranquilo. No creía haber tenido demasiado éxito en la misión de reconciliar a Temerario con una situación que hasta entonces él había creído satisfactoria para el dragón.

 

 

 

 

 

Tercera Parte

 

 

 

 

 

Capítulo 11

 

 

Allegiance, Macao

 

Jane, debo pedirte perdón por el largo tiempo que ha pasado hasta escribirte esta carta y por las pocas palabras apresuradas que son todo lo que puedo hacer ahora para enmendar mi falta. No he tenido tiempo libre para tomar la pluma durante estas tres últimas semanas, ya que desde que cruzamos el estrecho de Banka hemos sufrido mucho por culpa de la malaria. Yo mismo me he salvado de contraerla, al igual que la mayoría de mis hombres. Keynes opina que debemos darle las gracias a Temerario, ya que cree que el calor de su cuerpo disipa de alguna guisa los miasmas que causan las fiebres y que nuestra relación tan estrecha con él nos proporciona cierta protección.

 

Pero a cambio de salvarnos hemos tenido que trabajar aún más: el capitán Riley lleva guardando cama casi desde el principio, y al caer enfermo Lord Purbeck, he tenido que hacer guardia turnándome con Franks y Beckett, tenientes tercero y cuarto de la nave respectivamente. Ambos son jóvenes y voluntariosos, y Franks hace todo lo que puede, pero no está preparado para la tarea de supervisar un barco tan grande como la Allegiance, ni para mantener la disciplina entre su tripulación. Siento decir que el hombre tartamudea, lo que explica su aparente falta de modales en la mesa, hecho que ya comenté en una carta anterior.

 

Como es verano y Cantón propiamente dicho está vetado a los occidentales, arribaremos a Macao ma?ana por la ma?ana, donde el cirujano de la nave espera encontrar corteza de quina para reponer nuestras reservas, y yo, aunque aún no sea la estación, algún mercante británico que pueda llevar esta carta a Inglaterra y hasta tus manos. ésta será mi última oportunidad, ya que por dispensa especial del príncipe Yongxing tenemos permiso para continuar viajando al norte hasta el golfo de Zhi-Li, de modo que podamos llegar a Pekín a través de Tientsing. El ahorro de tiempo será enorme, pero como normalmente no se permite el paso de barcos occidentales más al norte de Cantón, no tenemos esperanzas de encontrar más barcos británicos una vez que zarpemos del puerto.