Sin una palabra

—ése era el nombre del padre de Cynthia —dijo Vince como para asegurarse.

 

—Sí —confirmé. Luego cogí un lápiz de la mesa y escribí el número de teléfono que aparecía en la pantalla del ordenador—. Voy a llamarle.

 

—?Joder! —exclamó Vince—. ?Has perdido la chaveta?

 

—?Qué?

 

—Mira, no sé qué es lo que has encontrado, ni siquiera si has encontrado alguna cosa, pero ?qué vas a decir cuando llames a ese número de teléfono? Si tienen identificador de llamadas sabrán al momento quién es. Y bueno, quizá sepan quién eres tú o quizá no, pero no querrás pillarte los dedos, ?no?

 

?Qué demonios quería Vince? No estaba seguro de si intentaba darme un buen consejo o si tenía alguna razón para no querer que yo llamara. ?Estaba tratando de evitar que atara cabos?

 

Me alargó su móvil.

 

—Usa éste —ofreció—. No sabrán quién demonios les llama.

 

Cogí el teléfono, lo abrí, miré el número que aparecía en la pantalla del ordenador, respiré hondo y lo marqué en el teléfono de Vince. Luego lo acerqué a mi oreja y esperé.

 

Un timbre. Dos timbres. Tres timbres. Cuatro timbres.

 

—No hay nadie —dije.

 

—Dale un poco más de tiempo —indicó Vince.

 

Cuando hubo sonado ocho veces, empecé a cerrar el teléfono, pero entonces oí una voz.

 

—?Sí?

 

Era una voz de mujer. Mayor, por lo menos unos sesenta a?os.

 

—Ah, sí, hola —saludé—. Estaba a punto de colgar.

 

—?Puedo ayudarle?

 

—?Está Jeremy?

 

Incluso mientras lo decía pensé: ??Y si está? ?Qué voy a decir? ?Qué demonios le voy a preguntar? ?O quizá debería colgar? ?Descubrir si está ahí, confirmar que de hecho existe y luego colgar??.

 

—Me temo que no —me informó la mujer—. ?Quién le llama?

 

—Oh, no importa —dije—. Lo intentaré más tarde.

 

—Más tarde tampoco estará.

 

—Ah. ?Tiene idea de cuándo podría encontrarle?

 

—No se encuentra en la ciudad —explicó la mujer—. Y no puedo decirle con seguridad cuándo volverá.

 

—Oh, claro —respondí—. Me dijo algo acerca de ir a Connecticut.

 

—?Ah sí?

 

—Eso creo.

 

—?Está seguro? —Parecía bastante alterada.

 

—Podría estar equivocado. Mire, ya hablaré con él, no es nada importante. Sólo quería jugar a golf.

 

—?Golf? Jeremy no juega a golf. ?Quién es usted? Dígamelo ahora mismo.

 

La llamada ya se me había ido de las manos. Vince, que se había inclinado hacia mí mientras hablaba para poder escuchar la conversación, se pasó un dedo por la garganta y murmuró la palabra ?abortar?. Yo cerré el teléfono, cortando así la llamada, sin decir ni una palabra más. Se lo devolví a Vince, quien lo deslizó en su chaqueta.

 

—Parece que has encontrado el lugar —dijo—. Aun así, deberías haber jugado mejor tus cartas.

 

Yo ignoré su crítica.

 

—Así que el Jeremy Sloan que Cynthia encontró en el centro comercial es con toda probabilidad el mismo Jeremy Sloan que vive en Youngstown, Nueva York, en una casa cuyo número de teléfono aparece a nombre de Clayton Sloan. Y el padre de Cynthia conservaba un recorte con la foto de su equipo de baloncesto.

 

Ninguno de los dos dijimos nada más. Ambos estábamos intentando juntar las piezas del puzle.

 

—Voy a llamar a Cynthia —dije finalmente—. Tengo que contárselo.

 

Bajé a la carrera las escaleras hasta la cocina y marqué el número de teléfono del móvil de Cynthia. Pero tal como ella me había advertido, estaba apagado.

 

—?Mierda! —exclamé mientras Vince entraba en la cocina detrás de mí—. ?Se te ocurre alguna idea? —le pregunté.

 

—Bien, el tipo ese, Sloan, según esa mujer (quizá sea su madre, no lo sé), todavía está fuera de la ciudad. Lo cual significa que podría encontrarse aún en la zona de Milford. Y a menos que tenga amigos o familia por aquí, lo más probable es que duerma en algún motel o en un hotel. —Volvió a sacar su móvil de la chaqueta, buscó un número en su agenda y pulsó una tecla. Esperó un momento y luego dijo—: Eh, soy yo. Sí, aún está conmigo. Hay algo que necesito que hagas.

 

Y entonces Vince le pidió a quienquiera que estuviera al otro lado de la línea telefónica que consiguiera a un par de tipos (me imaginé que el equipo consistía en los dos que me habían agarrado por la calle y el conductor, a los que Jane había llamado los tres gorilas) y empezara a comprobar todos los hoteles de la ciudad.

 

—No, no sé cuántos hay —dijo—. ?Por qué no los cuentas tú? Quiero que te enteres de si hay algún tipo llamado Jeremy Sloan, de Youngstown, Nueva York, alojado en alguno de ellos. Y si lo encuentras, llámame. No hagas nada. Muy bien. Podrías empezar por el Howard Johnson, el Red Roof, el Súper 8… lo que sea. Y por Dios, ?qué co?o es ese ruido que se oye de fondo? ?Qué? ?Quién escucha a los jodidos Carpenters?

 

Una vez Vince hubo dado las instrucciones y se hubo asegurado de que las entendían perfectamente, volvió a meterse el teléfono en el abrigo.