El coche estaba cubierto de lodo y limo, y el agua se escapaba por las rendijas de las puertas cerradas, lo suficiente para que el interior, al menos a la altura de las ventanas, estuviera libre de ella. Pero no había nada que ver, aparte de dos reposacabezas empapados.
—Lo llevan al laboratorio —dijo Wedmore.
—?Qué han encontrado? —preguntó Cynthia—. ?Había algo dentro?
—?Qué cree que han encontrado? —preguntó Wedmore.
No me gustó el tono de la pregunta. Era como si pensara que Cynthia ya conocía la respuesta.
—No lo sé —respondió ésta—. Me da miedo incluso pensarlo.
—Por lo visto han encontrado los restos de dos personas ahí dentro —informó Wedmore—. Pero como puede imaginar, después de veinticinco a?os…
Uno podía imaginárselo.
—?Dos? —preguntó Cynthia—. ?No tres?
—Todavía es pronto —dijo Wedmore—. Como les he dicho, tenemos mucho trabajo que hacer. —Hizo una pausa—. Y nos gustaría tomarle una muestra bucal.
Cynthia pareció no entenderlo.
—?Una qué?
—Lo siento. Argot policíaco. Es para comparar. Necesitamos una muestra de su ADN, y la tomamos de la boca. No le dolerá.
—?Para…?
—Si tenemos la suerte de encontrar ADN… en lo que hemos encontrado en el coche, podremos compararlo con el suyo. Si por ejemplo uno de los cuerpos es el de su madre, pueden hacer una especie de test de maternidad inverso que confirmaría si se trata realmente de su madre. Y lo mismo con los demás miembros de su familia.
Cynthia me miró con los ojos llenos de lágrimas.
—He esperado hallar respuestas durante veinticinco a?os, y cuando estoy a punto de obtener algunas estoy aterrorizada.
La abracé.
—?Cuánto tardarán? —le pregunté a Wedmore.
—Normalmente nos llevaría semanas, pero éste es un caso prioritario, sobre todo desde que emitieron el programa de televisión. Así que tardarán sólo unos días, quizás un par. Pueden irse a casa. Haré que alguien vaya a verles para tomar la muestra.
Volver parecía la única alternativa lógica. Mientras nos dirigíamos a nuestro coche, Wedmore nos gritó: —Necesito que estén localizables mientras tanto, antes incluso de tener los resultados. He de hacerles algunas preguntas más.
Había algo en su tono que no presagiaba nada bueno.
Capítulo 28
Tal como había prometido, Wedmore se presentó en casa para hacernos más preguntas. Había algunos aspectos del caso que no le gustaban nada.
No había duda de que eso era algo que todos teníamos en común, aunque Cynthia y yo no sintiéramos precisamente que Wedmore fuera una aliada.
En cualquier caso, nos confirmó algo que yo ya sabía. La carta con las indicaciones para llegar a la cantera la habían escrito con nuestra máquina. Cynthia y yo habíamos pedido, como si tuviéramos elección, que queríamos ir a la jefatura de policía para que nos tomaran las huellas dactilares. Las suyas estaban en los archivos: se las habían cogido veinte a?os atrás cuando la policía registraba su casa en busca de pistas acerca de la desaparición de su familia. Pero la policía las quería de nuevo, y a mí no me las habían tomado nunca antes.
Compararon nuestras huellas con las de la máquina de escribir, y encontraron algunas de Cynthia en el armazón, pero las teclas estaban cubiertas por las mías.
Por supuesto, eso no significaba nada.
Pero desde luego tampoco apoyaba nuestra teoría de que alguien había entrado en nuestra casa y escrito la carta en nuestra máquina de escribir, alguien que podía haberse puesto guantes para no dejar huellas.
—?Y por qué iba alguien a hacer eso? —preguntó Wedmore, con las manos cerradas en pu?o y los brazos en jarras—. ?Entrar en su casa y escribir esa nota?
Era una buena pregunta.
—Quizá —dijo Cynthia lentamente, como si pensara en voz alta— quienquiera que lo hiciera sabía que la nota al final se relacionaría con la máquina de Terry. Quería que fuera así, quería que pensaran que la había escrito él.
Yo creía que Cynthia podía estar en lo cierto, con una peque?a diferencia.
—O tú —le dije.
Me miró un momento, no con aire acusatorio, sino más bien pensativo.
—Y de nuevo, ?por qué querría alguien hacer eso? —repitió Wedmore, que seguía sin estar convencida.
—No tengo ni idea —dijo Cynthia—. No tiene ningún sentido. Pero usted sabe que alguien estuvo ahí; nuestra llamada a la policía debe de constar en algún registro. Seguro que hicieron un informe después de venir.
—El sombrero —dijo Wedmore, sin poder evitar un tono de escepticismo.
—Eso es. Puedo traérselo si quiere —se ofreció Cynthia—. ?Le gustaría verlo?
—No —respondió Wedmore—. Ya sé lo que es un sombrero.
—La policía pensó que estábamos locos.
Wedmore dejó pasar el comentario. Debió de costarle un esfuerzo.
—Se?ora Archer —dijo—. ?Había ido alguna vez antes a la cantera de Fell?
—No, nunca.
—?Ni cuando era ni?a? ?Ni siquiera cuando era adolescente?
—No.