Sin una palabra

—Lo haré —dijo Rolly—. Y si tú la encuentras, llámame.

 

A continuación llamé a la consulta de la doctora Kinzler. Aún no había nadie, así que dejé un mensaje diciendo que Cynthia había desaparecido; le pedí que me llamara y dejé el teléfono de casa y el del móvil.

 

La única persona a la que se me ocurría llamar era Rona Wedmore. Consideré la posibilidad pero luego la descarté. Por lo que sabía, no estaba de nuestro lado al cien por cien.

 

Creo que entendía las razones que había tenido Cynthia para desaparecer, pero no estaba tan seguro de que Wedmore lo hiciera.

 

Y entonces un nombre me vino a la cabeza. Alguien a quien no conocía, con quien nunca había hablado, con quien nunca había estado en la misma habitación. Pero su nombre se repetía una y otra vez en mi cabeza.

 

Quizás había llegado el momento de tener una charla con Vince Fleming.

 

 

 

 

 

Capítulo 32

 

 

Si me hubiera decidido a llamar a la detective Wedmore podría haberle preguntado directamente dónde encontrar a Vince Fleming y haberme ahorrado bastante tiempo. Ella ya nos había dicho que sabía quién era. Abagnall nos había contado que tenía un historial de diversos delitos. Se suponía incluso que había participado en un asesinato en venganza por la muerte de su padre a principios de los noventa. Había bastantes posibilidades de que una detective de la policía supiera dónde vivía alguien como él.

 

Pero yo no quería hablar con Wedmore.

 

Me senté frente al ordenador e hice una búsqueda en Google con Vince Fleming y Milford. Había un par de artículos de los últimos a?os de un periódico de New Haven; uno de ellos detallaba cómo Vince había sido acusado de agresión. Había usado la cara de alguien para abrir una botella de cerveza. La acusación fue desestimada cuando la víctima decidió retirar los cargos. Apostaba a que había algo más detrás de aquella historia, pero por supuesto la edición en línea del periódico no lo contaba.

 

Había otro artículo en el que se hablaba de pasada de Vince Fleming en relación con una serie de robos de coches en el sur de Connecticut. Era el propietario de un taller de carrocerías en el barrio industrial, y había una foto de él, una de esas fotos de grano grueso tomadas por un fotógrafo que no desea que su modelo sepa que está ahí, entrando en un bar llamado Mike's.

 

Yo no había estado nunca allí, pero había pasado por delante con el coche.

 

En las Páginas Amarillas encontré varias hojas de talleres para reparar las abolladuras del coche. Por los nombres no se podía deducir cuál era el de Vince Fleming: no había ningún ?Taller de chapa Fleming? ni un ?Fleming Reparación de Carrocerías?.

 

Podía dedicarme a llamar a todos los talleres de reparación de carrocerías de la zona de Milford, o podía tratar de preguntar por Vince Fleming en Mike's. Quizás allí encontrara a alguien que me pudiera indicar la dirección correcta, o al menos darme la dirección de su taller y del lugar donde, si los periódicos estaban en lo cierto, desguazaba los coches que robaba ocasionalmente.

 

Aunque no tenía mucha hambre, sentí que necesitaba llenar un poco el estómago, así que puse un par de rebanadas en la tostadora y las unté con mantequilla de cacahuete. Luego me eché encima una chaqueta, me aseguré de que llevaba el móvil y me dirigí a la puerta principal.

 

Al abrirla, me encontré de frente con Rona Wedmore.

 

—?Vaya! —dijo con el pu?o suspendido en el aire, listo para llamar a la puerta.

 

Di un salto hacia atrás.

 

—?Dios! —exclamé—. Me ha dado un susto de mil demonios.

 

—Se?or Archer —saludó sin perder la compostura.

 

Estaba claro que la repentina aparición me había asustado más a mí que a ella.

 

—Hola —dije yo—. Estaba a punto de salir.

 

—?Está la se?ora Archer? No he visto su coche.

 

—No está en casa. ?La puedo ayudar en algo? ?Tiene alguna información nueva?

 

—No —respondió—. ?Cuándo volverá?

 

—No se lo puedo decir con exactitud. ?Para qué quería verla?

 

Wedmore ignoró mi pregunta.

 

—?Está en el trabajo?

 

—Tal vez.

 

—?Sabe qué? Lo mejor será que la llame. Creo que apunté en algún sitio su número de móvil —dijo mientras sacaba su libreta.

 

—No va a contes… —Me detuve.

 

—?No va a contestar el teléfono? —terminó mi frase—. Veamos si es así.

 

Marcó el número, se llevó el teléfono a la oreja, esperó y luego lo cerró.

 

—Tenía razón. ?No le gusta contestar el teléfono?

 

—A veces —respondí.

 

—?Cuándo se ha ido la se?ora Archer? —preguntó.

 

—Esta ma?ana —expliqué—. ?Por qué lo pregunta?

 

—Porque pasé por aquí esta madrugada a la una, después de salir tarde del trabajo, y su coche tampoco estaba.

 

Mierda. Cynthia se había ido con Grace antes incluso de lo que yo pensaba.

 

—?De verdad? —dije—. Debería usted haber entrado a saludar.

 

—?Dónde está, se?or Archer?