La multitud de la hora de la comida se había dispersado para cuando Rolly y yo llegamos al Stonebridge. él pidió un cóctel de marisco y una cerveza para empezar, y yo opté por una sopa de almejas de Nueva Inglaterra con extra de tropezones, y café.
Rolly me contó que quería poner su casa en venta lo antes posible, que cuando se compraran la caravana en Bradenton aún les sobraría un montón de dinero. Podrían guardar una parte en el banco, invertir, irse de viaje de vez en cuando. Y Rolly iba a comprarse un barco para poder ir a pescar en el río Manatee. Era como si ya no fuera el director; estaba en otro lado.
—Hay algo que me ronda la cabeza —dije.
Rolly dio un sorbo a su cerveza.
—?Es sobre Lauren Wells?
—No —respondí, sorprendido—. ?Qué te ha hecho pensar que quería hablarte sobre Lauren Wells?
Se encogió de hombros.
—Antes os vi hablando en el vestíbulo.
—Es una idiota —dije.
Rolly sonrió.
—Una idiota muy bien dotada.
—No sé qué quieres decir. Creo que, en su mundo, Cynthia y yo hemos adquirido el estatus de celebridades o algo así. Lauren no hablaba apenas conmigo hasta que salimos en la tele.
—?Me podrías firmar un autógrafo? —preguntó Rolly.
—?Vete a la mierda! —repliqué. Me quedé un momento callado, para que quedara claro que iba a cambiar de tema, y a?adí—: Cynthia siempre te ha considerado como un tío, lo sabes, ?verdad? Sé que has cuidado de ella después de lo que pasó. Así que tengo la sensación de que puedo hablar contigo sobre ella cuando surge algún problema.
—Sigue.
—Estoy empezando a preguntarme si a Cynthia se le está yendo la cabeza.
Rolly dejó su vaso de cerveza sobre la mesa y se relamió los labios.
—?No estáis yendo ya a ver a esa psiquiatra, esa doctora Krinkle o algo así?
—Kinzler, sí. Vamos cada dos semanas.
—?Has hablado de esto con ella?
—No. Es difícil. Bueno, a veces habla con nosotros por separado. Supongo que podría comentárselo. Pero no se trata de algo concreto; es una suma de muchas cosas peque?as.
—?Como cuáles?
Le puse al corriente. La ansiedad por el coche marrón. La llamada anónima de alguien diciendo que su familia la perdonaba, y el modo en que accidentalmente había borrado esa llamada. La persecución en el centro comercial, con el hombre que creyó que era su hermano. El sombrero en el centro de la mesa.
—?Qué? —exclamó Rolly—. ?El sombrero de Clayton?
—Sí —repliqué—. Estaba claro; bueno, supongo que ha podido tenerlo guardado en esa caja durante todos estos a?os, aunque el caso es que tenía una marca dentro, su inicial, bajo el forro.
Rolly se quedó pensativo.
—Si fue ella quien lo dejó ahí pudo haber escrito ella misma la letra.
Aquello no se me había ocurrido. Cynthia había hecho que yo buscara la inicial, en lugar de coger el sombrero y buscarla ella misma. Aunque su expresión de espanto había sido bastante convincente.
Pero supuse que lo que Rolly sugería era posible.
—Y ni siquiera tiene por qué ser el sombrero de su padre. Podría ser cualquier sombrero. Podría haberlo comprado en una tienda de segunda mano y decir que era suyo.
—Lo olió —expliqué—. Y cuando lo hizo, dijo que no tenía ninguna duda de que era el sombrero de su padre.
Rolly me miró como si yo fuera uno de sus estúpidos estudiantes del instituto.
—Y podría haber dejado que lo olieras tú también, para confirmarlo, pero eso no prueba nada.
—Podría estar inventándoselo todo —dije—. No puedo creer que esté pensando eso.
—No me parece que Cynthia esté mentalmente desequilibrada —dijo Rolly—. Está sometida a un tremendo estrés, sí, pero de eso a tener alucinaciones…
—No —asentí—. No es su estilo.
—O a inventarse cosas… ?Por qué tendría que hacerlo? ?Por qué iba a fingir que había recibido una llamada? ?Por qué iba a organizar algo como lo del sombrero?
—No lo sé. —Me encogí de hombros a modo de respuesta—. ?Para llamar la atención? ?Para que la policía reabriera el caso y descubriera finalmente lo que le ocurrió a su familia?
—?Y por qué ahora? —preguntó Rolly—. ?Por qué esperar tanto tiempo para hacerlo?
Otra vez no tenía ni idea.
—Mierda, no sé qué pensar. Sólo me gustaría que todo esto terminase, incluso aunque descubriéramos que todos murieron aquella noche.
—Pasar página —dijo Rolly.
—Odio esa expresión —repliqué—, pero sí, a eso me refiero.
—Hay otra cosa que has de tener en cuenta —a?adió Rolly—. Si no fue ella la que dejó el sombrero en la mesa, entonces lo cierto es que alguien se metió en vuestra casa, y eso no significa necesariamente que fuera el padre de Cynthia.
—Lo sé —repliqué—. Ya he decidido adoptar medidas de seguridad.