Sin una palabra

Pero había una cosa. Algo de lo que me acababa de dar cuenta y que no le había comentado a nadie todavía, porque no sabía si era significativo.

 

Los oficiales me habían llevado dentro de nuevo para que reconstruyera todos mis movimientos: dónde me había parado, lo que había hecho, lo que había tocado.

 

Al abandonar la cocina, mi mirada se detuvo en el peque?o corcho junto al teléfono. Había una foto de Grace que le había sacado en nuestro viaje a Disneyworld.

 

?Qué era lo que me había dicho Tess por teléfono? ?Después de que Abagnall la visitara?

 

Yo le había dicho más o menos algo así como: ?Si te acuerdas de algo más, deberías llamarle?.

 

Y Tess había respondido: ?Eso es lo que él me ha pedido y me ha dado su tarjeta. La acabo de colgar en el corcho, junto al teléfono, justo al lado de la foto de Grace con Goofy?.

 

Ahora no había ninguna tarjeta en el corcho.

 

 

 

 

 

Capítulo 21

 

 

—No me digas —exclamó ella.

 

Todo salía según el plan.

 

—Sí, es verdad —dijo él.

 

—Bien, bien, bien —se alegró ella—. Y pensar que justo estábamos hablando de ella…

 

—Ya lo sé.

 

—Menuda coincidencia —dijo ella solapadamente—. Que tú estuvieras por allí.

 

—Sí, sí.

 

—Le había llegado su hora, ya lo sabes.

 

—Sabía que no te enfadarías cuando te lo contara. Pero creo que eso quiere decir que tenemos que retrasar la siguiente parte un par de días.

 

—?De verdad? —se preguntó ella.

 

Sabía que ella misma le había predicado las virtudes de tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas, pero de pronto empezaba a sentirse impaciente.

 

—Ma?ana va a tener lugar un funeral —apuntó él—. Y supongo que hay que hacer un montón de gestiones para eso, y ella no tiene a nadie más que pueda encargarse del asunto, ?verdad?

 

—Eso tengo entendido.

 

—Entonces mi hermana va a estar bastante ocupada organizándolo todo, ?no crees? Así que quizá deberíamos esperar a que terminara todo esto.

 

—Ya te entiendo. Pero hay algo que me gustaría que hicieras por mí.

 

—?Sí? —preguntó él.

 

—Es una cosa muy sencilla.

 

—?Qué?

 

—No la llames hermana.

 

Su tono era firme.

 

—Lo siento.

 

—Ya sabes cómo me hace sentir.

 

—Vale; es sólo que bueno, ella es…

 

—No me importa —le cortó ella.

 

—Muy bien, mamá —aceptó él—. No lo haré más.

 

 

 

 

 

Capítulo 22

 

 

No había mucha gente a la que llamar.

 

Patricia Bigge, la madre de Cynthia, había sido la única hermana de Tess. Sus padres, por supuesto, hacía mucho que habían muerto. A pesar de haber estado casada brevemente, Tess nunca había tenido hijos, y carecía de sentido tratar de encontrar a su ex marido; tampoco habría asistido al funeral, y Tess no habría querido que ese hijo de puta estuviera allí.

 

Tess no había mantenido ninguna de las amistades que había hecho con la gente del departamento de obras públicas en el que había trabajado antes de jubilarse. En cualquier caso, por lo que ella decía, tampoco tenía allí muchos amigos: sus ideas liberales no encajaban en ese lugar. Era socia de un club de bridge, pero Cynthia no conocía a ninguno de los miembros, así que por ese lado no hubo ninguna llamada.

 

Tampoco era necesario avisar a nadie. La noticia de la muerte de Tess Berman había abierto todos los noticiarios.

 

Entrevistaron a los vecinos de su arbolada calle, ninguno de los cuales había notado nada extra?o en el barrio durante las horas anteriores a la muerte de Tess.

 

—Eso hace que te preguntes muchas cosas —comentó uno a las cámaras de televisión.

 

—En esta zona no ocurren ese tipo de cosas —dijo otro.

 

—Nos hemos vuelto extremadamente cautelosos a la hora de cerrar con llave puertas y ventanas por la noche —a?adió alguien más.

 

Quizá si a Tess la hubiera apu?alado su ex marido o un amante despechado los vecinos se habrían sentido más tranquilos. Pero la policía insistía en que no tenía ninguna pista de quién era el autor de los hechos, ni tampoco del móvil. Ni siquiera había sospechosos.

 

No había marcas de que la entrada hubiera sido forzada, ni se?ales de lucha, excepto por una mesa ligeramente ladeada y una silla derribada. Por lo que parecía, el asesino de Tess había atacado con rapidez, y ella sólo había podido resistirse un momento, lo justo para hacer que su atacante se apoyara en la mesa y tirara la silla al suelo. Pero entonces el cuchillo había encontrado su camino, y ella había muerto.

 

Por lo que dijo la policía, su cuerpo llevaba veinticuatro horas allí cuando lo encontramos.

 

Pensé en todas las cosas que habíamos hecho mientras Tess yacía en el charco de su propia sangre. Nos habíamos preparado para ir a la cama, nos habíamos acostado, nos habíamos despertado, cepillado los dientes, escuchado las noticias de la ma?ana en la radio, ido a trabajar, vivido un día entero de nuestras vidas que Tess no había podido vivir.