Sin una palabra

—Vale, ?setecientos! —gritó Keisha mientras Cynthia y yo nos dirigíamos al camerino.

 

—La verdad es que la has cagado —le dijo Paula a Keisha—. Podrías haber salido por la tele, publicidad gratis y todo lo que quisieras, pero has tenido que joderlo por unos cientos de dólares.

 

Keisha le lanzó una mirada asesina y luego soltó, refiriéndose a su pelo: —Vaya permanente de mierda, zorra.

 

—Tenías razón —dijo Cynthia mientras volvíamos a casa.

 

Sacudí la cabeza.

 

—Estuviste muy bien largándote así. Deberías haber visto la cara que se le quedó a la supuesta vidente cuando te quitaste el micro. Era como si viera desaparecer a su proveedor.

 

A la luz de los faros de un coche que circulaba en dirección contraria pude ver la sonrisa de Cynthia. Grace se había quedado dormida en el asiento de atrás, después de acribillarnos a preguntas que no le respondimos.

 

—Una noche perdida —dijo Cynthia.

 

—No —respondí—. Tenías razón antes, y siento habértelo puesto difícil. Incluso aunque sólo haya una posibilidad entre un millón, hay que comprobarlo. Y eso es lo que hemos hecho. Y ahora ya podemos ponerle una cruz y seguir adelante.

 

Aparcamos en el camino de entrada. Abrí la puerta de atrás, desabroché el cinturón de Grace y la llevé en brazos hasta la sala, detrás de Cynthia. Ella fue a encender las luces de la cocina mientras yo me dirigía a las escaleras para llevar a Grace a la cama.

 

—Terry —dijo Cynthia.

 

Normalmente le hubiera dicho ?un segundo?, y hubiera llevado antes a Grace arriba, pero algo en la voz de mi mujer me dijo que debía entrar en la cocina de inmediato.

 

Y eso hice.

 

Justo en el centro de la mesa de la cocina había un sombrero negro de hombre. Un viejo Fedora usado y desgastado.

 

 

 

 

 

Capítulo 12

 

 

Ella intentó acercarse a él tanto como le fuera posible.

 

—Por Dios Santo, ?me estás escuchando? —susurró—. He venido hasta aquí para verte y tú ni siquiera abres los ojos. ?Crees que es fácil llegar hasta aquí? Con todo lo que he pasado por ti… Me he esforzado, así que lo menos que podrías hacer es mantenerte despierto unos minutos. Tienes todo el día para dormir; yo solo estoy aquí un rato.

 

?Bien, déjame decirte algo. No vas a abandonarnos. Te vas a quedar un poco más con nosotros, eso seguro. Cuando llegue el momento de marcharte, créeme, serás el primero en saberlo.

 

Entonces pareció que él intentaba decir algo.

 

—?Cómo dices? —preguntó ella—. ?Ah, él! —dijo—. Esta noche no ha podido venir.

 

 

 

 

 

Capítulo 13

 

 

Dejé a Grace con suavidad en el sofá del salón, deslicé un cojín bajo su cabeza y volví a la cocina.

 

Por el modo en que Cynthia lo miraba, el Fedora podría haber sido una rata muerta. Estaba de pie lo más lejos posible de la mesa, con la espalda contra la pared y los ojos desencajados por el miedo.

 

No era el sombrero lo que me asustaba a mí. Era el modo en que había llegado hasta allí.

 

—Vigila un momento a Grace —le indiqué a Cynthia.

 

—Ten cuidado —me dijo ella.

 

Subí al piso de arriba, encendí las luces de todas las habitaciones y asomé la cabeza por las puertas a medida que lo hacía. Comprobé el ba?o y entonces decidí verificar las habitaciones de nuevo, mirando en los armarios y debajo de las camas. Todo parecía estar en su sitio.

 

Bajé las escaleras y abrí la puerta que daba a nuestro sótano destartalado. Alcé la mano y tiré del cordón para encender la bombilla.

 

—?Ves algo ahí? —me preguntó Cynthia desde arriba.

 

Veía una lavadora y una secadora, una mesa de trabajo llena de cachivaches, un buen surtido de latas de pintura medio vacías, un colchón doblado. Poco más.

 

Subí de nuevo.

 

—La casa está vacía —afirmé.

 

Cynthia seguía mirando el sombrero.

 

—Ha estado aquí —dijo.

 

—?Quién ha estado aquí?

 

—Mi padre. Ha estado aquí.

 

—Cynthia, está claro que alguien ha entrado y ha dejado eso en la mesa, pero eso no significa que haya sido tu padre.

 

—Es su sombrero —dijo, con más calma de que la hubiera esperado. Me acerqué a la mesa y alargué la mano para cogerlo—. ?No lo toques! —exclamó.

 

—No me va a morder —la tranquilicé.

 

Así una de las alas entre el índice y el pulgar y luego lo agarré con ambas manos, le di la vuelta, lo miré por dentro.

 

No había duda de que era un sombrero viejo. Los bordes del ala estaban gastados, el forro, oscurecido por a?os de sudor, la tela brillante por el desgaste en algunos puntos.

 

—Sólo es un sombrero —dije.

 

—Mira el interior —pidió—. Hace a?os, mi padre perdió un par de sombreros, alguien se los cogió por error en dos restaurantes, y una vez él se llevó el de otra persona; así que escribió una ?C? con rotulador en la parte inferior de la banda interna. La inicial de Clayton.

 

Pasé el dedo alrededor de la banda interior, desdoblándola. Encontré la letra en el lado izquierdo, en la parte de atrás. Le di la vuelta al sombrero para que Cynthia pudiera verla.

 

Ella aspiró profundamente.