Sin una palabra

—?Tendrá espejos con luces? —preguntó Grace mientras un ayudante se la llevaba.

 

Después de haber maquillado a Cynthia y Keisha, las sentaron a ambas en el sofá, con la caja de zapatos entre ellas. Paula se sentó en una silla frente a ambas, mientras colocaban ruidosamente un par de cámaras en posición. Yo me perdí entre las sombras del estudio, lo suficientemente lejos para no molestar, pero bastante cerca para poder observar.

 

Paula recapituló un poco, hizo un peque?o resumen de la historia que habían emitido unas semanas antes. Más tarde podrían editar algo más para a?adirlo. Entonces le explicó a la audiencia que había habido una extraordinaria novedad en el caso. Había aparecido una vidente, alguien que podía ofrecer algunas pistas acerca de la desaparición de la familia Bigge en 1983.

 

—Vi vuestro programa —comentó Keisha en un tono suave y agradable—. Por supuesto, me pareció muy interesante, pero no pensé mucho en ello después de verlo. Y entonces, un par de semanas más tarde, estaba ayudando a un cliente a contactar con un familiar muerto, y no estaba teniendo tanto éxito como suelo tener. Era como si hubiera una especie de interferencia, como si estuviera intentando llamar a alguien y comunicara.

 

—Fascinante —murmuró Paula.

 

La cara de Cynthia no mostraba expresión alguna.

 

—Y entonces oí una voz que me decía: ?Por favor, dale un mensaje a mi hija?.

 

—?De verdad? ?Y dijo quién era?

 

—Dijo que se llamaba Patricia.

 

Cynthia parpadeó.

 

—?Y qué más dijo?

 

—Dijo que quería que me pusiera en contacto con su hija Cynthia.

 

—?Por qué?

 

—No estoy del todo segura. Creo que quería que me pusiera en contacto con ella para conseguir más información. Por eso quería —dirigió una sonrisa a Cynthia— que trajeras algunos recuerdos, para poder sostenerlos en las manos y entender mejor lo que sucedió.

 

Paula se inclinó hacia Cynthia.

 

—Has traído algunas cosas, ?verdad, Cynthia?

 

—Sí —respondió ella—. ésta es una de las cajas de zapatos que ya os ense?é. Hay fotos, viejos recortes de periódico, retazos de cosas. Puedo ense?arte lo que hay dentro y…

 

—No —la interrumpió Keisha—. No hace falta. Si pudieras darme la caja…

 

Cynthia dejó que la cogiera y se la colocara en el regazo. Keisha puso una mano en cada lado y cerró los ojos.

 

—Siento mucha energía —dijo.

 

?Joder, esto es demasiado?, pensé.

 

—Siento… tristeza. Mucha tristeza.

 

—?Qué más sientes? —preguntó Paula.

 

Keisha frunció el ce?o.

 

—Siento que… estás a punto de recibir una se?al.

 

—?Una se?al? —preguntó Cynthia—. ?Qué clase de se?al?

 

—Una se?al… que te ayudará a encontrar respuestas a tus preguntas. No creo que pueda decirte mucho más.

 

—?Por qué? —preguntó Cynthia.

 

—?Por qué? —preguntó Paula.

 

Keisha abrió los ojos.

 

—Necesito… necesito que apaguen las cámaras un momento.

 

—Vale —dijo Paula—. ?Chicos? ?Podemos apagar un momento las cámaras?

 

—Muy bien —dijo uno de los técnicos.

 

—?Qué problema hay, Keisha? —preguntó Paula.

 

—?Qué ocurre? —preguntó casi al mismo tiempo Cynthia, inquieta—. ?Qué es lo que no podías decir delante de las cámaras? ?Algo sobre mi madre? ?Algo sobre lo que ella quería que me dijeses?

 

—Más o menos —respondió Keisha—. Pero antes de seguir con esto quería saber cuánto me van a pagar.

 

?Ya estamos?.

 

—Bueno, Keisha —explicó Paula—, ya te hemos explicado que íbamos a cubrir tus gastos y a pagar el hotel si era necesario, pues ya sabemos que has venido desde Hartford, pero aparte de eso, no vamos a pagar tus servicios en un sentido profesional del término.

 

—Eso es lo que había entendido —replicó Keisha, que ahora parecía un poco enfadada—. Tengo algo muy importante que decirle a esta chica, y si quieres escucharlo, vais a tener que compensarme económicamente.

 

—?Por qué no le dices lo que tienes que decirle y después hablamos? —sugirió Paula.

 

Me acerqué hacia donde estaban y miré a Cynthia hasta que ella me miró a mí.

 

—Cari?o —dije, y le hice un gesto con la cabeza para que nos fuéramos.

 

Ella asintió con resignación, se sacó el micrófono de la blusa y se puso en pie.

 

—?Adónde vas? —preguntó Paula.

 

—Nos vamos —dije yo.

 

—?Qué quieres decir? —preguntó Keisha, indignada—. ?Adónde vais?

 

—Nos largamos de aquí —dije yo.

 

—?Qué significa eso? —preguntó Keisha, furiosa—. ?Adónde vais? Mira, si el programa no va a pagarme por lo que tengo que decirte, quizá tú deberías hacerlo.

 

—No voy a dejar que sigan tomándome el pelo —replicó Cynthia.

 

—Mil dólares —dijo Keisha—. Te diré lo que tu madre me dijo para ti por mil dólares.

 

Cynthia estaba ya rodeando el sofá. Yo alargué la mano para coger la suya.