Sin una palabra

—No soy un monstruo. Cometí un error. Bebí un poco más de la cuenta, y esa mujer me provocó al pedirme dinero de esa manera. Simplemente ocurrió.

 

Cynthia estaba roja de ira, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas. Supongo que no podía creer lo que estaba oyendo. Demasiados sobresaltos para un solo día. Perdió los nervios, de una manera parecida al día en que la falsa vidente había venido a casa. Soltó un grito y se lanzó sobre él, pero Rolly estaba preparado: balanceó el arma frente a su cara, la golpeó en la mejilla y la tiró al suelo, junto al escritorio de Grace.

 

—Lo siento, Cynthia —dijo—. Lo siento mucho.

 

Creí que en ese momento podría sorprenderle, pero no tardó en apuntarme de nuevo.

 

—Dios, Terry, odio tener que hacer esto. De verdad. Siéntate, en la cama.

 

Dio un paso adelante y yo me senté en el borde de la cama de Grace. Cynthia todavía intentaba levantarse del suelo, mientras la sangre le bajaba por el cuello desde la herida de la mejilla.

 

—Lánzame la almohada —me pidió.

 

Así que aquél era el plan. Colocar la almohada sobre el ca?ón de la pistola para amortiguar el sonido.

 

Lancé una mirada a Cynthia. Una de sus manos estaba bajo la mesa de Grace. Me miró y me hizo un leve gesto de asentimiento. Había algo en sus ojos. No era miedo, era otra cosa. Me estaba pidiendo que confiara en ella.

 

Alargué la mano para coger la almohada de la cabecera de Grace. Era una especial, con un dibujo de la luna y las estrellas en la funda. Se la tiré a Rolly, pero lo hice de manera que el lanzamiento quedara un poco corto, así que tuvo que dar medio paso para cogerla.

 

Fue entonces cuando Cynthia se puso en pie, aunque sería más adecuado decir que dio un salto. Tenía algo en la mano, algo largo y negro.

 

El birrioso telescopio de Grace.

 

Primero lo echó hacia atrás sobre su propio hombro, para coger impulso, y luego lanzó su famoso revés sobre la cabeza de Rolly, poniendo en ello todas sus fuerzas, y un poco más.

 

él se dio la vuelta y lo vio venir, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Ella le alcanzó de lleno en el lado del cráneo, y el sonido no se pareció a nada que se pueda escuchar en un partido de tenis. Se parecía más bien al ruido de un bate al golpear una bola rápida.

 

Era un home run.

 

Rolly Carruthers cayó al suelo como una piedra. Fue asombroso que Cynthia no lo matara.

 

 

 

 

 

Capítulo 50

 

 

—Muy bien —dijo Cynthia—. Sabes cuál es el trato, ?verdad?

 

Grace asintió. Tenía la cartera preparada. Dentro estaba su almuerzo, sus deberes, incluso un móvil. Uno rosa. Cynthia había insistido y yo no se lo discutí. Cuando le contamos nuestro plan a Grace, preguntó:

 

—?Podré enviar mensajes de texto? Es absolutamente necesario que pueda enviar mensajes de texto.

 

Ojalá pudiera decir que Grace es la única alumna de cuarto grado con un móvil, pero sería mentira. ése es el mundo en el que vivimos.

 

—?Qué tienes que hacer?

 

—Cuando llegue al cole, te llamo.

 

—Eso es —dijo Cynthia—. ?Qué más?

 

—Tengo que hacer que la profesora también te salude.

 

—Muy bien. Ya se lo he explicado todo, no habrá problema. Y no va a hacerlo delante de toda la clase, así que no tendrás que avergonzarte.

 

—?Voy a tener que hacer esto cada día?

 

—Vamos a centrarnos en el día de hoy, ?vale? —intervine.

 

Grace sonrió. Ya le parecía bien. Poder ir a la escuela sin escolta, aunque tuviera que llamar cuando llegara, era suficiente para que el acuerdo le resultara muy atractivo. No sé cuál de los tres estaba más nervioso, pero habíamos mantenido una larga charla sobre el tema un par de noches antes. Todos estuvimos de acuerdo en que necesitábamos seguir adelante, recuperar nuestras vidas.

 

Ir sola a la escuela era la prioridad de Grace. Francamente, nos sorprendió. Después de lo que había ocurrido, creíamos que estaría contenta de que la acompa?áramos. El hecho de que aún reclamara su independencia nos pareció una se?al esperanzadora a Cynthia y a mí.

 

Ambos la despedimos con un abrazo y la observamos por la ventana hasta que giró en la esquina.

 

Parecíamos estar aguantando la respiración, y enseguida nos abalanzamos sobre el teléfono de la cocina.

 

Rolly seguía en el hospital, recuperándose de una fuerte conmoción cerebral. Eso hizo que a Roda Wedmore le resultara relativamente fácil encontrarlo para acusarlo por las muertes de Tess Berman y Denton Abagnall. También habían reabierto el caso de Connie Gormley, pero ése seguramente iba a ser un poco más difícil de probar. No había testigo alguno. El único, Clayton, estaba muerto, y no había ninguna prueba física, como el coche que conducía Rolly cuando Clayton y él prepararon el accidente. Seguramente estaba criando óxido en cualquier cementerio de coches.

 

Su mujer Millicent llamó y empezó a gritarnos; dijo que éramos unos mentirosos, que su marido no había hecho nada, que estaban a punto de mudarse a Florida, que iba a conseguir un abogado que nos pateara el culo.