Sin una palabra

Lo de abrir los regalos parecía haberla agotado, porque se reclinó en el asiento con un suspiro profundo.

 

—?Estás bien? —inquirió Cynthia.

 

—Estoy de perlas —replicó, y a?adió, como si acabara de recordar algo—: Oh, no puedo creerlo. Quería comprar helado para Grace.

 

—No pasa nada —la tranquilizó Cynthia—. De todos modos pensábamos llevarte a comer fuera. ?Qué te parece el Knickerbocker's? Te encanta la piel de las patatas.

 

—No sé —dudó Tess—. Supongo que hoy estoy un poco baja; cansada. ?Por qué no comemos aquí? Tengo algunas cosas. Pero la verdad es que quería helado.

 

—Yo puedo acercarme —intervine.

 

Podía ir con el coche a buscar una tienda de comestibles o un 7-Eleven.

 

—Podrías traerme un par de cosas más —dijo Tess—. Cynthia, quizá deberías ir tú; ya sabes que si lo mandamos a él lo traerá todo mal.

 

—Supongo —aceptó Cynthia.

 

—Y hay algo en el garaje que me gustaría que Terry me llevara abajo; si no te importa, claro, Terry.

 

Contesté que por supuesto que no. Tess hizo una lista corta y se la dio a Cynthia, que dijo que no tardaría más de media hora. En cuanto salió por la puerta me dirigí a la cocina y eché un vistazo al corcho que había junto al teléfono de pared y en el que Tess había clavado una foto de Grace en Disneyworld. Abrí el congelador de la nevera, en busca de cubitos para un vaso de agua.

 

En la parte de delante del cajón había una caja de helado de chocolate. Lo cogí y levanté la tapa. Sólo faltaba una cucharada. Supuse que a su edad, a Tess se le empezaba a ir la cabeza.

 

—Eh, Tess —exclamé—. Ya tienes helado.

 

—?Ah sí? —contestó ella desde el comedor.

 

Volví a meter el helado en el cajón, cerré el frigorífico y me senté en el sofá, junto a Tess.

 

—?Qué pasa? —pregunté.

 

—He ido al médico —respondió.

 

—?Cómo? ?Algo va mal?

 

—Me estoy muriendo, Terry.

 

—?Qué quieres decir? ?Qué te ocurre?

 

—No te preocupes, no va a pasar de la noche a la ma?ana. Me quedan unos seis meses, quizás un a?o. Nunca se sabe. Hay gente que aguanta bastante, pero la verdad es que no me apetece mucho que sea largo y extenuante. ésa no es forma de morir. Para ser sincera, me encantaría irme rápido; de repente, ?sabes? Así es mucho más fácil.

 

—Tess, dime qué pasa.

 

Se encogió de hombros.

 

—La verdad es que no importa. Me han hecho algunas pruebas, y hay un par más que tienen que hacer para asegurarse, pero probablemente me dirán lo mismo. El resultado es que puedo ver la línea de meta. Y quería decírtelo a ti antes; Cynthia ya tiene suficiente en lo que pensar últimamente. Los veinticinco a?os, el programa de televisión…

 

—El otro día hubo una llamada anónima —le conté—. Le ha sentado bastante mal.

 

Tess cerró los ojos un instante y sacudió la cabeza.

 

—Pirados. Ven algo por la tele y sacan el listín telefónico.

 

—Eso es lo que yo me imaginé.

 

—Pero en algún momento Cynthia tendrá que saber que no estoy bien. Supongo que se trata de encontrar el momento adecuado.

 

Oímos unos ruidos en la escalera, y Grace emergió del sótano con el libro nuevo sujeto con ambas manos.

 

—?Sabíais —nos informó— que aunque parezca que en la luna han caído muchos más meteoritos que en la Tierra, en realidad han caído más en la Tierra, pero como tiene atmósfera, ésta amortigua el aterrizaje y por eso no se ven todos esos cráteres; pero en la luna no hay aire ni nada, así que cuando un asteroide choca con ella la marca queda ahí para siempre?

 

—Un buen libro, ?eh? —dijo Tess.

 

Grace asintió.

 

—Tengo hambre —exclamó.

 

—Tu madre ha ido a comprar algunas cosas —le informé.

 

—?No está aquí?

 

Moví la cabeza afirmativamente.

 

—Pronto volverá. Pero queda helado en el congelador. Chocolate.

 

—?Por qué no te llevas toda la caja abajo? Y también una cuchara.

 

—?De verdad? —preguntó Grace sorprendida, pues aquello violaba todas las normas de comportamiento que conocía.

 

—A por él.

 

Atravesó a toda prisa la cocina, movió una silla para llegar a la puerta del congelador, cogió el helado y una cuchara del cajón, y se marchó corriendo escaleras abajo.

 

Los ojos de Tess estaban húmedos cuando volví a mirarla.

 

—Creo que deberías decírselo tú a Cynthia —dije.

 

Ella alargó la mano y sujetó la mía.

 

—Oh, por supuesto, no te pediría que hicieras algo así. Sólo necesitaba explicártelo a ti antes, para que cuando se lo cuente a Cynthia estés preparado para ayudarla a superarlo.

 

—También ella tendrá que ayudarme a mí a superarlo —aduje.

 

Tess sonrió ante mis palabras.

 

—La verdad es que has resultado ser un buen partido para ella. Ya sabes que al principio yo no estaba tan segura.

 

—Eso has dicho alguna vez —sonreí.

 

—Me parecías un poco serio. Muy formal. Pero has resultado ser perfecto. Estoy tan contenta de que te encontrara después de lo que ha sufrido…

 

Entonces Tess desvió la mirada, aunque me apretó la mano con un poco más de fuerza.