Sin una palabra

Se rió entre dientes.

 

—?Quieres que tenga una vida como la tuya? —pregunté—. Sin ánimo de ofender.

 

El semáforo estaba en rojo, así que aminoró la marcha.

 

—No —respondió—. Pero digamos que las circunstancias no están a su favor. No soy el mejor modelo del mundo. Y su madre la ha trajinado por tantas casas que la chica nunca ha tenido estabilidad. Eso es lo que he intentado hacer por ella, ?sabes? Darle algo a lo que poder agarrarse durante una temporada. Los chavales necesitan eso. Pero lleva mucho tiempo conseguir que confíe en alguien; se ha llevado tantos palos…

 

—Claro —dije—. Podrías mandarla a una buena escuela. Cuando termine el instituto, quizás enviarla a algún sitio para que estudie periodismo, o inglés, algo que le permita desarrollar su talento.

 

—Sus notas no son tan buenas —comentó—. Le costará entrar en cualquier sitio.

 

—Pero tú podrías permitírtelo, ?verdad?

 

Vince asintió.

 

—Y quizás ayudarla a plantearse alguna meta. Ayudarla a ver más allá de su situación actual, explicarle que si saca unas notas medianamente decentes podrías pagarle la matrícula para que estudiara algo y pudiera desarrollar su potencial.

 

—?Me ayudarías?

 

Me echó una mirada con el rabillo del ojo.

 

—Claro —contesté—. Pero no sé si me escucharía.

 

Vince sacudió la cabeza con aire cansado.

 

—Sí, bueno, ésa es la cuestión.

 

—Tengo una pregunta —dije.

 

—Dispara.

 

—?Por qué te preocupa?

 

—?Cómo?

 

—?Por qué te preocupa? Sólo es una chica cualquiera, la hija de la mujer con la que sales. Muchos tíos no se tomarían tanto interés.

 

—Ah, ya lo entiendo, crees que a lo mejor soy un pervertido o algo así. Quiero follármela, ?verdad?

 

—Yo no he dicho eso.

 

—Pero lo pensabas.

 

—No —repliqué—. Creo que si fuera eso lo que quieres habría alguna pista en lo que escribe Jane, en el modo en que se comporta contigo. Así que la pregunta sigue siendo la misma, ?por qué te preocupa?

 

El semáforo se puso verde y Vince pisó el acelerador.

 

—Tenía una hija —respondió—. Una hija propia.

 

—?Oh! —exclamé.

 

—En aquella época era bastante joven. Tenía veinte a?os. Dejé pre?ada a una chica de Torrington. Agnes. No es broma, Agnes. Mi padre casi me partió la cara; no entendía cómo podía haber sido tan estúpido. Me preguntó si nunca había oído hablar de los condones. Pero bueno, ya sabes lo que pasa a veces ?no? Intenté convencer a Agnes para que… ya sabes, para que se deshiciera de él, pero ella no quiso, y tuvo el bebé, y fue una ni?a, y la llamó Colette.

 

—Un nombre bonito —comenté.

 

—Y cuando vi a esa ni?a, joder, me di cuenta de que la quería. Mi viejo no quería ver cómo me ataba a Agnes sólo porque no había podido guardar el pajarito dentro de los pantalones, pero el caso es que la tal Agnes no estaba tan mal, y la ni?a, Colette, la verdad es que era la cosa más bonita que he visto nunca. Parece que veinte a?os atrás lo más fácil hubiera sido largarse y no hacerse responsable, pero aquella chica tenía algo.

 

?Así que empecé a pensar que podía casarme con ella. Y ser el padre de esa ni?a. Y estaba armándome de valor para pedírselo y para contarle a mi viejo lo que planeaba hacer; y entonces Agnes salió un día con Colette en el cochecito y mientras cruzaban la avenida Naugatuck apareció ese maldito borracho con una furgoneta, se saltó el semáforo y se las llevó a las dos por delante.

 

Vince apretaba cada vez con más fuerza el volante, como si intentara estrangularlo.

 

—Lo siento —dije.

 

—Sí, bueno, aquel jodido borracho también lo sintió —replicó Vince—. Esperé seis meses; ya sabes, no quería hacer nada demasiado pronto. Fue después de que retiraran los cargos: el abogado consiguió hacer creer al jurado que Agnes había cruzado en rojo, que incluso aunque él hubiera estado sereno, las habría atropellado. Así que, mira qué casualidad, unos meses después, una noche, sale de un bar en Bridgeport, bastante tarde, y está de nuevo borracho: el bastardo no había aprendido nada. Baja por un callejón y alguien le dispara en la jodida cabeza.

 

—?Uau! —exclamé yo—. Estoy seguro de que no derramaste ni una lágrima al enterarte.

 

Vince me lanzó una mirada rápida.

 

—Lo último que oyó antes de morir fue: ?Esto es por Colette?. ?Y sabes lo que dijo el hijo de puta justo antes de que la bala le atravesara la cabeza?

 

Tragué saliva.

 

—No.

 

—Dijo: ??Qué Colette??. Le robaron la cartera, así que los polis pensaron que era un atraco. —Me miró de nuevo—. Deberías cerrar la boca. Te va a entrar una mosca —dijo.

 

La cerré.

 

—Ya estamos —dijo Vince—. Y bueno, para contestar tu pregunta, quizá sea por eso por lo que me preocupo, joder. ?Hay algo más que quieras saber? —Negué con la cabeza. él miró hacia delante—. ?ése es tu coche?

 

Asentí.

 

Mientras aparcaba detrás sonó su móvil.

 

—?Sí? —contestó. Escuchó un momento y luego ordenó—: Esperadme.