Sin una palabra

—Por Dios, Vince, ?vas a ayudar a este pobre tipo o no?

 

—?Dónde cojones estabas? —preguntó Vince—. No habrás estado escuchándolo todo…

 

—Es una jodida puerta mosquitera. Si no quieres que la gente escuche deberías construirte una cámara acorazada aquí arriba.

 

—?Maldita sea! —exclamó él.

 

—Y bien, ?le vas a ayudar o qué? No es que estés precisamente muy ocupado ni nada. Además, tienes a esos tres gorilas para ayudarte si los necesitas.

 

Vince me miró con aire cansado.

 

—Bueno —ofreció—, ?puedo ayudarte de alguna manera?

 

Jane le estaba mirando con los brazos cruzados sobre el pecho.

 

Yo no sabía qué decir. Puesto que no sabía a lo que me enfrentaba, no estaba en condiciones de predecir si iba a necesitar la clase de servicios que alguien como Vince Fleming podía proporcionarme. Aunque ya no me agarraba el pelo por las raíces, lo cierto es que aún me sentía intimidado por él.

 

—No lo sé —contesté finalmente.

 

—?Qué te parece si me quedo contigo durante un tiempo, a ver qué pasa? —propuso. Al ver que yo no aceptaba de inmediato, a?adió—: No estás seguro de si puedes fiarte de mí, ?verdad?

 

Me imaginé que no sería fácil enga?arle, así que opté por la verdad:

 

—No —confirmé.

 

—Muy inteligente —aseguró.

 

—?Y? ?Le ayudarás? —preguntó Jane. Vince asintió. Ella se dirigió entonces a mí—: Será mejor que vuelva pronto a la escuela.

 

Y tras decir esto se marchó, y esta vez sí que pudimos oír sus pasos en las escaleras.

 

—Esta chica me da miedo —afirmó Vince.

 

 

 

 

 

Capítulo 35

 

 

En ese momento no se me ocurrió nada más inteligente que hacer que ir a casa y comprobar si Cynthia o alguna otra persona había llamado. Si ella hubiera intentado ponerse en contacto conmigo, probablemente habría llamado a mi móvil de no haberme encontrado en casa, pero estaba un poco desesperado.

 

Vince Reming despidió a sus matones en el cuatro por cuatro y se ofreció a llevarme de vuelta a donde estaba mi coche con su propio vehículo, que resultó ser una agresiva ranchera Dodge Ram. Mi casa no se encontraba muy lejos del camino hacia el taller de reparación de carrocerías, donde había dejado el coche antes de dirigirme a la tienda de donuts y ser asaltado. Le pregunté a Vince si le importaría que parásemos un momento para comprobar si, por casualidad, Cynthia había regresado o había pasado por allí para dejar un mensaje.

 

—Claro —respondió mientras se metía en la ranchera, que estaba aparcada sobre la acera de East Broadway.

 

—Desde que vivo en Milford siempre he pensado que me gustaría tener una casa en esta zona —comenté.

 

—Yo siempre he vivido por aquí —explicó Vince—. De ni?os, cuando la marea estaba baja íbamos andando hasta la isla de Charles. Pero después no te daba tiempo a volver antes de que la marea subiera de nuevo. Era divertido.

 

Mi nuevo amigo me ponía un poco nervioso. En realidad, Vince era un criminal. Dirigía una organización criminal. No tenía ni idea de su alcance, pero sin duda era lo suficientemente grande para tener en nómina a tres tipos listos para asaltar por la calle a la gente que molestaba a Vince.

 

?Y si Jane Scavullo no hubiera entrado en la habitación? ?Y si no hubiera convencido a Vince de que yo era un tipo de fiar? ?Y si Vince hubiera continuado pensando que yo representaba algún tipo de amenaza para él? ?Cómo podría haber terminado aquello?

 

Al final, como un estúpido, me decidí a preguntar: —Si Jane no hubiera llegado en ese momento —dije—, ?qué me habría ocurrido?

 

Vince me echó una ojeada, con la mano derecha en el volante y el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla.

 

—?De verdad quieres que te conteste esa pregunta?

 

Pensándolo bien prefería no saberlo. En ese momento me interesaba más conocer las motivaciones reales de Vince Fleming. ?Me estaba ayudando porque era lo que quería Jane, o estaba verdaderamente preocupado por Cynthia? ?O ambas cosas al mismo tiempo? ?O acaso había decidido que hacer lo que le pedía Jane era una buena manera de mantenerme vigilado?

 

?Era verdad la historia que me había contado sobre lo que había visto en casa de Cynthia aquella noche? Y si no lo era, ?qué razón podía tener para habérmela contado?

 

Yo me sentía inclinado a creerla.

 

Le di a Vince las indicaciones para llegar a nuestra casa y la se?alé cuando la vi aparecer en lo alto. Sin embargo, él siguió conduciendo; ni siquiera aminoró la marcha, y pasó de largo junto a ella.

 

—?Qué pasa aquí? —pregunté—. ?Qué estás haciendo?

 

—Hay polis frente a tu casa —respondió—. Un coche de paisano.

 

Miré por el espejo retrovisor de la puerta del conductor y vi el coche al otro lado de la calle, alejándose en la distancia.

 

—Probablemente sea Wedmore —expliqué.