Sin una palabra

—Lo cierto es que pasaba mucho tiempo fuera —explicó ella mientras me dirigía una mirada—. ?Tú qué crees? ?Podría haber sido un agente del gobierno que se iba a cumplir sus misiones?

 

—Creo que eso es un poco aventurado —dije sin mucha convicción—. Lo siguiente será preguntarnos si en realidad era un extraterrestre; quizá lo enviaron para que nos estudiara y luego volvió a su planeta natal, y se llevó a tu madre y a tu hermano con él.

 

Cynthia se me quedó mirando. Aún parecía un poco aturdida.

 

—Sólo estaba bromeando —me disculpé.

 

Abagnall nos devolvió —a mí en particular— a la realidad.

 

—ésa no es una de las teorías que barajo.

 

—Entonces, ?cuáles son sus teorías? —pregunté.

 

Bebió un sorbo de café.

 

—Probablemente podría aventurar media docena, con lo poco que sé hasta el momento —respondió—. ?Vivía su padre bajo un nombre que no era el suyo? ?Acaso escapaba de un pasado problemático? ?Criminal, quizás? ?Hirió Vince Fleming a su familia aquella noche? ?Estaba la red criminal del padre de Vince relacionada de algún modo con algo del pasado de su padre que hasta aquel momento había podido ocultar?

 

—En realidad no sabemos nada, ?verdad? —preguntó Cynthia.

 

Abagnall se apoyó con aire cansado en los cojines del sofá.

 

—Lo único que sé es que en un par de días, los interrogantes sin respuesta de este caso parecen haberse multiplicado exponencialmente. Y tengo que preguntarles si quieren que continúe. Se han gastado ya unos cientos de dólares en mis honorarios. Si no quieren que continúe, por mí está bien. Puedo hacerles un informe de lo que he descubierto hasta el momento. O bien puedo seguir indagando. La decisión es totalmente suya.

 

Cynthia empezó a abrir la boca, pero antes de que pudiera hablar la corté.

 

—Nos gustaría que continuara —dije.

 

—Muy bien —aceptó—. ?Qué les parece si me dedico a ello un par de días más? Esta vez no necesito otro cheque. En mi opinión, cuarenta y ocho horas serán suficientes para determinar si puedo hacer algún progreso significativo.

 

—Por supuesto —dije.

 

—Creo que quiero investigar un poco más a ese sujeto, Vince Fleming. Se?ora Archer, ?usted qué cree? ?Podría este hombre… bien, en 1983 debía de ser un hombre muy joven… haber da?ado a su familia?

 

Cynthia se lo pensó durante unos segundos.

 

—Después de todo este tiempo, supongo que tengo que considerar que cualquier cosa es posible.

 

—Sí, es muy bueno mantener la mente abierta… Gracias por el café.

 

Antes de marcharse, Abagnall le devolvió a Cynthia la caja de recuerdos. Cynthia le acompa?ó y cuando hubo cerrado la puerta, se volvió hacia mí y me preguntó: —?Quién era mi padre? ?Quién demonios era mi padre?

 

Y yo pensé en la redacción de Jane Scavullo para la clase de escritura creativa. En cómo todos somos unos extra?os para los demás, y cómo a menudo a los que menos conocemos es justamente a los que más cerca tenemos.

 

Durante veinticinco a?os, Cynthia había soportado el dolor y la ansiedad asociados a la desaparición de su familia sin tener una sola pista de lo que les había sucedido. Y aunque todavía no teníamos la respuesta a esa pregunta, había peque?os retazos de información que empezaban a aflorar a la superficie, como pedazos del casco de un barco naufragado mucho tiempo atrás. Todo lo que habíamos descubierto, que el padre de Cynthia podría haber vivido bajo un nombre falso, que el pasado de Vince Fleming podría ser mucho más oscuro de lo que parecía… La extra?a llamada, la misteriosa aparición del supuesto sombrero de Clayton Bigge. El hombre que espiaba nuestra casa la otra noche. Lo que me había contado Tess acerca de los sobres llenos de dinero en efectivo que durante un tiempo le había dejado una fuente anónima, para la educación de Cynthia.

 

Mi impresión era que, a aquellas alturas, mi mujer estaba en su derecho de conocer esto último, y creía que lo mejor era que se lo dijera la propia Tess.

 

Durante la cena nos esforzamos por no discutir las cuestiones que había suscitado la visita de Abagnall. Ambos teníamos la impresión de haber expuesto demasiado a Grace en todo aquel asunto, no en vano nuestra hija tenía un radar en funcionamiento todo el tiempo que le permitía captar una información un día y relacionarla con algo que descubriera al siguiente. Nos asustaba el hecho de que discutir la historia de Cynthia, lo de la vidente oportunista, la investigación de Abagnall, todo ese tipo de cosas, sólo contribuiría a aumentar la ansiedad de Grace, su miedo a que una noche todos fuéramos borrados del mapa por un objeto del espacio exterior.

 

Pero no importaba cuánto nos esforzáramos por evitar el tema; a menudo era la propia Grace la que lo sacaba a colación.

 

—?Dónde está el sombrero? —preguntó después de tragarse una cucharada de puré de patatas.

 

—?Qué? —dijo Cynthia.

 

—El sombrero. El sombrero de tu padre, el que dejaron aquí. ?Dónde está?

 

—Lo he metido en el armario —respondió Cynthia.

 

—?Puedo verlo?

 

—No —replicó ella—. No es un juguete.