Sin una palabra

No conseguí nada.

 

Así que empecé a buscar en el listín telefónico a gente que se apellidara Gormley en aquella zona de Connecticut; escribí sus nombres y números de teléfono en un bloc de notas, me detuve cuando llegué a la media docena y estaba a punto de empezar a llamar cuando Cynthia asomó la cabeza por la puerta.

 

—?Qué haces? —preguntó.

 

Se lo expliqué.

 

No estoy seguro de si esperaba que protestara o me animara a seguir cualquier pista, por mínima que fuera. Pero no hizo ninguna de las dos cosas.

 

—Me voy a acostar un rato —dijo en su lugar.

 

Empecé a llamar. Cuando finalmente contestaron me identifiqué como Terence Archer, de Milford; dije que era probable que no tuviera el número correcto pero que estaba intentando encontrar a alguien que pudiera tener información sobre la muerte de Connie Gormley.

 

—Lo siento, nunca he oído ese nombre —dijo la persona del primer número.

 

—?Quién? —respondió una mujer mayor en el segundo—. No conozco a ninguna Connie Gormley, pero tengo una sobrina que se llama Constante Gormley; es agente inmobiliaria en Stratford y es buenísima; si busca una casa ella podría encontrarle una. Tengo su número justo aquí, espere un momento.

 

No quería ser grosero, pero después de esperar cinco minutos, colgué.

 

La tercera persona a la que llamé sí parecía conocerla:

 

—Oh, Dios mío, ?Connie? Hace tanto tiempo…

 

Por lo visto acababa de llamar a Howard Gormley, el hermano de Connie, que ahora tenía sesenta y cinco a?os.

 

—?Por qué estaría alguien interesado en eso, después de todos estos a?os? —preguntó con voz ronca y cansada.

 

—La verdad, se?or Gormley, es que no sé muy bien qué responder —dije—. La familia de mi mujer tuvo algunos problemas pocos meses después del accidente de su hermana, problemas que aún tratamos de resolver, y entre los recuerdos que hemos conservado ha aparecido un artículo sobre la muerte de su hermana.

 

—Es un poco raro, ?no? —preguntó Howard Gormley.

 

—Sí, así es. ?Le importaría contestar algunas preguntas? Quizá nos ayude a aclarar algunas cosas, o al menos a descartar cualquier posible conexión entre la tragedia de su familia y la de la nuestra.

 

—Es posible.

 

—Antes que nada, ?encontraron a la persona que atropello a su hermana? No tengo ninguna información más. ?Acusaron a alguien?

 

—No, nunca. La policía no llegó a encontrar nunca al responsable, y después de un tiempo supongo que archivaron el caso.

 

—Lo siento.

 

—Sí, bueno; eso acabó con nuestros padres. El dolor los consumió. Mi madre murió un par de a?os después, y mi padre un a?o más tarde. Los dos de cáncer, pero si quiere saber mi opinión, fue el dolor el que los mató.

 

—?Encontró la policía alguna pista? ?Descubrieron quién era el conductor?

 

—?De qué fecha es el artículo que encontró?

 

Lo tenía junto al ordenador, así que se lo dije.

 

—Eso fue bastante al principio —explicó—, antes de que descubrieran que todo aquello había sido preparado.

 

—?Preparado?

 

—Bueno, al principio supusieron que era simplemente un atropello y que el conductor se había dado a la fuga. Quizás iba borracho, o sencillamente era un mal conductor. Pero cuando realizaron la autopsia, descubrieron algo de lo más extra?o.

 

—?Qué quiere decir con extra?o?

 

—Yo no soy un experto, ?sabe? He sido techador toda mi vida. Pero nos dijeron que lo que le pasó a Connie, el golpe que le dio el coche… todo eso ocurrió cuando ella ya estaba muerta.

 

—Espere un momento —dije—. ?Su hermana ya estaba muerta cuando el coche la golpeó?

 

—Eso es lo que nos dijeron. Y…

 

—?Se?or Gormley?

 

—Es que me resulta difícil hablar de ello, incluso después de todo este tiempo. No quiero decir nada que pueda dar una mala imagen de Connie, aunque hayan pasado muchos a?os, ?me entiende?

 

—Por supuesto.

 

—Pero dijeron que… bueno, que era posible que hubiera estado con alguien poco antes de que la dejaran en aquella cuneta.

 

—Quiere decir…

 

—No dijeron que fuera violada, al menos no exactamente, aunque tampoco se descarta. Verá, a mi hermana le gustaba salir por ahí, no sé si me entiende, y dijeron que aquella noche había estado con alguien. Yo siempre me he preguntado si fue él quien lo montó todo para que pareciera que la habían atropellado y la arrojó a la cuneta.

 

No supe qué contestarle.

 

—Connie y yo estábamos muy unidos. No me parecía bien su forma de vivir pero yo tampoco era ningún ángel, así que no estaba en posición de lanzar la primera piedra. Después de todos estos a?os aún estoy enfadado y me gustaría que hubieran encontrado al cabrón que lo hizo. Pero la verdad es que hace tanto tiempo que es muy probable que ese hijo de puta haya muerto también a estas alturas.

 

—Sí —repliqué—. Es muy probable.