—?Qué co?o estás intentando hacer? —le chilló con rabia Enid a Clayton, que estaba sentado en el asiento del conductor—. ?Apágalo ahora mismo!
Pero Clayton no le prestaba atención alguna. Giró lentamente a la derecha y miró hacia el Toyota de Cynthia. Tenía una sonrisa en el rostro; casi parecía sereno. Hizo un gesto a su hija y dijo: —Nunca, nunca dejé de quererte o de pensar en ti, y en tu madre, y en Todd.
—?Clayton! —aulló Enid.
Y entonces Clayton miró a Grace, cuyos ojos apenas se veían por encima de la puerta.
—Ojalá hubiera podido conocerte, Grace, pero estoy absolutamente seguro que con una madre como Cynthia debes de ser muy, muy especial.
Entonces Clayton se volvió hacia Enid.
—Hasta nunca, miserable hija de puta —dijo, puso una marcha y pisó el acelerador.
El motor rugió y el Impala salió disparado hacia el precipicio.
—?Mamá! —chilló Jeremy mientras rodeaba el coche de Cynthia por delante y se interponía en el camino del Impala, como si pensara que podía detenerlo con su cuerpo.
Quizás en un primer momento había creído que el coche sencillamente estaba deslizándose, como si Clayton hubiera puesto el cambio de marchas en punto muerto por accidente.
Pero no había sucedido así. Clayton estaba intentando ver en cuánto tiempo podía pasar de cero a cien en los diez metros que le separaban del borde del acantilado.
Jeremy cayó sobre el capó delantero del coche, y allí es donde estaba cuando el Impala, con Clayton al volante y Enid chillando en el asiento de al lado, saltó por el precipicio.
Transcurrieron un par de segundos antes de oír cómo caía al agua.
Capítulo 49
Tuve que apartar el Toyota de Clayton, con el parabrisas destrozado, para que hubiera espacio suficiente para irnos con el Corolla de Cynthia. Ella se sentó en el asiento trasero para poder abrazar a Grace durante todo el camino de vuelta a Milford.
Sé que deberíamos haber llamado a la policía y haber esperado allí, en lo alto de la cantera, a que llegaran, pero pensamos que era más importante llevar a Grace a casa, donde se sentiría segura, lo más rápido posible. Clayton, Jeremy y Enid no iban a marcharse a ninguna parte. Aún estarían en el fondo de la cantera cuando llamáramos a Rona Wedmore.
Cynthia quería que yo fuera al hospital, y no había duda de que lo necesitaba. Me dolían intensamente ambos lados del cuerpo, pero una sobrecogedora sensación de alivio mitigaba el dolor. Una vez hubiera dejado a Grace y a Cynthia en casa, iría al hospital de Milford.
No hablamos mucho en el camino de vuelta. Creo que Cynthia y yo pensábamos lo mismo: que no queríamos hablar sobre lo que había ocurrido, no sólo aquel día sino también veinticinco a?os atrás, delante de Grace. Ya había pasado por suficientes cosas. Sólo necesitaba volver a casa.
Pese a todo me las arreglé para que me diera los detalles básicos de lo que había ocurrido.
Cynthia y Grace habían ido con el coche a Winsted y se habían encontrado con Jeremy en el aparcamiento del McDonald's. él les dijo que tenía una sorpresa, que había llevado a su madre con él. Cynthia dedujo, por supuesto, que se trataba de Patricia Bigge.
Muda de asombro, llevó a Cynthia hasta el Impala, y una vez ella y Grace estuvieron dentro del coche, Enid apuntó a la peque?a con la pistola y le dijo a Cynthia que condujera hasta la cantera o la mataría. Jeremy las siguió en el coche de mi mujer.
Una vez en el precipicio, ató a Cynthia y Grace a los asientos delanteros del coche de Cynthia para prepararlas para su viaje sobre el borde del acantilado.
Y entonces llegamos Clayton y yo.
Yo le conté a Cynthia con la misma brevedad lo que había descubierto. Mi viaje a Youngstown. El encuentro con su padre en el hospital. El relato de lo que había ocurrido la noche que su familia desapareció.
Que habían disparado a Vince.
En cuanto llegara a casa llamaría para ver cómo estaba. No quería tener que ir a la escuela y enfrentarme a Jane Scavullo y decirle que el único hombre que se había portado bien con ella en a?os estaba muerto.
Por lo que se refería a la policía, esperaba que Wedmore creyera todo lo que iba a contarle. No sé si yo lo hubiera hecho de no haberme sucedido a mí.
Sin embargo, había algo que no cuadraba. No podía quitarme de la cabeza la imagen de Jeremy de pie ante mí con la pistola en la mano, absolutamente incapaz de apretar el gatillo. Sin duda, no había vacilado a la hora de hacerlo con Tess o con Denton Abagnall.
Ambos habían sido asesinados a sangre fría.
?Qué era lo que Jeremy le había dicho a su madre mientras estaba frente a mí? ?Nunca he matado a nadie antes?.
Sí, eso era.