—No —respondí—. Al menos no en el sentido de que fuera un completo desconocido. Creo que alguien mató a Tess por un motivo concreto.
—?Qué? —exclamó—. ?Qué piensa la policía?
—Por lo que sé, no tienen ninguna pista —expliqué—. Les empecé a contar todo lo que había pasado hace a?os y vi la expresión de sus ojos; creo que esta historia les supera.
—Sí, bueno, ?qué esperabas? —inquirió Rolly—. Ya tienen bastante trabajo con mantener el orden aquí y ahora.
El barco redujo la velocidad hasta detenerse, y el director de la funeraria se acercó.
—?Se?ora Archer? Creo que estamos preparados.
Nos juntamos todos sobre la cubierta mientras le entregaba a Cynthia la urna con las cenizas de Tess. La ayudé a abrirla; ambos actuábamos como si estuviéramos manejando dinamita, asustados por si lanzábamos a Tess en el momento equivocado. Cynthia agarró con fuerza la urna con las dos manos, se dirigió a la borda y la abrió mientras Grace, Rolly, Millicent, Pam y yo la mirábamos.
Las cenizas cayeron sobre el agua, se disolvieron y se dispersaron. En unos segundos, lo que quedaba de Tess había desaparecido. Cynthia me devolvió la urna, y por un momento pareció que fuera a desvanecerse. Rolly se acercó, pero ella alzó la mano para indicar que se encontraba bien.
Grace había traído una rosa —había sido idea suya—, que lanzó al agua.
—Adiós, tía Tess —dijo—. Gracias por el libro.
Aquella ma?ana Cynthia había manifestado su deseo de decir algunas palabras, pero cuando llegó el momento no se sintió con fuerzas. Y yo no me veía capaz de encontrar palabras más significativas o sentidas que las que había pronunciado Grace en su sencilla despedida.
De vuelta a la bahía vi a una mujer negra, baja, vestida con tejanos y cazadora de cuero marrón, de pie al final del muelle. Era casi tan ancha como alta, pero demostró su agilidad y gracilidad al agarrar el barco cuando éste se acercó, para ayudar a amarrarlo.
—?Terence Archer? —preguntó dirigiéndose a mí, con un ligero acento de Boston.
Le dije que sí.
Me mostró una placa que la identificaba como Rona Wedmore, detective de la policía. Y no era de Boston, sino de Milford. Extendió una mano para ayudar a Cynthia a bajar al muelle mientras yo alzaba a Grace sobre la madera desgastada.
—Me gustaría hablar un momento con usted —dijo; no era una pregunta.
Cynthia, que tenía a Pam al lado, dijo que se ocuparía de Grace. Rolly se quedó atrás con Millicent. Wedmore y yo avanzamos lentamente por el muelle hacia un barco negro sin nombre.
—?Es sobre Tess? —pregunté—. ?Han arrestado a alguien?
—No, se?or, no hemos arrestado a nadie —respondió—. Estoy segura de que están haciendo todo lo que pueden, pero el caso lo lleva otro detective. Estoy informada de todos los avances que se consiguen —hablaba muy rápido; sus palabras me llegaban como si fueran balas—. He venido a hacerle algunas preguntas sobre Denton Abagnall.
Intenté sobreponerme a la decepción.
—?Sí?
—Ha desaparecido. Hace dos días —continuó.
—Lo sé. Hablé con su mujer un día después de que hubiera estado en nuestra casa. Le dije que llamara a la policía.
—?No lo ha visto desde entonces?
—No.
—?Ha sabido algo de él?
—No —respondí—. No puedo evitar pensar que tiene algo que ver con el asesinato de la tía de mi mujer. Había ido a verla poco antes de su muerte. Le dejó una tarjeta de visita, y ella me dijo que la había clavado en un corcho, junto al teléfono. Pero cuando la encontramos muerta ya no estaba allí.
Wedmore escribió algo en su libreta.
—Estaba trabajando para usted.
—Sí.
—Cuando desapareció. —No era una pregunta, así que me limité a asentir—. ?Qué cree usted?
—?Sobre qué?
—?Qué le ha ocurrido?
Su voz denotaba un atisbo de impaciencia, como si pensara: ??De qué otra cosa podría estar hablando??.
Hice una pausa y alcé la vista hacia el cielo azul y despejado.
—No me gusta pensar en ello —contesté—. Pero creo que está muerto. Creo que incluso es posible que recibiera una llamada telefónica de su asesino mientras estaba en nuestra casa, repasando el caso con nosotros.
—?A qué hora fue eso?
—Alrededor de las cinco de la tarde, más o menos.
—?Fue antes de las cinco, después, o a las cinco?
—Yo diría que a las cinco.
—Porque nos hemos puesto en contacto con su compa?ía telefónica para que comprobara todas sus llamadas entrantes y salientes. Hubo una llamada a las cinco, efectuada desde una cabina en Milford. Hubo otra más tarde, desde otra cabina de Milford, que sí contestó, y más tarde algunas llamadas de su esposa que no respondió.
No tenía ni idea de qué hacer con aquella información.
Cynthia y Grace estaban entrando en la parte de atrás del Caddy del director de la funeraria.
Wedmore se inclinó hacia mí agresivamente, y aunque era unos veinticinco centímetros más baja que yo, su presencia imponía.