Sin una palabra

 

La leí tres o quizá cuatro veces. Luego cogí el teléfono y la llamé al móvil, a pesar de lo que me había escrito. Me salió el buzón de voz y dejé un mensaje. ?Cyn. Por Dios. Llámame?.

 

Y entonces colgué con fuerza el auricular.

 

—?Mierda! —grité—. ?Mierda!

 

Caminé arriba y abajo por la cocina, sin saber muy bien qué hacer. Abrí la puerta, recorrí el camino de entrada sin más ropa que los tejanos, y miré a un lado y otro de la calle, como si por arte de magia pudiera adivinar qué dirección habían tomado Cynthia y Grace. Volví a entrar en la casa, descolgué de nuevo el teléfono y, como en un trance, marqué el número que siempre marcaba cuando necesitaba hablar con alguien que quería a Cynthia tanto como yo.

 

Marqué el número de Tess.

 

Y cuando el teléfono sonó por tercera vez sin que nadie lo cogiera, me di cuenta de lo que había hecho, del terrible error que había cometido. Colgué, me senté a la mesa de la cocina y empecé a llorar. Con los codos hincados en la mesa, me cogí la cabeza con las manos y dejé que saliera todo.

 

No sé cuánto tiempo estuve así, sentado ante la mesa de la cocina, dejando que las lágrimas corrieran por mis mejillas. Lo suficiente para que no me quedara ninguna, supongo. Una vez hube agotado las existencias, no tuve otro remedio que decidir otro plan de acción.

 

Subí de nuevo a mi habitación y terminé de vestirme. Tenía que repetirme una y otra vez algunas cosas.

 

La primera era que Cynthia y Grace estaban bien; no era como si las hubieran secuestrado o algo así. Y la segunda era que no podía imaginar que Cynthia dejara que le pasara algo malo a Grace, no importaba lo enfadada que estuviera.

 

Ella quería a Grace.

 

Pero ?qué iba a pensar mi hija? Su madre se levanta en medio de la noche, le dice que haga la bolsa y se van las dos a hurtadillas para que su padre no se entere…

 

Cynthia debía de haber creído en lo más hondo de su corazón que estaba haciendo lo correcto, pero no era así. No era correcto, y no estaba bien poner a Grace en semejante situación.

 

Y por eso no tuve ningún problema en ignorar la orden de Cynthia de no buscarlas.

 

Grace era mi hija. Había desaparecido. Y maldita sea, yo iba a buscarla, y a intentar arreglar las cosas con mi mujer.

 

Escarbé en la estantería, encontré un mapa de los estados de Nueva York y Nueva Inglaterra y lo desplegué sobre la mesa de la cocina. Dejé vagar la mirada, desde Portland hacia el sur hasta Providence, de Boston hacia el este hasta Buffalo, preguntándome adónde podría haber ido Cynthia. Observé detenidamente la línea que unía Connecticut y Massachusetts, con el pueblo de Otis en medio, cerca de la presa. No me la podía imaginar yendo allí. No con Grace. ?Qué sentido tendría? ?Qué podía descubrir si volvía?

 

Estaba la población de Sharon, de donde provenía Connie Gormley, la mujer a la que habían asesinado en el accidente de coche ama?ado, pero tampoco tenía mucho sentido. Cynthia nunca había pensado que la historia del recorte de periódico significara algo, al contrario que yo. No me la imaginaba decidiéndose por ese destino.

 

Quizá no iba a encontrar la respuesta mirando un mapa. A lo mejor necesitaba pensar en nombres. Gente de su pasado. Gente a la que Cynthia podía dirigirse en su desesperación en busca de respuestas.

 

Fui hacia la sala, donde encontré las dos cajas de recuerdos de Cynthia. Con todo lo que había pasado últimamente, no habíamos vuelto a dejarlas en su escondite habitual, en el fondo del armario.

 

Empecé a ojear su contenido al azar, dejando recetas viejas y recortes sobre la mesita de café, pero no me dijeron nada. Parecían unirse en un puzle gigante que no seguía ningún patrón identificable.

 

Volví a la cocina y llamé a Rolly a su casa. Aún era demasiado pronto para que se hubiera ido a la escuela. Contestó Millicent.

 

—Hola, Terry —dijo—. ?Qué pasa? ?No vas a ir hoy a trabajar?

 

—Rolly ya me ha buscado un suplente —contesté—. Millie, ?no sabrás algo de Cynthia, por casualidad?

 

—?Cynthia? No. Terry, ?qué ocurre? ?No está Cynthia en casa?

 

—Se ha ido, y se ha llevado a Grace.

 

—Espera un momento. Voy a llamar a Rolly.

 

Noté cómo dejaba el auricular y unos segundos después oí la voz de Rolly.

 

—?Cynthia se ha ido?

 

—Sí. Y no sé qué hacer.

 

—Mierda. Iba a llamarla hoy para ver cómo le iba, y por si quería hablar. ?No te ha dicho adónde iba?

 

—Rolly, si supiera adónde ha ido no te estaría llamando a esta jodida hora.

 

—Vale, vale. Dios, no sé qué decir. ?Por qué se ha ido? ?Os habéis peleado o algo así?

 

—Sí, más o menos. La cagué. Y creo que todo lo que está ocurriendo la ha afectado. No se sentía segura aquí, y quería proteger a Grace. Pero ésta no era la manera de hacerlo. Mira, si sabes algo de ella, si la ves, avísame ?vale?