Sin una palabra

—Bueno…

 

 

?Hablando técnicamente?, pensó, pero decidió que no valía la pena entrar en esa discusión.

 

—Eso es básicamente lo que hizo —dijo ella—. Ese dinero era mío; no tenía ningún derecho a quedárselo.

 

—Bueno, no se lo gastaba en ella. Lo usaba para…

 

—?Basta! Cuanto más pienso en ello más me altero. Y no me gusta que la defiendas.

 

—No la estoy defendiendo —dijo.

 

—Debería haber encontrado un modo de decírmelo y hacer las cosas bien.

 

??Y cómo podría haberlo hecho??, pensó él. Pero optó por callar.

 

—?Estás ahí? —preguntó ella.

 

—Sí, aún estoy aquí.

 

—?Querías decirme algo?

 

—Nada. Sólo que… en realidad eso habría sido un poco difícil, ?no crees?

 

—A veces no puedo hablar contigo —exclamó ella—. Llámame ma?ana. Si antes de eso necesito una conversación inteligente, hablaré con el espejo.

 

 

 

 

 

Capítulo 17

 

 

Después de que Abagnall se marchara, llamé a Tess por el móvil para ponerla al día.

 

—Le ayudaré en todo lo que pueda —aseguró Tess—. Creo que Cynthia hace bien al contratar a alguien para que investigue. Si está decidida a dar este paso, creo que ya puedo contarle lo que sé.

 

—Pronto nos reuniremos todos.

 

—Cuando sonó el teléfono estaba a punto de llamarte —explicó Tess—. Pero no quería llamar a casa; habría parecido extra?o que preguntara por ti si contestaba Cynthia, y creo que ya no tengo el número de tu móvil.

 

—?Qué ocurre, Tess?

 

Respiró hondo.

 

—Terry, me han hecho otra prueba.

 

Sentí cómo me flojeaban las piernas.

 

—?Qué te han dicho?

 

La última vez me había dicho que le quedaban entre seis meses y un a?o. Me pregunté si el calendario se habría acortado.

 

—Me voy a poner bien —dijo—. Dijeron que las otras pruebas eran bastante concluyentes, pero estaban equivocadas. La última era definitiva. —Hizo una pausa—. Terry, no me estoy muriendo.

 

—Oh, Dios mío, Tess; ésa es una noticia sensacional. ?Están seguros?

 

—Están seguros.

 

—Es maravilloso.

 

—Sí, si fuera del tipo de persona que reza, diría que mis plegarias han sido escuchadas. Pero Terry… dime que no se lo has contado a Cynthia.

 

—No le he dicho nada —la tranquilicé.

 

Cuando entré, Cynthia me secó una lágrima que me caía por la mejilla. Creía que las había secado todas, pero evidentemente se me había escapado una. Ella alzó la mano y la borró con su dedo índice.

 

—Terry —me dijo—, ?qué ocurre?

 

Yo la estreché entre mis brazos.

 

—Soy tan feliz… —dije—. Tan feliz…

 

Debió de pensar que me estaba volviendo loco. A nuestro alrededor nadie era nunca tan feliz.

 

Los dos días siguientes Cynthia estuvo mucho más tranquila de lo que había estado en mucho tiempo. Ahora que Abagnall se encargaba del caso, parecía que por fin se había calmado. Yo tenía miedo de que fuera a llamar al detective cada dos horas por el móvil, como había hecho con los productores de Deadline, para conocer sus progresos, si es que los había. Pero no fue así. Sentados a la mesa de la cocina, justo antes de subir a la cama, me preguntó si creía que habría descubierto algo, lo cual mostraba que tenía el tema en mente, pero estaba deseando dejarle trabajar sin presión.

 

Al día siguiente, cuando Grace llegó de la escuela, Cynthia le sugirió que fueran a las pistas de tenis que había detrás de la biblioteca, y ella aceptó encantada. La verdad es que mi tenis no ha mejorado mucho desde los tiempos de la universidad, así que casi nunca empu?o una raqueta, pero aún disfruto viendo jugar a las chicas, y sobre todo maravillándome con el magnífico revés de Cynthia. Así que me uní a ellas y me llevé algunos trabajos para corregir; de vez en cuando alzaba la vista y veía a mi hija y a mi mujer correr y reír y gastar bromas. Por supuesto, Cynthia no utilizó su revés para machacar a Grace; al contrario, no paraba de darle consejos para que mejorara el suyo. Grace no jugaba del todo mal, pero después de pasar media hora en la pista, vi que estaba cansada y me pregunté si preferiría estar en casa leyendo a Carl Sagan, como el resto de ni?as de ocho a?os.

 

Cuando terminaron, les propuse que cenáramos de camino a casa.

 

—?Estás seguro? —preguntó Cynthia—. ?Qué hay de… nuestros otros gastos?

 

—No me importa —dije.

 

Cynthia me sonrió con aire travieso.

 

—?Qué pasa contigo? Desde ayer eres el tipo más encantador de la ciudad.

 

?Cómo explicárselo? ?Cómo contarle lo emocionado que estaba por las buenas noticias de Tess cuando ella nunca había sabido las malas? Se alegraría de que Tess estuviera bien, pero le dolería que la hubiéramos excluido.

 

—Es sólo que me siento… optimista —expliqué.

 

—?Crees que Abagnall va a descubrir algo?

 

—No necesariamente. Sólo me siento como si hubiéramos doblado una esquina, que tú, que nosotros, hemos pasado una época difícil y que está a punto de terminar.