Sin una palabra

No vi venir la bofetada. Creo que Cynthia tampoco, y ella fue la que me la dio. Sólo sucedió. Una explosión de ira, como un trueno, allí fuera en la entrada. Y todo lo que fuimos capaces de hacer durante un par de segundos fue mirarnos el uno al otro en silencio, atónitos. Cynthia parecía estar en estado de shock, con ambas manos sobre su boca abierta.

 

—Supongo que me puedo considerar afortunado de que no me la hayas dado con el dorso de la mano —dije finalmente—. No estaría de pie ahora mismo.

 

—Terry —dijo ella—. No sé lo que ha ocurrido. Es como… es como si me hubiera vuelto loca por un segundo.

 

La acerqué a mí.

 

—Lo siento —le susurré al oído—. Siempre seré el hombre que está de tu parte, siempre estaré aquí.

 

Ella me rodeó con los brazos y apoyó la cabeza en mi pecho. Tenía bastante claro que íbamos a tirar el dinero, pero aunque Denton Abagnall no descubriera nada, quizá contratarle era exactamente lo que Cynthia necesitaba. Tal vez tenía razón. Era una manera de tomar el control de la situación.

 

Al menos durante un tiempo. Tanto como pudiéramos pagarlo. Hice unos rápidos cálculos mentales y concluí que un plazo de la hipoteca, junto con la reducción de gastos de alquiler de películas durante un par de meses, nos permitirían disponer de una semana del tiempo de Abagnall.

 

—Vamos a contratarlo —le dije.

 

Ella se abrazó a mí con más fuerza.

 

—Si no encuentra algo pronto —dijo, aún sin mirarme—, se acabó.

 

—?Qué sabes del tipo? —pregunté—. ?Es de fiar?

 

Cynthia se separó de mí y se sorbió los mocos. Le alargué un pa?uelo de mi bolsillo y ella se secó las lágrimas de los ojos y se sonó.

 

—Llamé a los de Deadline y hablé con la productora. Se puso a la defensiva cuando supo que era yo, supongo que pensaba que iba a poner el grito en el cielo por lo de la vidente, pero entonces le pregunté si alguna vez utilizaban detectives para sus investigaciones y ella me dio el nombre de este tipo. Dijo que no habían usado sus servicios, pero que una vez habían hecho un reportaje sobre él. Por lo visto está entre los mejores.

 

—Entonces vamos a hablar con él.

 

Abagnall había permanecido sentado en el sofá, mirando el contenido de las cajas de recuerdos de Cynthia, y se puso en pie en cuanto entramos. Vi que se daba cuenta de que yo tenía la mejilla roja, pero lo disimuló muy bien.

 

—Espero que no le importe —dijo—. Estaba echando un vistazo a sus cosas. Me gustaría poderlas mirar mejor, dando por hecho que han tomado alguna decisión respecto a si quieren mi ayuda.

 

—Así es —le informé—. Nos gustaría que intentara averiguar lo que le ocurrió a la familia de Cynthia.

 

—No voy a darle falsas esperanzas —explicó Abagnall. Hablaba lentamente, con calma, y de vez en cuando apuntaba algo en una libreta—. Se trata de una pista muy fría. Empezaré por revisar el informe de la policía y hablaré con cualquiera que recuerde haber trabajado en el caso. Pero creo que tendría que ser realista con sus expectativas.

 

Cynthia asintió con gravedad.

 

—No veo que haya mucho aquí —dijo se?alando las cajas de zapatos— que me llame la atención, que me dé algún tipo de pista, al menos a primera vista. Pero me gustaría echarles otro vistazo, con calma, si no le importa.

 

—Me parece bien —accedió Cynthia—, siempre que me las devuelva.

 

—Por supuesto.

 

—?Y qué hay del sombrero? —preguntó ella.

 

El sombrero que Cynthia decía ser de su padre estaba en el sofá, junto a Abagnall. Antes lo había estado estudiando.

 

—Bien —dijo—, lo primero que sugiero es que usted y su marido revisen los sistemas de seguridad, quizá deberían reforzar las cerraduras o poner cerrojos de seguridad en las puertas.

 

—Ya me he encargado de eso —respondí.

 

Había llamado a un par de cerrajeros para ver cuál podía venir antes.

 

—Porque sea o no el sombrero de su padre, alguien entró y lo dejó aquí. Tienen una hija; supongo que quieren que esta casa sea lo más segura posible. Por lo que respecta a determinar si eso no de su padre —continuó, en voz baja y reconfortante—, supongo que podría llevarlo a un laboratorio privado para que intentaran hacer una prueba de ADN con restos de pelo o de sudor del forro. Pero no va a ser barato, se?ora Archer, y deberá proporcionar una muestra de su ADN para poder compararlos. Si resulta que hay alguna coincidencia entre su ADN y el que pudieran encontrar en el sombrero… Bien, eso confirmaría que es el sombrero de su padre, pero no nos diría si está vivo o no.

 

Por su aspecto, estaba claro que Cynthia empezaba a sentirse abrumada.

 

—?Por qué no nos olvidamos de esa parte por ahora? —sugerí finalmente.

 

Abagnall asintió.

 

—ése sería mi consejo. —Su móvil sonó dentro de la chaqueta—. Discúlpenme un momento. —Abrió el teléfono, vio quién llamaba y contestó—. ?Sí, cari?o? —Escuchó y asintió con la cabeza—. Oh, suena maravilloso. ?Con gambas? —Sonrió—. Pero que no esté demasiado picante. Vale, nos vemos dentro de un rato. —Cerró el teléfono y lo guardó—. Mi mujer —explicó—. Suele llamarme a esta hora para decirme qué va a preparar de cena.