—No —respondí.
—Sin embargo has estado preguntando por mí. Primero en Mike's y luego en mi taller.
—Sí —confirmé—. No era mi intención alarmarte.
—No era mi intención —repitió. El hombre que ahora sabía que era Vince Fleming pinchó una salchicha con el tenedor, la colocó en el plato, acercó el cuchillo de carne y cortó un trozo, que se metió en la boca—. Bien, cuando alguien a quien no conozco empieza a preguntar por mí, eso puede ser un motivo de preocupación.
—Supongo que no era consciente de ello.
—Teniendo en cuenta el tipo de negocios a los que me dedico, a veces me relaciono con personas cuyas prácticas empresariales no son muy ortodoxas.
—Claro —dije.
—Así que cuando alguien a quien no conozco empieza a preguntar por mí, me gusta concertar una cita en un lugar donde sienta que estoy en posición ventajosa.
—Creo que lo has conseguido —afirmé.
—Así que ?quién co?o eres?
—Terry Archer. Conoces a mi mujer.
—Conozco a tu mujer —repitió, como si dijera: ??Y??.
—Ahora ya no; fue hace mucho tiempo.
Fleming me miró con el ce?o fruncido mientras se comía otro trozo de salchicha.
—?De qué va esto? ?Ligué con tu chica o algo así? Mira, no es culpa mía si no puedes satisfacer a tu mujer y tiene que venir a mí para conseguir lo que quiere.
—No se trata de eso —aclaré—. Mi mujer se llama Cynthia. Cuando tú la conociste se llamaba Cynthia Bigge.
Dejó de masticar en seco.
—Oh, mierda. Tío, eso fue hace mucho tiempo.
—Veinticinco a?os —especifiqué.
—Te has tomado tu tiempo para venir a verme —dijo Vince Fleming.
—últimamente han ocurrido algunas cosas —expliqué—. Supongo que recuerdas lo que pasó esa noche.
—Sí. Toda su jodida familia desapareció.
—Eso es. Acaban de encontrar los cuerpos de la madre de Cynthia y de su hermano.
—Todd.
—Así es.
—Yo conocía a Todd.
—?Ah sí?
Vince Fleming se encogió de hombros.
—Bueno, un poco, porque íbamos a la misma escuela; era un tío guay.
Engulló un poco más de huevo cubierto de ketchup.
—?No tienes curiosidad por saber dónde los han encontrado? —pregunté.
—Me imagino que me lo vas a contar —respondió.
—Aparecieron dentro del coche de la madre de Cynthia, un Ford Escort amarillo, en el fondo de un lago en una cantera, en Massachusetts.
—?No jodas!
—Sí jodo.
—Deben de llevar bastante tiempo ahí —reflexionó Vince—. ?Y aun así han podido saber quiénes eran?
—ADN —expliqué.
Vince sacudió la cabeza, admirado.
—Jodido ADN. ?Qué haríamos sin él?
Se terminó una salchicha.
—Y han asesinado a la tía de Cynthia —continué.
Vince entrecerró los ojos.
—Creo que Cynthia me habló de ella. ?Bess?
—Tess —rectifiqué.
—Eso. ?Qué pasó?
—Alguien la apu?aló hasta matarla en su cocina.
—Mmm —dijo Vince—. ?Hay alguna razón por la que me estés contando todo esto?
—Cynthia ha desaparecido —expliqué—. Ella… se ha ido; y se ha llevado a nuestra hija. Tenemos una hija que se llama Grace; tiene ocho a?os.
—Qué putada.
—Creía que era posible que Cynthia hubiera venido a verte. Está tratando de encontrar respuestas para lo que pasó esa noche, y es posible que tú tengas algunas.
—?Qué podría saber yo?
—No lo sé. Probablemente fuiste la última persona que vio a Cynthia esa noche, aparte de su familia. Y tuviste un peque?o encontronazo con su padre antes de que se llevara a Cynthia a casa.
No tuve tiempo de reaccionar.
Vince Fleming extendió la mano desde el otro lado de la mesa, me agarró la mu?eca derecha y se la acercó a él mientras con la otra mano cogía el cuchillo de carne que había estado usando para cortar la salchicha. Describió un arco en el aire con él y la hoja se clavó en la mesa de madera entre mis dedos corazón y anular.
—?Dios! —grité.
La mano de Vince parecía una garra sobre mi mu?eca, a la que aplastaba contra la mesa.
—No me gusta cómo suena lo que estás insinuando —dijo.
Yo me había quedado sin aire, así que no pude responder. Seguía mirando el cuchillo, como si quisiera asegurarme de que no me había atravesado la mano.
—Tengo una pregunta para ti —dijo Vince muy lentamente, agarrándome todavía la mu?eca y dejando el cuchillo clavado—. Hay un tipo, otro tipo, que también ha estado preguntando por mí. ?Sabes algo de eso?
—?Qué tipo? —pregunté.
—De unos cincuenta a?os, con el pelo gris; podría ser un detective privado. Estuvo preguntando, aunque no fue tan descarado como tú.
—Creo que podría tratarse de un hombre llamado Abagnall —expliqué—. Denton Abagnall.
—?Y tú cómo lo sabes?
—Cynthia lo contrató. Ambos lo contratamos.
—?Para que me investigara?
—No. Quiero decir, no específicamente. Lo contratamos para que intentara encontrar a la familia de Cynthia. O al menos para que descubriera lo que les había pasado.