Sin una palabra

—Porque yo le gustaba.

 

—Pero ?y tu hermano? —argumenté—. Vince no tenía nada en contra de tu hermano. —Miré a Abagnall—. ?Cómo explica eso?

 

—Todd podría haber sido simplemente un testigo. Alguien que estaba allí, y al que había que eliminar.

 

Nos quedamos en silencio un momento. Cynthia lo rompió.

 

—Tenía un cuchillo.

 

—?Quién? —preguntó Abagnall—. ?Vince?

 

—En el coche, aquella noche. Me lo estuvo ense?ando. Era una… ?cómo se llama? Una de esas navajas que se abren.

 

—Una navaja de muelle —apuntó Abagnall.

 

—Eso —confirmó Cynthia—. Recuerdo… recuerdo que la cogí… —Su voz se rompió y cerró un momento los ojos—. Estoy un poco mareada.

 

La rodeé con el brazo.

 

—?Quieres que te traiga algo?

 

—Sólo… sólo necesito… un poco de aire fresco… un momento —se excusó mientras intentaba levantarse.

 

Esperé un instante para ver si se tenía en pie y observé preocupado cómo subía las escaleras.

 

Abagnall también la miraba, y al oír cerrarse la puerta del ba?o, se inclinó hacia mí y me susurró: —?Se encuentra bien?

 

—No lo sé —respondí—. Creo que está exhausta.

 

Abagnall asintió y durante un momento no dijo nada.

 

—Volviendo a Vince Fleming… —continuó—, su padre se ganaba bien la vida con sus actividades ilegales. Si hubiera sentido algún tipo de responsabilidad por lo que hizo su hijo, sus finanzas le habrían permitido dejar buenas sumas de dinero a la tía de su mujer para contribuir a su educación.

 

—Ya ha visto la carta —dije—. Tess se la dio.

 

—Sí, junto con los sobres. ?Se lo ha explicado a su mujer?

 

—Todavía no; aunque me parece que está a punto de hacerlo. Creo que interpreta la decisión de Cynthia de contratarle a usted como una se?al inequívoca de que está preparada para saberlo todo.

 

Abagnall asintió con aire pensativo.

 

—Creo que sería mejor que las cosas estuvieran claras para todos, ya que estamos tratando de encontrar respuestas.

 

—Tenemos pensado ir a ver a Tess ma?ana por la noche. De hecho, quizá sería mejor ir hoy.

 

Para ser honesto, estaba pensando en los honorarios diarios de Abagnall.

 

—Es una buena… —El teléfono de Abagnall sonó dentro de su chaqueta—. Un informe de la cena, sin duda —comentó mientras sacaba el móvil. Pero cuando vio el número pareció sorprendido, devolvió el teléfono al bolsillo y dijo—: Ya dejarán un mensaje.

 

Cynthia bajó por las escaleras.

 

—Se?ora Archer, ?se encuentra usted bien? —preguntó Abagnall. Ella asintió y volvió a sentarse. él se aclaró la garganta—. ?Está segura? Porque tengo que hablarles de otra cosa…

 

—Sí, por favor, continúe —le pidió Cynthia.

 

—Miren, podría haber una explicación muy simple para esto; podría tratarse de un error administrativo, nunca se sabe. La burocracia siempre se ha destacado por sus errores.

 

—?Qué pasa?

 

—Bien, cuando me contó que no tenía ninguna fotografía de su padre, como le dije, me puse en contacto con el departamento de tráfico. Creía que ellos podrían ayudarme, pero no resultaron ser de mucha utilidad.

 

—?No tenían su foto? ?Es de cuando los permisos aún no llevaban fotos? —preguntó Cynthia.

 

—ése sería un buen tema de discusión —dijo Abagnall—. Pero el caso es que no tienen constancia de que su padre haya tenido jamás permiso de conducir.

 

—?Qué quiere decir?

 

—No hay constancia de él, se?ora Archer. Por lo que respecta al departamento de tráfico, su padre no ha existido nunca.

 

 

 

 

 

Capítulo 19

 

 

—Pero podría ser lo que usted ha dicho —argüyó Cynthia—. La gente desaparece de los archivos informáticos; suele pasar muy a menudo.

 

Denton Abagnall asintió.

 

—Eso es verdad. El hecho de que el nombre de Clayton Bigge no aparezca en los registros del departamento no es en sí mismo significativo. Pero entonces busqué informes previos de su número de la Seguridad Social.

 

—?Y? —inquirió Cynthia.

 

—Y tampoco obtuve nada. Es muy difícil encontrar un registro de su padre en cualquier lado, se?ora Archer. No tenemos ninguna foto de el. Miré en sus cajas de zapatos y no pude encontrar ni un resguardo de pago de cualquier trabajo. ?Por casualidad conoce el nombre de la empresa para la que trabajaba y que le mandaba de viaje tan a menudo?

 

Cynthia lo pensó un momento.

 

—No —respondió.

 

—En Hacienda no hay ningún expediente sobre él. Por lo que he averiguado, nunca pagó impuestos. No con el nombre de Clayton Bigge, al menos.

 

—?Qué está diciendo? —preguntó Cynthia—. ?Insinúa que era un espía o algo así? ?Un agente secreto?

 

Abagnall sonrió.

 

—Bien, no necesariamente. Nada tan exótico.