El lado bueno de las cosas



Dios, no te pedí un millón de dólares. No te pedí ser famoso o poderoso. Ni siquiera te pedí que Nikki volviera conmigo. Solo te pedí un encuentro. Una simple conversación cara a cara. Todo lo que he hecho desde que dejé el lugar malo ha sido mejorar para convertirme exactamente en lo que Tú dices a todo el mundo que sea: una buena persona. Y aquí estoy, corriendo a través de Filadelfia Norte en un lluvioso día de Navidad, solo. ?Por qué nos contaste tantas historias acerca de los milagros? ?Por qué enviaste a tu Hijo para que bajase desde el cielo? ?Por qué nos das películas si la vida nunca acaba bien? ?Qué clase de mierda de Dios eres tú? ?Quieres que sea un miserable el resto de mi vida? ?Qué…?

Algo golpea con fuerza mi espinilla y entonces las palmas de mis manos se deslizan a través del mojado cemento. Siento patadas en la espalda, en las piernas y en los brazos. Me hago una bola intentando protegerme a mí mismo, pero las patadas continúan. Cuando siento como si mis ri?ones fueran a explotar, miro hacia arriba para ver quién está haciéndome esto, pero solo veo la suela de una zapatilla antes de que esta me golpee en la cara.





CHIQUILLO LOCO


Cuando me despierto, la lluvia ha parado, pero estoy temblando; me incorporo y me duele todo el cuerpo. Mi abrigo ha desaparecido. Mis zapatos de piel han desaparecido. Todo el dinero que tenía ha desaparecido. Mi cinturón ha desaparecido. El reloj nuevo que me había regalado mi madre por Navidad ha desaparecido. Con los dedos me toco la cara, y se vuelven rojos.

Al mirar alrededor veo que estoy en una calle estrecha llena de coches aparcados. Hay hileras de casas a ambos lados. Algunas están apuntaladas, muchos de los porches y de las escaleras pegados a las partes delanteras necesitan repararse y las luces de la calle no están encendidas, quizá las rompieron a pedradas, lo que hace que el mundo entero parezca oscuro. No estoy en un vecindario seguro, y voy sin dinero, sin zapatos y sin tener alguna idea de dónde estoy. Una parte de mí quiere tumbarse sobre la acera hasta morir congelado, pero antes de que pueda pensar en algo estoy de pie, cojeando por la manzana.

El músculo del muslo derecho está como bloqueado, no puedo doblar la rodilla derecha muy bien.

Una de las casas del bloque esta decorada con adornos de Navidad. En el porche hay un pesebre con figuritas de plástico de María y José, ambas negras. Camino hacia el Ni?o Jesús, pensando que es más probable que la gente que celebra la fiesta me ayude que la que no tiene decoraciones navide?as porque, en la Biblia, Jesús dice que debemos ayudar a la gente sin zapatos a la que han robado.

Cuando finalmente llego a la casa decorada, ocurre algo gracioso. En lugar de llamar a la puerta, cojeo hacia las figuras de María y José porque quiero mirar dentro del pesebre y ver si el Ni?o Jesús también es negro. Mi agarrotada pierna grita de dolor y falla justo cuando llego a la escena de la Natividad. Apoyado en las manos y en una rodilla, veo entre sus padres al Ni?o Jesús, realmente es negro, y está iluminado; su oscura cara brilla como el ámbar y un chorro de luces blancas rodea su peque?o pecho de bebé.

Al entornar los ojos, bajo la luz del Ni?o Jesús, instantáneamente me doy cuenta de que me han robado porque maldije a Dios, así que rezo y pido perdón, y entiendo que Dios me está diciendo que necesito trabajar un poco más en mi carácter antes de que me permita llegar el final del período de separación.

Mi pulso late tan fuerte en mis orejas que ni siquiera he oído que la puerta de la entrada se abría y que un hombre caminaba hacia el porche.

—?Qué estás haciendo con nuestro belén de tía Jasmine? —dice el hombre.

Y cuando vuelvo la cabeza, Dios me hace saber que ha aceptado mis disculpas.

Cuando llevaron a mi amigo negro Danny al lugar malo, no hablaba, como yo, y tenía una gran cicatriz, pero la suya estaba en la parte de atrás de la cabeza, donde una línea rosa sobresalía brillante de su pelo afro. Durante un mes o así, simplemente se sentaba en una silla al lado de la ventana de su habitación, ya que las conversaciones con los terapeutas que lo visitaban lo dejaban frustrado. Los chicos y yo queríamos acabar con esto y le decíamos ?Hola?, pero Danny, cuando le hablábamos, se limitaba a mirar por la ventana, por lo que llegamos a la conclusión de que era una de esas personas cuyo trauma mental era tan malo que probablemente iba a pasar el resto de su vida siendo un vegetal, más o menos como mi compa?ero de habitación, Robbie. Pero un mes más tarde, Danny empezó a comer en la cafetería con el resto de nosotros, a asistir a música y a sesiones de terapia en grupo, e incluso a ir a algunas excursiones en grupo a las tiendas por el puerto y a los partidos en Camden Yards. Era obvio que sí entendía las palabras, e incluso era bastante normal, solo que no hablaba.