?Procedimiento psiquiátrico estándar?, pensé.
—No sé qué creer —explicó Cynthia—. Si pensara que él lo hizo, entonces las notas y todo lo demás serían como un intento por su parte de poner sus asuntos en orden, de confesar. Al fin y al cabo, quienquiera que dejara esa carta tiene que estar relacionado de algún modo con sus muertes; no hay otro modo de que conozca ese tipo de detalles.
—Cierto —asintió la doctora.
—Y la detective Wedmore, aunque habla como si fuera mi padre quien los mató, me parece que cree que yo escribí la nota —a?adió Cynthia.
—Tal vez —apuntó la doctora Kinzler— ella crea que su padre y usted están juntos en esto, ya que el cuerpo de él no se ha encontrado y usted no estaba en el coche con su madre y su hermano.
Cynthia se quedó un momento parada antes de asentir.
—Ya sé que hace algunos a?os la policía sospechó de mí. No conseguían descubrir nada, así que supongo que tuvieron que plantearse todas las posibilidades, ?no? Probablemente se preguntaron si podría haberlo hecho yo con Vince. Si lo hicimos juntos a causa de la pelea que tuve esa noche con mis padres.
—Me ha dicho usted que hay muchas cosas de esa noche que no recuerda —dijo la doctora—. ?Cree que es posible que las haya bloqueado? De vez en cuando he derivado a gente a alguien en quien confío plenamente y que hace terapia de hipnosis.
—No estoy bloqueando nada. Simplemente me desplomé. Llegué borracha a casa. Era una ni?a. Era estúpida. Llegué a casa, me desmayé y no me desperté hasta la ma?ana siguiente. —Alzó las manos y las dejó caer en el regazo—. No podría haber cometido un crimen ni aunque hubiera querido. No estaba en condiciones. —Suspiró—. ?No me cree?
—Por supuesto que sí —respondió la doctora Kinzler. Luego pidió con suavidad—: Cuénteme algo más sobre la relación con su padre.
—Era normal, supongo. De vez en cuando nos peleábamos, pero más o menos nos llevábamos bien. Creo… —hizo una pausa— que me quería. Creo que me quería mucho.
—?Más que a los demás miembros de su familia?
—?Qué quiere decir?
—Bien, si se encontraba en un estado mental que le llevó a matar a su madre y a su hermano, ?por qué no la mató a usted también?
—No lo sé. Y ya se lo he dicho, no creo que él lo hiciera. Yo… no puedo explicarlo, ?entiende? Pero mi padre no habría hecho algo así. No es posible que matara a mi madre. Y nunca habría matado a su propio hijo, mi hermano. ?Sabe por qué? No sólo porque nos quería. No habría podido hacerlo porque era demasiado débil.
Aquello me llamó la atención.
—Era un hombre bueno pero… es difícil decir esto de un padre, pero no habría tenido la fuerza suficiente para hacer algo así.
—No veo adónde nos lleva todo esto —intervine.
—Sabemos que su esposa está profundamente preocupada por los interrogantes que plantean los últimos descubrimientos —dijo la psiquiatra—. Estoy intentando ayudarla con eso.
—?Y si me detienen? —dijo Cynthia.
—?Perdón? —contestó la doctora Kinzler.
—?Qué? —pregunté yo.
—?Y si la detective Wedmore me detiene? —repitió—. ?Y si se convence de que yo tuve algo que ver? ?Y si llega a la conclusión de que soy la única persona que podría haber sabido que estaban en la presa? Si me arresta ?cómo voy a explicárselo a Grace? ?Quién la cuidará si se me llevan? Necesita a su madre.
—Cari?o —dije.
Estuve a punto de soltarle que yo cuidaría de Grace, pero aquello habría sugerido que creía que el panorama que estaba dibujando era creíble e inminente.
—Si me detiene, ya no seguirá intentando averiguar la verdad —continuó Cynthia.
—Eso no va a suceder —afirmé—. Si te detuviera, tendría que pensar que tienes algo que ver con todo lo demás, la muerte de Tess y quizá también la muerte de Abagnall. Porque todas estas cosas tienen que estar conectadas de alguna manera. Forman parte del mismo puzle. Están relacionadas. Aunque aún no sepamos de qué manera.
—Me pregunto si Vince sabe algo —dijo Cynthia—. Me pregunto si últimamente alguien ha hablado con él.
—Abagnall dijo que le seguía la pista —afirmé—. ?No comentó algo la última vez que le vimos de que iba a escarbar un poco en su pasado?
La doctora Kinzler intentó que no nos desviáramos del tema.
—No creo que debamos esperar dos semanas hasta nuestra próxima visita.
Miró a Cynthia mientras lo decía, no a mí.
—Claro —dijo ella, con la voz baja y distante—. Claro.
Se disculpó y abandonó el despacho para ir al ba?o.
—Su tía, Tess Berman —le dije entonces a la doctora—, vino a verla a usted un par de veces.
Sus cejas se arquearon.
—Sí.
—?Para qué quería verla?
—En circunstancias normales no hablaría de otro paciente con usted, pero en el caso de Tess Berman no hay nada de que hablar. Vino un par de veces, pero no llegó a abrirse. Me dio la impresión de que sentía cierto desdén por la terapia.