Sin una palabra

Y así fue. Cynthia se quedó mirando la sala sin decir nada.

 

—Hola, cari?o —la saludé, con bastante brusquedad—. ?Recuerdas a Keisha Ceylon, la mejor vidente del mundo? Lleva aquí un rato currándose el enga?o de conjurar el pasado, así que ahora, en un último y rastrero intento por sacarnos mil dólares, se ha inventado una visión relacionada con Grace, tratando de explotar nuestros miedos más atávicos cuando estamos en nuestro peor momento. —Miré a Keisha—. ?Lo he explicado bien?

 

Keisha Ceylon no dijo nada.

 

—?Qué tal en la funeraria? —continué, dirigiéndome a Cynthia. Luego miré a Keisha—. Su tía acaba de morir. No podía haber elegido mejor momento.

 

Todo ocurrió muy rápido.

 

Cynthia agarró a la mujer por el pelo y la llevó entre gritos desde el sofá hasta la puerta principal. Su cara estaba roja de ira. Keisha era una mujer grande, pero Cynthia la arrastró por el suelo como si fuera de paja. Ignoró los gritos de la mujer, el torrente de obscenidades que salían de su boca.

 

Cynthia la llevó hasta la puerta, que abrió con la mano que no tenía ocupada, y lanzó a la artista del timo al pelda?o de entrada. Pero ella no tuvo tiempo de ponerse en pie, cayó rodando y aterrizó con la cabeza en el césped.

 

Antes de cerrar la puerta, Cynthia aún tuvo tiempo de gritar: —?Déjenos en paz, maldita oportunista!

 

Sus ojos aún estaban desorbitados cuando me miró, intentando recuperar el aliento.

 

Yo me sentía como si también me hubiera quedado sin aire.

 

 

 

 

 

Capítulo 23

 

 

Después de la ceremonia, el director de la funeraria nos llevó a Cynthia, a Grace y a mí con su Cadillac hasta Milford Harbor, donde disponía de una peque?a lancha con camarote. Rolly Carruthers y su mujer Millicent nos siguieron, después de ofrecerse para llevar también a Pamela, y los tres se unieron a nuestra familia en el barco.

 

Una vez dejamos atrás el abrigo de la bahía, nos dirigimos al estrecho de Long Island, a una milla de distancia, por delante de las casas que había en la playa a lo largo de East Broadway. Siempre había pensado en lo maravilloso que sería tener una de esas casas, sobre todo de ni?o; pero cuando el huracán Gloria barrió la zona en 1985, empecé a pensármelo mejor. Era difícil hacer una lista de huracanes si vivías en Florida, pero los que pasaban por Connecticut solías recordarlos.

 

Por suerte, teniendo en cuenta lo que nos había llevado al mar aquel día, la brisa era ligera. El director de la funeraria, cuya amabilidad parecía más genuina que forzada, llevaba consigo la urna que contenía las cenizas de Tess.

 

No hablamos mucho en el barco, aunque Millicent hizo algún intento. Puso su brazo sobre los hombros de Cynthia y dijo:

 

—Tess no podría haber elegido un día más bonito para que se cumpliera su último deseo.

 

Quizá si Tess hubiera muerto de alguna enfermedad aquello habría resultado reconfortante, pero cuando alguien muere violentamente, es difícil encontrar consuelo.

 

Pese a todo, Cynthia intentó tomarse el comentario con el espíritu con el que había sido pronunciado. Millicent y Rolly habían sido sus amigos desde mucho antes de que yo la conociera. Eran sus tíos no oficiales, y siempre se habían preocupado de ella a lo largo de todos aquellos a?os. Millicent había crecido en la misma calle que la madre de Cynthia y aunque Patricia era unos a?os mayor, se habían hecho amigas. Cuando Millicent se casó con Rolly, y Patricia se casó con Clayton, ambas parejas quedaban a menudo, y de ese modo Millicent y Rolly habían tenido la oportunidad de ver cómo Cynthia crecía, y de interesarse por su vida después de que su familia desapareciera. Aunque era Rolly, y no Millicent, quien estaba más próximo a ella.

 

—Hace un día precioso —confirmó Rolly, a modo de eco de su mujer. Se acercó a Cynthia con la vista baja; quizá creía que aquello la ayudaría a mantener el equilibrio mientras el barco avanzaba por el mar ligeramente picado—. Pero ya sé que eso no hace que sea más fácil de llevar.

 

Pam se acercó a Cynthia con paso tambaleante; probablemente ya se había dado cuenta de que no era muy buena idea ir con tacones en un barco, y le dio un abrazo.

 

—?Quién ha podido hacer algo así? —le preguntó Cynthia—. Tess nunca le había hecho da?o a nadie. —Se sorbió los mocos—. La última persona de esa parte de mi familia se ha ido.

 

Pam la abrazó con más fuerza.

 

—Ya lo sé, cari?o. Era tan buena contigo, con todo el mundo… Debe de haber sido algún loco.

 

Rolly sacudió la cabeza en un gesto de indignación, como si no supiera adónde estaba yendo el mundo, y se acercó a la popa para observar la estela del barco. Me acerqué a él.

 

—Gracias por venir —dije—. Significa mucho para Cynthia.

 

Pareció sorprenderse.

 

—?Bromeas? Sabes que siempre hemos estado para lo que necesitéis. —Volvió a sacudir la cabeza—. ?Tú crees que fue eso? ?Algún loco?