—Sí, me gustaría —respondió—. Me gustaría mucho.
Se acomodó en el sofá y Cynthia trajo una bandeja con café, tazas, azúcar y leche, así como unas galletas de chocolate; luego sirvió café en las tres tazas, le ofreció el plato de galletas a Abagnall y éste tomó una; mientras, por dentro, tanto Cynthia como yo gritábamos: ??Por Dios, díganos lo que sabe! ?No podemos esperar un minuto más!?.
Cynthia echó un vistazo a la bandeja.
—Sólo he traído dos cucharas, Terry —me dijo—, ?podrías ir a por otra?
Volví a entrar en la cocina, abrí el cajón de los cubiertos para coger la cuchara y algo llamó mi atención en el espacio entre el cubertero y la pared del cajón, donde se amontonaban todo tipo de chismes, desde lápices y bolis hasta las cintitas de plástico para cerrar las bolsas de pan de molde.
Una llave.
La saqué. Era la llave extra de la puerta de atrás que normalmente colgaba del clavo.
Regresé a la sala de estar con la cuchara, y al tiempo que me sentaba Abagnall sacó su libreta. La abrió y pasó unas cuantas páginas.
—Veamos que tenemos aquí —empezó. Cynthia y yo esbozamos una sonrisa paciente—. Muy bien; vamos allá —dijo, y miró a Cynthia—. Se?ora Archer, ?qué puede contarme de Vince Fleming?
—?Vince Fleming?
—Eso es. Es el chico con el que estaba esa noche. Usted y él habían aparcado el coche en… —Se detuvo—. Lo siento —se disculpó, mirando a Cynthia, luego a mí y luego otra a vez a Cynthia—. ?Se siente incómoda si hablo de esto delante de su marido?
—No hay problema —le tranquilizó Cynthia.
—Estaban en el coche aparcado, en el exterior del centro comercial, creo. Ahí es donde su padre la encontró y se la llevó a casa.
—Sí.
—He tenido oportunidad de revisar los informes policiales sobre el caso, y la productora de la televisión me dejó ver una cinta del programa (lo siento, no lo vi cuando lo emitieron; no me gustan mucho los programas sobre crímenes), pero la mayor parte de la información que manejaban era la de la policía. Y este tal Vince Fleming… Tiene un historial lleno de altibajos, no sé si me entiende.
—Me temo que no he vuelto a saber nada de él desde aquella noche —explicó Cynthia.
—A lo largo de toda su vida ha tenido problemas con la ley —nos informó Abagnall—. Igual que su padre. Anthony Fleming. Dirigía una organización criminal bastante importante en aquellos tiempos.
—?Como la mafia? —pregunté.
—No a tan gran escala. Pero sí una parte significativa del tráfico de drogas entre New Haven y Bridgeport. Prostitución, sobornos, ese tipo de cosas.
—?Dios mío! —exclamó Cynthia—. No tenía ni idea. Sabía que Vince tenía facilidad para meterse en problemas, pero no tenía ni idea de en qué andaba metido su padre. El padre, ?aún está vivo?
—No. Le dispararon en 1992. Unos aspirantes a matones le asesinaron después de un trato que salió fatal.
Cynthia sacudía la cabeza; no se lo podía creer.
—?La policía les detuvo?
—No hizo falta —replicó Abagnall—. La gente de Anthony Fleming se encargó de ello. Como represalia acribillaron a balazos una casa en la que estaban los responsables y unos cuantos más que no lo eran, pero que tuvieron la mala suerte de encontrarse en el sitio equivocado en el momento equivocado. Se dio por hecho que Vince Fleming había estado al mando de aquella operación, pero nunca se le condenó; ni siquiera le acusaron.
Abagnall se inclinó para coger otra galleta.
—La verdad es que no debería comer más —comentó—. Mi mujer siempre me prepara unas cenas deliciosas.
—Pero ?qué tiene que ver todo esto con Cynthia y su familia? —intervine.
—Nada concreto —respondió el detective—. Pero he visto la clase de persona en que se ha convertido Vince Fleming y me preguntaba qué clase de persona habría sido antes, aquella noche en la que su familia desapareció.
—?Cree que él tuvo algo que ver? —preguntó Cynthia.
—Simplemente no lo sé. Pero habría tenido una razón para estar enfadado. El padre de usted había interrumpido su cita y se la había llevado con él. Aquello debió de ser humillante también para él. Y si él tuvo algo que ver con la desaparición de sus padres, y la de su hermano, si él… —bajó la voz—… si él los mató, su padre tenía los medios y la experiencia para ayudarle a no dejar pistas.
—Estoy seguro de que la policía debió de investigarlo en su momento —argüí—. No puede ser usted la primera persona a quien se le haya ocurrido.
—Tiene razón. La policía lo investigó. Pero nunca encontraron nada concluyente. Sólo hubo algunas sospechas; además, Vince y su familia tenían una coartada mutua: él dijo que se había ido a casa después de que Clayton Bigge se llevara a su hija.
—Eso explicaría una cosa —reflexionó Cynthia.
—?El qué? —pregunté.
Abagnall sonreía. Debía de imaginarse lo que Cynthia iba a decir: —Eso explicaría por qué estoy viva.
Abagnall asintió.