Sin una palabra

—No había pensado en eso.

 

—Se va a sentir traicionada. Va a pensar que a ella no le importó ocultarle esa información durante todos estos a?os, y que ella tenía derecho a saberlo. Lo cual es cierto. Y de hecho sigue siéndolo. Pero si no se lo contó en su momento, ahora ya es agua pasada.

 

Asentí, pero de pronto me detuve.

 

—Pero yo acabo de descubrirlo. Si no se lo cuento, ?no la estoy traicionando del mismo modo que ella puede sentir que lo hizo Tess?

 

Rolly se me quedó mirando y sonrió.

 

—Es por eso que me alegro que sea tu decisión y no la mía, compa?ero.

 

Al llegar a casa el coche de Cynthia estaba en la entrada, y había otro vehículo desconocido aparcado junto al bordillo. Un sedán Toyota plateado, el tipo de coche anodino que al cabo de un segundo de haber visto ya has olvidado.

 

Entré por la puerta principal y vi a Cynthia sentada en el sofá de la sala frente a un hombre bajo, fornido, prácticamente calvo y con la tez aceitunada. Ambos se pusieron en pie y Cynthia se acercó a mí.

 

—Hola, cari?o —me saludó con una sonrisa forzada.

 

—Hola, amor.

 

Me di la vuelta hacia el hombre y extendí la mano, que él estrechó con seguridad, al tiempo que le saludaba.

 

—Se?or Archer —me saludó con una voz profunda y casi almibarada.

 

—éste es el se?or Abagnall —le presentó Cynthia—. Es el detective privado que hemos contratado para descubrir qué le ocurrió a mi familia.

 

 

 

 

 

Capítulo 15

 

 

—Denton Abagnall —se presentó el detective—. La se?ora Archer me ha informado de los detalles, pero de todos modos me gustaría hacerle algunas preguntas a usted, se?or Archer.

 

—Claro —accedí, mientras levantaba el dedo dándole a entender que esperase un segundo; me volví hacia Cynthia y le pregunté—. ?Puedo hablar un minuto contigo?

 

Ella se dirigió a Abagnall:

 

—?Nos disculpa un momento?

 

él asintió. Acompa?é a Cynthia hasta el escalón de entrada de la puerta principal. Nuestra casa era tan peque?a que me imaginé que si teníamos aquella discusión —que suponía iba a volverse un poco acalorada— en la cocina, Abagnall nos oiría.

 

—?Qué demonios pasa aquí? —pregunté.

 

—No voy a quedarme más con los brazos cruzados —explicó Cynthia—. No voy a esperar a que pase algo, preguntándome todo el rato qué será. He decidido tomar las riendas de la situación.

 

—?Qué esperas exactamente que descubra? —inquirí—. Cynthia, es una pista muy antigua. Han pasado veinticinco a?os.

 

—Oh, gracias —ironizó—. Se me había olvidado. —Hice una mueca—. Y además, esto no pasó hace veinticinco a?os —a?adió—. Ocurrió la semana pasada. Y la llamada de teléfono que recibí el día que acompa?aste a Grace a la escuela tampoco llegó hace veinticinco a?os.

 

—Cari?o —dije—. Incluso aunque contratar un detective privado fuera una buena idea, no creo que podamos permitírnosla. ?Cuánto cobra?

 

Ella me informó de su tarifa diaria.

 

—Y a eso hay que a?adir los gastos extra.

 

—Muy bien, ?y cuánto tiempo tienes planeado que trabaje en ello? —pregunté—. ?Una semana? ?Un mes? ?Seis meses? Con un caso como éste, podría investigar durante un a?o y aun así no llegaría a ningún lado.

 

—Podemos saltarnos un pago de la hipoteca —dijo Cynthia—. ?Recuerdas la carta que nos envió el banco antes de Navidad? Te ofrecían saltarte un pago en enero para poder pagar los cargos de tu tarjeta Visa de Navidad. A?aden el pago anulado al final de tu hipoteca. Podrían volver a hacerlo, y ése sería mi regalo de Navidad. No hace falta que me compres nada este a?o.

 

Miré hacia el suelo y sacudí la cabeza. La verdad es que no sabía qué hacer.

 

—?Qué te pasa, Terry? —preguntó Cynthia—. Una de las razones por las que me casé contigo fue porque sabía que eras el tipo de hombre que estaría siempre a mi lado cuando le necesitara, que conocía la historia que tenía detrás, que me apoyaría, que estaría de mi parte. Pero últimamente… no sé, tengo la sensación de que quizá ya no seas ese hombre. De que tal vez te estés cansando de ser ese hombre. De que quizá ni siquiera estas seguro de creerme siempre.

 

—Cynthia, no…

 

—Quizás ésa sea una de las razones por las que hago esto, por la que quiero contratar a este hombre: porque no va a juzgarme. No va a pensar que soy una especie de chalada.

 

—Yo nunca he dicho que fueras una…

 

—No hace falta —atajó Cynthia—. Puedo verlo en tus ojos. Cuando pensé que aquel hombre era mi hermano… creíste que me había vuelto loca.

 

—?Joder! —exclamé—. Contrata si quieres a tu jodido detective.