Mientras nos dirigíamos al norte, hacia Youngstown, me puse a más de ciento cuarenta, y no dejaba de mirar el retrovisor por si veía aparecer las luces rojas. Traté de nuevo de llamar a Vince con el móvil, pero sin ningún éxito. Casi se me había acabado la batería.
Cuando llegamos a la salida de Youngstown me sentí enormemente aliviado. En la autopista me había sentido más vulnerable, más expuesto. Pero ?y si la policía nos estaba esperando en casa de los Sloan? En el hospital podían haberles indicado la dirección del paciente huido, y probablemente vigilarían el lugar. ?Qué paciente terminal no quiere ir a casa y morir en su propia cama?
Conduje la ranchera hasta Maine, torcí a la izquierda, avancé unos tres kilómetros hacia el sur y cogí la calle donde se encontraba la casa de Sloan. Parecía bastante tranquila mientras pasamos por delante de ella: un par de luces encendidas, el Honda Accord aparcado todavía enfrente.
No se veía ningún coche de policía. Aún.
—Voy a llevar la ranchera hasta la parte de atrás para que no se vea desde la calle —informé.
Clayton asintió. Conduje hasta el patio trasero, y apagué el motor y las luces.
—Ve adentro —dijo Clayton—. A ver qué ha pasado con tu amigo. Yo intentaré alcanzarte.
Salté del coche y me dirigí a la puerta trasera. Estaba cerrada con llave, así que la golpeé.
—?Vince! —grité.
Miré a través de las ventanas pero no percibí ningún movimiento. Di la vuelta a la casa hasta llegar a la fachada, sin dejar de mirar arriba y abajo por si aparecía algún coche de policía, y traté de abrir la puerta principal.
La llave no estaba echada.
—?Vince! —llamé mientras entraba en el vestíbulo.
En aquel momento no vi a Enid Sloan, ni su silla, ni a Vince Fleming.
No hasta que llegué a la cocina.
Enid no estaba allí y su silla, tampoco. Pero Vince estaba tendido en el suelo, con la parte de atrás de la camisa te?ida de sangre.
—Vince —dije mientras me arrodillaba junto a él—. Por Dios, Vince. —Creía que estaba muerto, pero dejó escapar un tenue gemido—. Joder tío, aún estás vivo.
—Terry —susurró con la mejilla derecha contra el suelo—. Tenía una… tenía una jodida arma debajo de la manta —Los ojos se le subían por detrás de los párpados. Le salía sangre de la boca—. Menuda vergüenza…
—No hables —le ordené—. Voy a llamar al 091.
Encontré el teléfono, lo descolgué y marqué los tres números.
—Han disparado a un hombre —informé.
Le di la dirección, le pedí a la operadora que se dieran prisa, ignoré todas sus demás preguntas y colgué.
—Vino a casa —susurró Vince cuando volví a arrodillarme a su lado—. Ella le abrió la puerta y ni siquiera le dejó entrar… dijo que tenían que irse enseguida. Le llamó… después de dispararme, y le dijo que se diera prisa.
—?Jeremy ha estado aquí?
—Les oí hablar… —Otro reguero de sangre salió de su boca—. Hablaban de volver. Ella ni siquiera le dejó entrar a mear; no quería que me viera… No le contó…
?En qué estaba pensando Enid? ?Qué pasaba por su cabeza?
Entonces pude oír a Clayton arrastrándose hacia la puerta de entrada.
—Co?o, cómo duele —dijo Vince—. Jodida vieja de mierda.
—Vas a salir de ésta —le tranquilicé.
—Terry —dijo, en voz tan baja que apenas pude oírlo. Acerqué la oreja a su boca—. Ve a verla de vez en cuando… a Jane. ?Vale?
—Aguanta, amigo. Sólo un poco más.
Capítulo 43
—Enid nunca abre la puerta sin un arma debajo de la manta —explicó Clayton—. Sobre todo cuando está sola en casa.
Había conseguido llegar a la cocina y se apoyaba en la encimera mientras miraba a Vince Fleming. Estaba tratando de recuperar el aliento. El camino desde la ranchera, alrededor de la casa y hasta la cocina le había dejado sin resuello.
Una vez hubo recuperado ligeramente las fuerzas, continuó.
—Es fácil subestimarla: una mujer vieja en una silla de ruedas. Habrá esperado el momento adecuado. Cuando él le diera la espalda, cuando estuviera lo bastante cerca como para saber que no fallaría; lo habrá hecho entonces. —Sacudió la cabeza—. En realidad, frente a Enid nadie tiene ninguna posibilidad.
Yo todavía tenía los labios junto al oído de Vince.
—He llamado a una ambulancia. Están de camino.
Esperaba que llegaran pronto, porque yo tenía pocos recursos para ayudar a alguien tan gravemente herido.
—Vale —dijo Vince moviendo los párpados.
—Tenemos que ir tras Jeremy y Enid. Ellos van a por mi mujer y a por mi hija.
—Haz lo que tengas que hacer —susurró Vince.
—Me ha dicho que Jeremy vino a casa —le expliqué a Clayton—; Enid ni siquiera le dejó entrar: le hizo dar media vuelta y se fueron los dos.
Clayton asintió lentamente.
—No intentaba evitarle nada —comentó.
—?Qué?
—Si no le dejó ver lo que había hecho, no fue precisamente para evitarle una escena desagradable. Fue porque no quería que lo supiera.
—?Y por qué?
Clayton respiró hondo un par de veces.