Sin una palabra

—?Y eso implicaba preguntar sobre mí?

 

Tragué saliva.

 

—Mencionó que creía que valía la pena investigarte más a fondo.

 

—?De verdad? ?Y qué ha descubierto sobre mí?

 

—Nada —respondí—. Quiero decir que si encontró algo, no sabemos lo que es. Y no es muy probable que lo averigüemos.

 

—?Y eso por qué? —preguntó Vince Fleming.

 

O bien no lo sabía, o bien era muy bueno disimulando.

 

—Está muerto —expliqué—. También le asesinaron. En un parking en Stamford. Creemos que puede tener algo que ver con el asesinato de Tess.

 

—Y los chicos también me dijeron que una poli había estado metiendo las narices, preguntando sobre mí. Una tía negra, baja y gorda.

 

—Wedmore —aclaré—. Ha estado investigando todo el asunto.

 

—Bien —dijo Vince soltándome la mu?eca y arrancando el cuchillo de la mesa—. Todo esto es muy interesante, pero la verdad es que no me importa una mierda.

 

—?Así que no has visto a mi mujer? —pregunté—. ?No ha venido a verte para hablar contigo?

 

—No —respondió Vince sin alterarse, y luego se me quedó mirando a los ojos, como si me retara a contradecirle.

 

Le sostuve la mirada.

 

—Espero que me estés diciendo la verdad, Fleming. Porque haré lo que sea para asegurarme de que ella y mi hija vuelven a casa sanas y salvas.

 

Se levantó de la silla y rodeó la mesa hasta quedar a mi lado.

 

—?Debo tomarme esto como una amenaza?

 

—Sólo digo que cuando hablamos de la familia, incluso la gente como yo, la gente que no tiene ni de lejos la influencia que tú tienes, hace todo lo que tenga que hacer.

 

Me agarró del pelo y se arrodilló hasta que su cara quedó a la altura de la mía. El aliento le olía a salchichas con ketchup.

 

—Escucha, gilipollas, ?tienes idea de con quién estás hablando? Los chicos que te han traído, ?tienes idea de lo que pueden hacer? Podrías acabar en una trituradora de madera. Podrías convertirte en cebo, lanzado desde un barco en el estrecho. Podrías…

 

Fuera, a los pies de la escalera, oí a uno de los tres tipos que me habían traído.

 

—?Eh, no subas ahí! —gritó.

 

Y una voz femenina que le respondía:

 

—Vete a la mierda.

 

Luego se oyeron pasos en la escalera.

 

Yo estaba mirando la cara de Vince y no podía ver la puerta mosquitera, pero oí cómo se abría y luego una voz que me pareció reconocer dijo: —Eh, Vince, ?has visto a mi madre? Porque…

 

Al ver a Vince Flemig agarrando el pelo de otro hombre con la mano, se detuvo en seco.

 

—Estoy ocupado —le dijo él—. Y no sé dónde está tu madre. Inténtalo en el maldito centro comercial.

 

—Joder, Vince, ?qué co?o estás haciendo con mi profesor?

 

Incluso con los grasientos dedos de Vince sujetando mi cráneo, me las arreglé para girar la cabeza lo suficiente para ver a Jane Scavullo.

 

 

 

 

 

Capítulo 34

 

 

—?Tu profesor? —repitió Vince sin dejar de estirar mi pelo—. ?Qué profesor?

 

—Mi jodido profesor de escritura creativa —explicó Jane—. Si te vas a dedicar a darles de hostias a mis profesores, podrías empezar con otro. éste es el se?or Archer y es el menos gilipollas de todos. —Se acercó a nosotros—. Hola, se?or Archer.

 

—Hola, Jane —saludé.

 

—?Cuándo va a volver? —preguntó—. El tipo que han pillado para sustituirle es un completo estúpido. Todo el mundo hace novillos. Es peor que la mujer que tartamudeaba. A nadie le importa si pasa lista o no. Siempre tiene algo entre los dientes y se mete el dedo en la boca para intentar quitárselo; lo hace muy rápido, como si pensara que no vamos a darnos cuenta, pero no enga?a a nadie.

 

Me di cuenta de que fuera de la escuela Jane no era tan tímida a la hora de hablar conmigo.

 

—?Qué es lo que pasa? —le preguntó a Vince en tono indiferente.

 

—?Por qué no te largas, Jane? —pidió Vince.

 

—?Has visto a mi madre?

 

—Te he dicho que mires en el centro comercial. O a lo mejor está en el garaje. ?Por qué la buscas?

 

—Necesito dinero.

 

—?Para qué?

 

—Cosas.

 

—?Qué cosas?

 

—Cosas, cosas.

 

—?Cuánto necesitas?

 

Jane Scavullo se encogió de hombros.

 

—?Cuarenta?

 

Vince Fleming me soltó el pelo, se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón para coger la cartera, sacó dos billetes de veinte y se los alargó a Jane.

 

—?éste es el tipo del que hablabas? —preguntó—. ?Al que le gustan tus relatos?

 

Jane asintió. Estaba tan relajada que no pude por más que asumir que había visto a otros recibiendo el mismo trato por parte de Vince. Lo único diferente en este caso es que se trataba de uno de sus profesores.

 

—Sí. ?Por qué lo tratas como a un perro?

 

—Mira, cari?o, de verdad que ahora no puedo discutir eso contigo.