Sin una palabra

Pensar en ello era sobrecogedor.

 

Cuando me obligué a dejar de hacerlo, mi mente se ocupó en otros temas igualmente peliagudos. ?Quien había hecho aquello? ?Por qué? ?Había sido Tess una víctima al azar o su muerte tenía que ver con Cynthia y la amenaza de la carta escrita todos esos a?os atrás?

 

?Dónde estaba la tarjeta de visita de Denton Abagnall? ?No la había colgado Tess del corcho, tal como me había dicho? ?Había decidido que no le llamaría para darle más información, la había arrancado y la había tirado a la basura?

 

Al día siguiente, consumido por estas y otras preguntas, encontré la tarjeta que Abagnall nos había dejado y llamé a su móvil.

 

Enseguida salió un mensaje del operador que me indicaba que el se?or Abagnall no estaba disponible y que podía dejar un mensaje.

 

De modo que probé en el número de su casa. Respondió una mujer.

 

—?Podría hablar con el se?or Abagnall, por favor?

 

—?De parte de quién?

 

—?Es usted la se?ora Abagnall?

 

—?Con quién hablo, por favor?

 

—Soy Terry Archer.

 

—?Se?or Archer! —Sonaba un poco nerviosa—. Iba a llamarlo ahora mismo.

 

—Se?ora Abagnall, necesito hablar con su esposo. Es probable que la policía ya se haya puesto en contacto con él; anoche les di el teléfono de su marido y…

 

—?Sabe algo de él?

 

—?Disculpe?

 

—?Sabe dónde se encuentra mi marido?

 

—No.

 

—Esto no es propio de él. A veces tiene que pasarse la noche trabajando, o vigilando a alguien, pero siempre se pone en contacto conmigo en algún momento.

 

Tenía una desagradable sensación en la boca del estómago.

 

—Ayer por la tarde estuvo en nuestra casa —dije—. A última hora. Vino para ponernos al día.

 

—Lo sé —respondió ella—. Hablé con él después de que saliera; dijo que alguien le había llamado y le había dejado un mensaje diciendo que volverían a llamar.

 

Recordé que el móvil de Abagnall había sonado mientras estábamos en la sala; yo había dado por supuesto que era su mujer, que le llamaba para explicarle lo que había para cenar, pero él había mirado la pantalla, se sorprendió de que no fuera de casa y dejó que saltara el contestador.

 

—?Volvieron a llamar?

 

—No lo sé. Fue la última vez que hablé con él.

 

—?La policía se ha puesto en contacto con usted?

 

—Sí. Casi me da un ataque al corazón cuando he abierto la puerta esta ma?ana y me los he encontrado ahí. Pero se trataba de una mujer de cerca de Derby que ha sido asesinada en su casa.

 

—Es la tía de mi mujer —le expliqué—. Fuimos a hacerle una visita y nos la encontramos.

 

—?Por Dios! —exclamó la se?ora Abagnall—. Lo siento mucho.

 

Antes de hablar pensé en lo que iba a decir, puesto que últimamente había adquirido el hábito de mantener a la gente al margen de cosas que pudieran preocuparles innecesariamente. Pero esa estrategia tampoco había resultado muy útil, así que me lancé.

 

—Se?ora Abagnall, no quiero preocuparla, y estoy seguro de que hay una muy buena razón para que su marido no se haya puesto en contacto con usted, pero creo que debería llamar a la policía.

 

—Oh —dijo en voz muy baja.

 

—Pienso que debería decirles que su marido ha desaparecido, aunque no haga mucho tiempo.

 

—Ya veo —reflexionó la se?ora Abagnall—. Bien, ahora mismo les llamo.

 

—Y póngase en contacto conmigo en cuanto tenga noticias de su marido. Le voy a dar el número de casa, por si no lo tiene, y el móvil también.

 

No me pidió que esperara para ir a buscar un bolígrafo. Supuse que, estando casada con un detective, habría siempre un bloc y un bolígrafo junto al teléfono.

 

Cynthia entró en la cocina. Acababa de volver de la funeraria. Gracias a Dios, Tess lo había organizado todo para hacer las cosas lo más fáciles posible a su familia. Hacía unos a?os que había terminado de pagar los plazos de su funeral, y quería que esparcieran sus cenizas por el estrecho de Long Island.

 

—Cyn —dije.

 

No me respondió. Me ignoraba. Sin importarle si era o no racional, de algún modo me consideraba responsable de la muerte de Tess, e incluso yo estaba empezando a preguntarme si las cosas habrían sido diferentes en caso de haberle contado a Cynthia todo lo que sabía cuando me había enterado de ello. ?Habría estado Tess en casa cuando llegó su asesino, si Cynthia hubiera sabido cómo había conseguido Tess pagarle los estudios? ?O habrían estado ambas en un lugar completamente diferente, trabajando en equipo, quizás ayudando a Abagnall en su investigación?

 

Nunca llegaría a saberlo. Y aquello era algo con lo que tendría que vivir.

 

Ninguno de los dos había ido a trabajar. Cynthia se había tomado una baja indefinida en la tienda de ropa, y yo llamé a la escuela para decir que seguramente no podría ir durante un par de días y que era una buena idea que cogieran a un profesor sustituto. Quienquiera que fuera, mentalmente le deseé suerte con mi clase.