Sin una palabra

—Daremos una vuelta a la manzana y entraremos por la parte de atrás —decidió Vince, como si fuera algo que hacía todo el tiempo.

 

Eso hicimos. Dejamos la ranchera una calle más allá, nos metimos entre dos casas y nos acercamos a la mía a través del jardín trasero.

 

Una vez dentro, busqué cualquier se?al de que Cynthia hubiera vuelto: una nota, lo que fuera.

 

No había nada.

 

Vince se paseó por la planta baja, observando los cuadros de las paredes y los libros de las estanterías. ?Haciéndose una idea?, pensé. Sus ojos se detuvieron en las cajas de zapatos llenas de recuerdos.

 

—?Qué co?o es todo esto? —preguntó.

 

—Son recuerdos de Cynthia. De su casa, de cuando era ni?a. Se pasa todo el rato revisándolos; cree que le desvelarán algún tipo de secreto. Esta ma?ana, después de que se fuera, me he puesto a hacer eso mismo.

 

Vince se sentó en el sofá y revolvió el contenido de las cajas.

 

—A mí sólo me parece un montón de mierda completamente inútil —comentó.

 

—Bien, hasta ahora es exactamente lo que ha sido —convine.

 

Intenté llamar al móvil de Cynthia con la esperanza de que estuviera conectado. Cuando estaba a punto de colgar, después de que hubiera sonado cuatro veces, oí la voz de mi mujer: —?Sí?

 

—?Cyn?

 

—Hola, Terry.

 

—Dios santo, ?estás bien? ?Dónde estás?

 

—Estamos bien, Terry.

 

—Cari?o, vuelve a casa. Por favor, vuelve a casa.

 

—No lo sé —replicó.

 

Había mucho ruido de fondo, una especie de zumbido.

 

—?Dónde estás?

 

—En el coche.

 

—?Hola, papi! —Era Grace, gritando desde el asiento del acompa?ante para que pudiera oírla.

 

—?Hola, Grace! —saludé.

 

—Papá dice que hola —le explicó Cynthia.

 

—?Cuándo vais a volver? —pregunté.

 

—Ya te he dicho que no lo sé —insistió Cynthia—. Necesito algo de tiempo; te lo explicaba en la carta.

 

Estaba claro que no quería volver a hablar de ello otra vez, no delante de Grace.

 

—Estoy preocupado por vosotras, y os echo de menos —dije.

 

—Dile hola de mi parte —gritó Vince desde la sala.

 

—?Quién es? —preguntó Cynthia.

 

—Vince Fleming —respondí.

 

—?Qué?

 

—No te salgas de la carretera —le pedí.

 

—?Qué está haciendo ahí?

 

—Fui a verle. Se me ocurrió la estúpida idea de que podrías haber ido a visitarle.

 

—Dios mío —exclamó Cynthia—. Dile que… salúdale de mi parte.

 

—Te manda saludos —le transmití a Vince.

 

él se limitó a gru?ir desde la otra habitación, mientras hurgaba en la caja de recuerdos.

 

—Pero ?está en nuestra casa? ?Ahora?

 

—Sí. Me ha traído con su coche. Es una historia muy larga; te la explicaré cuando vuelvas. Además… —Dudé por un momento—. Me ha contado un par de cosas más, sobre esa noche, que no le había dicho nunca antes a nadie.

 

—?Como qué?

 

—Como que os siguió a ti y a tu padre a casa y se quedó sentado fuera durante un rato, esperando la oportunidad de llamar a la puerta y ver qué tal lo llevabas; y vio a tu madre y a Todd irse y, más tarde, a tu padre. A toda prisa. Y había otro coche aparcado enfrente que se marchó al mismo tiempo que Todd y tu madre.

 

Por el teléfono no se oía nada más que el ruido de la carretera.

 

—?Cynthia?

 

—Estoy aquí. No sé qué significa todo eso.

 

—Yo tampoco.

 

—Terry, hay mucho tráfico. Tengo que tomar la próxima salida; voy a apagar el teléfono. Me olvidé de coger el cargador y no me queda mucha batería.

 

—Vuelve pronto a casa, Cyn. Te quiero.

 

—Adiós —se despidió ella, y finalizó la llamada.

 

Colgué el auricular y volví a la sala.

 

Vince Fleming me alargó un recorte de periódico, aquel en el que salía Todd con sus compa?eros del equipo de baloncesto.

 

—ése de ahí parece Todd —dijo—. Me acuerdo de él.

 

Yo asentí sin coger el recorte de su mano. Lo había visto cientos de veces.

 

—Sí. ?Ibais a alguna clase juntos?

 

—Quizás a una. La foto es un poco rara, sin embargo.

 

—?Qué quieres decir?

 

—No reconozco a nadie más. Ninguno de los que sale iba a nuestra escuela.

 

Ahora sí la cogí, aunque no tuviera mucho sentido. Yo no había ido a la escuela con Todd y Cynthia, y no conocía a ninguno de sus compa?eros. Cynthia nunca le había prestado mucha atención a aquella foto, por lo que yo sabía. Le eché un vistazo.

 

—Y el nombre está mal —continuó Vince mientras se?alaba el pie de foto en el que aparecía la lista de los jugadores de izquierda a derecha; primero la fila superior, luego la central y por fin la inferior.

 

Yo me encogí de hombros.

 

—Vale. Así que los periódicos consiguen listas con nombres equivocados.

 

Miré el pie de foto, que daba la inicial y el apellido de todos los jugadores. Todd era el segundo por la izquierda en la fila del centro. Escudri?é el pie y leí el nombre que debería haber sido el suyo.

 

El nombre era J. Sloan.

 

Por un momento me quedé mirando la inicial y el nombre que la seguía.

 

—Vince —inquirí—, ?te dice algo el nombre de J. Sloan?

 

él negó con la cabeza.