Sin una palabra

Al volver a pasar por Winsted le preguntamos a Grace si quería comer algo, pero dijo que no con la cabeza. Quería ir a casa. Cynthia y yo intercambiamos una mirada de preocupación. Llevaríamos a Grace al médico. Había vivido una experiencia traumática, quizá sufría estrés, aunque fuera leve. Pero al cabo de poco rato se quedó dormida, sin ninguna se?al de que estuviera teniendo pesadillas.

 

Un par de horas después llegamos a casa. Cuando cogimos la curva de nuestra calle vi el coche de Rona Wedmore aparcado enfrente, en la acera. Ella estaba sentada al volante. Cuando vio nuestro vehículo salió del suyo, y nos lanzó una mirada dura mientras subíamos por el camino de entrada. Al abrir la portezuela ella estaba ya junto al coche, lista, sospeché, para acribillarme a preguntas.

 

Su expresión se suavizó cuando vio mi mueca mientras me levantaba lentamente del asiento del conductor. Me dolía todo el cuerpo.

 

—?Qué ha ocurrido? —preguntó—. Tiene un aspecto horrible.

 

—Así es exactamente como me siento —confirmé, palpándome una de las heridas con cuidado—. He recibido unas cuantas patadas de Jeremy Sloan.

 

—?Dónde está? —preguntó.

 

Esbocé una sonrisa, abrí la puerta de atrás y, aunque sentía que tenía un par de costillas a punto de partirse, cogí a Grace en brazos para llevarla a casa.

 

—Déjame a mí —dijo Cynthia, que también había salido del coche.

 

—No te preocupes —respondí mientras me dirigía hacia la puerta, y Cynthia se adelantó para abrir la cerradura.

 

Wedmore nos siguió dentro.

 

—No podré aguantar mucho más —dije cuando el dolor se volvió insoportable.

 

—El sofá —me indicó Cynthia.

 

Me las arreglé para depositar con suavidad a Grace allí, aunque tenía la sensación de que iba a dejarla caer, y a pesar del zarandeo y de nuestra conversación, no se despertó. Una vez estuvo en el sofá, Cynthia le colocó algunos cojines bajo la cabeza y la tapó con una manta.

 

Wedmore seguía mirándonos, aunque tuvo la deferencia de darnos unos momentos. Una vez Chyntia hubo cubierto a Grace con la manta, los tres nos dirigimos a la cocina.

 

—Me parece que necesita ir a ver a un médico —empezó diciendo Wedmore.

 

Yo asentí.

 

—?Dónde está Sloan? —repitió—. Si le ha agredido, le detendremos.

 

Yo me apoyé en la encimera.

 

—Va a tener que llamar de nuevo a los submarinistas —le indiqué.

 

Luego se lo expliqué todo. Lo que había descubierto Vince Fleming en el viejo recorte de periódico, y cómo eso nos había llevado hasta Sloan en Youngstown, mi encuentro con Clayton en el hospital, el secuestro de Cynthia y Grace por parte de Enid y Jeremy.

 

El coche cayendo a la cantera por el precipicio, llevándose con él a Clayton, Enid y Jeremy.

 

Sólo me guardé un peque?o detalle, porque aún me preocupaba y no sabía lo que significaba. Aunque tenía un presentimiento.

 

—Vaya —comentó Wedmore—. Menuda historia.

 

—Así es —corroboré—. Si tuviera que inventarme algo, créame, habría sido más creíble.

 

—Tendré que hablar con Grace de esto también —se?aló Rona Wedmore.

 

—Ahora no —replicó Cynthia—. Ya ha sufrido bastante. Está agotada.

 

Wedmore asintió en silencio.

 

—Voy a hacer algunas llamadas —nos informó después—. Pediré submarinistas; supongo que podrán ir esta tarde —y a?adió dirigiéndose a mí—: Vaya al hospital de Milford. Puedo llevarle si quiere.

 

—No es necesario —respondí—. Iré dentro de un rato; si hace falta llamaré a un taxi.

 

Wedmore se marchó y Cynthia dijo que se iba arriba para intentar recuperar un aspecto medianamente respetable. Hacía sólo medio minuto que Wedmore había salido cuando oí que otro vehículo entraba en el camino de entrada. Abrí la puerta y vi a Rolly, con una chaqueta larga sobre una camisa de cuadros azules, que subía el escalón de entrada.

 

—?Terry! —exclamó.

 

Me puse un dedo sobre los labios.

 

—Grace está durmiendo —expliqué.

 

Le indiqué con un gesto que me siguiera a la cocina.

 

—Entonces, ?la has encontrado? —preguntó—. ?Y también a Cynthia?

 

Asentí mientras iba a la despensa en busca de analgésicos. Encontré el bote, me puse algunas pastillas en la mano y me serví un vaso de agua fría del grifo.

 

—Pareces herido —dijo Rolly—. Hay gente que haría cualquier cosa para conseguir la baja.

 

Estuve a punto de reírme, pero me dolía demasiado. Me metí tres pastillas en la boca y tomé un trago largo.

 

—Vaya —dijo Rolly—. Vaya.

 

—Sí —dije yo.

 

—Entonces ?encontraste a su padre? —preguntó—. ?Encontraste a Clayton?

 

Asentí.

 

—Es increíble —comentó—. Que lo encontraras. Que Clayton esté aún en algún lado, todavía vivo después de todos estos a?os.

 

—La verdad es que sí —contesté.

 

No le dije a Rolly que, aunque Clayton había estado vivo todos estos a?os, ya no lo estaba.

 

—Increíble.

 

—?No te preguntas qué ha sido de Patricia? —inquirí—. ?Ni de Todd? ?No sientes curiosidad por saber qué les ocurrió?

 

Rolly movió los ojos, nervioso.

 

—Claro, claro que sí. Pero bueno, ya sé que los encontraron en el coche, en la cantera.

 

—Sí, es cierto. Pero todo lo demás, quién les mató, supongo que ya lo sabes —dije—. De otro modo me lo hubieras preguntado.