Tuvimos que conseguir un número que no apareciera en el listín.
Fue una buena idea. Justo antes de hacerlo, recibíamos varias llamadas al día de Paula Malloy, de Deadline, que quería hacer un seguimiento de la historia. Nunca se las devolvimos, y cuando la vimos a través de la ventana en el escalón de la entrada, no abrimos la puerta.
A mí tuvieron que vendarme las costillas, y el médico dice que probablemente Cynthia necesitará cirugía estética en la mejilla. Por lo que respecta a las cicatrices emocionales… bueno, quién lo sabe.
Todavía se está aclarando el tema del patrimonio de Clayton Sloan. Podría tardar un tiempo, pero no importa. Cynthia ni siquiera está segura de querer el dinero. Estoy hablando con ella sobre eso.
A Vince Fleming lo trasladaron del hospital de Lewiston al de Milford. Se va a poner bien. Le hice una visita el otro día y me dijo que sería mejor para mí que Jane sacara sobresaliente en todo. Le dije que estaba trabajando en ello.
También le prometí que no perdería de vista los progresos académicos de Jane, pero lo más probable es que lo haga desde una escuela distinta. Estoy pensando en pedir un traslado. No es muy frecuente que el director de una escuela sea acusado de dos asesinatos. La sala de profesores puede convertirse en un lugar muy incómodo.
El teléfono sonó. Cynthia tenía el auricular en la mano antes de que hubiera terminado de oírse el primer timbre.
—Vale… vale —dijo—. ?Estás bien? ?No ha habido ningún problema? Muy bien… Déjame hablar con la profesora. Hola, se?orita Enders. Sí, no, se la ve muy tranquila. Gracias, muchas gracias… Sí, es cierto, hemos pasado por muchas cosas. Creo que debería seguir yendo a buscarla al salir de la escuela. Por lo menos hoy. Muy bien… Gracias. Vale… Adiós.
Colgó el teléfono.
—Está bien —me informó.
—Eso me imaginaba —dije, y ambos derramamos un par de lágrimas.
—Y tú, ?estás bien? —le pregunté.
Cynthia cogió un pa?uelo de papel y se secó los ojos.
—Sí. ?Quieres un café?
Me dirigí hacia el armario del recibidor, metí la mano en el bolsillo del abrigo que llevaba puesto la noche que todo sucedió y saqué el sobre. Volví a la cocina, donde Cynthia estaba sentada frente a su café después de haber dejado una taza en el otro lado de la mesa para mí.
—Ya te he puesto azúcar —me dijo, y entonces vio el sobre—. ?Qué es eso?
Me senté sin soltarlo.
—Estaba esperando que llegara el momento adecuado, y creo que éste lo es —le expliqué con calma—. Déjame que te ponga en antecedentes.
Cynthia tenía la misma mirada que se suele poner cuando esperas que un médico te dé una mala noticia.
—No es malo —le aclaré—. Clayton, tu padre, me lo explicó a mí, y me dijo que quería que te lo explicara.
—?El qué?
—Aquella noche, después de que tuvieras esa gran bronca con tus padres y te fueras a la cama, supongo que más o menos perdiste el conocimiento. Bien, tu madre, Patricia, se sentía mal. Por lo que habías dicho: no le gustaba cuando os enfadabais así.
—No, ya lo sé —susurró Cynthia—. Le gustaba suavizar las cosas lo antes posible.
—Bueno, supongo que eso es lo que quería hacer, así que te escribió… una nota. La dejó frente a tu puerta antes de llevarse a Todd al drugstore.
Cynthia no podía apartar los ojos del sobre que yo tenía en las manos.
—En cualquier caso, tu padre no se sentía tan conciliador, no todavía. Aún estaba bastante cabreado por haber tenido que salir a buscarte, haberte encontrado en el coche con Vince y haber tenido que llevarte de vuelta a casa. Creía que era demasiado pronto para arreglar las cosas. Así que en cuanto tu madre se marchó, subió y cogió la nota que ella te había dejado, y se la metió en el bolsillo.
Cynthia estaba estupefacta.
—Pero más tarde, tras lo que pasó unas horas después, se convirtió en algo más que en una nota. Era la última nota de una madre a su hija. Era lo último que había escrito. —Hice una pausa—. Así que la guardó, la metió en este sobre y la escondió en la caja de herramientas de su casa, pegada bajo una bandeja. Por si acaso algún día podía dártela. No se trata exactamente de una nota de despedida, pero es como si lo fuera.
Le alargué el sobre, abierto ya por un lado, a Cynthia por encima de la mesa.
Ella sacó el papel de dentro, pero no lo desdobló enseguida. Lo sujetó un momento mientras se armaba de valor. Entonces, con mucho cuidado, lo abrió.
Yo, por supuesto, ya lo había leído. En el sótano de casa de los Sloan en Youngstown. Así que sabía que Cynthia estaba leyendo lo siguiente:
Hola, Calabaza: