Sin una palabra

—No iba a jugar con él; sólo quería mirarlo.

 

—?No quiero que juegues con él ni que lo mires ni que lo toques! —le espetó Cynthia.

 

Grace se dio por vencida y volvió a concentrarse en el puré de patatas.

 

Cynthia estaba preocupada y nerviosa. Quién no lo estaría, después de haber descubierto hacía sólo una hora que el hombre al que había conocido durante toda su vida como Clayton Bigge podría no haber sido nunca esa persona.

 

—Creo —intervine— que esta noche deberíamos ir a ver a Tess.

 

—?Sí! —exclamó Grace—. ?Vamos a ver a la tía Tess!

 

Como si despertara de un sue?o, Cynthia dijo:

 

—?No era ma?ana? Yo creía que habías dicho que iríamos ma?ana.

 

—Ya lo sé, pero creo que nos iría bien ir hoy. Tenemos mucho de que hablar; deberías explicarle lo que nos ha contado el se?or Abagnall.

 

—?Qué os ha contado? —preguntó Grace.

 

Le dediqué una mirada que hizo que se callara en el acto.

 

—La he llamado antes —dijo Cynthia— y he dejado un mensaje. Debe de estar fuera; ya nos llamará cuando lo oiga.

 

—Deja que la llame yo —dije mientras alcanzaba el teléfono.

 

Sonó media docena de veces antes de que saltara el contestador. Puesto que Cynthia ya había dejado un mensaje, no me pareció que tuviera mucho sentido dejar otro.

 

—Te lo he dicho —comentó Cynthia.

 

Eché un vistazo al reloj de pared: eran casi las siete. Fuera lo que fuese que estuviese haciendo Tess, estaba claro que no la mantendría fuera de casa mucho tiempo más.

 

—?Por qué no cogemos el coche y nos acercamos hasta su casa?; quizá cuando lleguemos ya esté de vuelta, o podemos esperar un rato hasta que aparezca. Aún tienes la llave, ?no?

 

Cynthia asintió.

 

—?No crees que esto puede esperar hasta ma?ana? —preguntó.

 

—Creo que no sólo le encantaría enterarse de lo que ha descubierto Abagnall, sino que además quizás haya algunas cosas que tenga ganas de compartir contigo.

 

—?Qué quiere decir eso de que puede haber cosas que quiera compartir conmigo? —inquirió Cynthia.

 

Grace también me observaba con curiosidad, pero tuvo la prudencia de no decir nada esta vez.

 

—No lo sé. Quizá toda esta información nueva le evoque algo, le haga recordar cosas en las que hace a?os que no piensa. No sé, si le explicamos que tu padre podría haber tenido otra… identidad, quizá se diera cuenta de que eso explicaría muchas cosas y nos cuente algo.

 

—Hablas como si ya supieras lo que tiene que decirme.

 

Yo tenía la boca seca. Me puse en pie, dejé correr el agua del grifo hasta que salió fría, llené un vaso, me lo bebí, me di la vuelta y me apoyé en la encimera.

 

—Muy bien —dije—. Grace, tu madre y yo tenemos que hablar a solas.

 

—No he terminado de cenar.

 

—Llévate el plato y ve a mirar la tele.

 

Grace cogió su plato y salió de la cocina con expresión de amargura. Yo sabía que estaba pensando que siempre se perdía lo mejor.

 

—Antes de que le dieran los últimos resultados de las pruebas —expliqué a Cynthia—, Tess creía que se estaba muriendo.

 

Cynthia se quedó inmóvil.

 

—Tú lo sabías.

 

—Sí. Me dijo que le quedaba poco tiempo.

 

—?Y no me lo contaste?

 

—Por favor, déjame explicártelo. Después podrás enfadarte. —Los ojos de Cynthia se me clavaron como pu?ales—. En aquel momento estabas bajo mucho estrés, y Tess me lo contó a mí porque no estaba segura de que pudieras lidiar con una información como ésta. Y fue una buena idea que no te lo dijera a ti, porque al final resulta que está bien. No debemos olvidar eso.

 

Cynthia no dijo nada.

 

—El caso es que cuando creía que estaba a punto de morir sintió que había otra cosa que debía contarme, algo que creía que tú tenías que saber en el momento adecuado. No estaba segura de vivir lo suficiente para poder decírtelo ella misma.

 

Y entonces se lo conté. Todo. La nota anónima, el dinero, cómo aparecía en cualquier parte, en cualquier momento. Cómo la ayudó a pagar sus estudios, y cómo Tess había seguido las instrucciones que le habían dado y nunca se lo había dicho a nadie durante todos esos a?os.

 

Cynthia escuchaba; me interrumpió un par de veces para preguntarme algo, pero dejó que lo soltara todo.

 

Cuando terminé, parecía anonadada, y dijo algo que no solía decir muy a menudo.

 

—Creo que me iría bien beber algo.

 

Cogí una botella de whisky de una estantería alta de la despensa y le serví un vaso peque?o. Se lo bebió de un trago, y le serví medio vaso más. También se lo bebió de golpe.

 

—?Muy bien! —exclamó—. Vamos a ver a Tess.