Sin una palabra

—?Quién podría querer matar a su tía, y a Abagnall? —preguntó.

 

—Alguien que intenta asegurarse de que el pasado no salga a la luz —respondí.

 

Millicent sugirió que fuéramos todos juntos a comer, pero Cynthia prefería ir directa a casa, así que la llevé. A Grace le había afectado claramente el funeral y toda la ma?ana había sido una especie de revelación para ella —su primera experiencia con la muerte—, pero me alegró ver que todo ello no había hecho mella en su apetito. Justo después de cruzar la puerta dijo que estaba hambrienta y que si no comía algo enseguida se moriría.

 

—Oh, lo siento —a?adió al instante.

 

Cynthia le dedicó una sonrisa.

 

—?Qué te parece un bocadillo de atún?

 

—?Con apio?

 

—Si tenemos… —respondió Cynthia.

 

Grace se dirigió a la nevera y abrió el cajón de las verduras.

 

—Sí hay, pero está un poco blando —informó.

 

—Tráelo, a ver qué podemos hacer.

 

Yo colgué la chaqueta del respaldo de la silla de la cocina y me aflojé la corbata. Para ir al instituto nunca tenía que arreglarme tanto, y me sentía constre?ido e incómodo con aquella ropa. Me senté, aparqué por un momento todo lo que había ocurrido aquella ma?ana y miré a mis dos chicas. Cynthia buscó una lata de atún y el abrelatas mientras Grace colocaba el apio en la encimera.

 

Cynthia escurrió el aceite de la lata, volcó el atún en un bol y le pidió a Grace que cogiera la salsa Miracle Whip. ésta fue de nuevo a la nevera, agarró el bote, sacó la tapa y lo depositó también en la encimera. Luego rompió una rama de apio y la agitó en el aire. Parecía de goma.

 

Le dio un golpe involuntario en el brazo a su madre con ella, jugando.

 

Cynthia se dio la vuelta y la miró, se acercó lentamente, cortó otra rama de apio y golpeó a Grace en el brazo. Entonces empezaron a pelearse en broma usando las ramas de apio como si fueran espadas.

 

—Toma ésta —dijo Cynthia.

 

Ambas se echaron a reír y se abrazaron.

 

Siempre me había preguntado qué clase de madre habría sido Patricia, y ahora tenía la respuesta frente a mis propias narices.

 

Más tarde, después de que Grace hubiera terminado de comer y hubiera subido a su habitación a cambiarse de ropa, Cynthia me dijo:

 

—Hoy estás guapo.

 

—Tú también —le respondí.

 

—Lo siento —dijo.

 

—?El qué?

 

—Lo siento. No te echo la culpa por lo de Tess. Me equivoqué cuando dije lo que dije.

 

—No pasa nada. Debería habértelo contado todo. Antes.

 

Ella miró el suelo.

 

—?Puedo preguntarte algo? —inquirí, y ella asintió—. ?Por qué crees que tu padre guardaría un recorte de periódico sobre un accidente de coche?

 

—?De qué estás hablando? —se extra?ó.

 

—Guardaba un recorte sobre un accidente de coche cuyo conductor se dio a la fuga.

 

Las cajas de zapatos estaban aún sobre la mesa de la cocina, así como el artículo sobre la pesca con mosca junto con el recorte sobre la mujer de Sharon cuyo cuerpo había sido encontrado en la cuneta.

 

—Déjame ver —pidió Cynthia mientras se secaba las manos. Yo se lo alargué y ella lo sujetó con delicadeza, como si fuera un pergamino, antes de leerlo—. No me puedo creer que nunca lo hubiera visto.

 

—Creías que tu padre había guardado el recorte por el artículo de pesca con mosca.

 

—Quizá lo guardó por el artículo de pesca.

 

—Creo que así es, en parte —respondí—. Pero me pregunto cuál de los dos fue primero. ?Vio la historia sobre el accidente y decidió recortarla, pero luego, puesto que le interesaba, a?adió el artículo sobre pesca? ?O vio primero el texto sobre pesca con mosca y luego el otro, y por alguna razón lo pegó? ?O…? —Hice una pausa—. ?Quería conservar el artículo sobre el accidente pero le daba miedo que si lo conservaba solo, alguien, tu madre por ejemplo, podría encontrarlo y hacerse preguntas, mientras que si lo guardaba con el otro quedaría camuflado?

 

Cynthia me había devuelto el recorte.

 

—?De qué demonios estás hablando? —preguntó.

 

—La verdad es que no lo sé…

 

—Cada vez que miro esas cajas —explicó Cynthia— espero encontrar alguna cosa que no haya visto nunca antes. Es bastante frustrante. Quieres encontrar una respuesta, pero no está ahí. Y sin embargo —continuó—, sigo creyendo que la encontraré. Alguna peque?a pista. Como la pieza clave de un rompecabezas, la que te ayuda a colocar todas las demás.

 

—Lo sé —dije—, lo sé.

 

—Este accidente en el que murió esa mujer… ?cómo dices que se llamaba?

 

—Connie Gormley —respondí—. Tenía veintisiete a?os.

 

—No había oído ese nombre en mi vida. No significa nada para mí. Pero ?y si es ésa? ?Y si es la pieza?

 

—?Crees que puede serlo? —pregunté.

 

Sacudió lentamente la cabeza.

 

—No.

 

Yo tampoco lo creía.

 

Pero eso no impidió que subiera arriba con el recorte y me sentara enfrente del ordenador para buscar cualquier información sobre el accidente ocurrido veintiséis a?os atrás en el que había muerto Connie Gormley.