El lado bueno de las cosas



Querido Dios, si he hecho algo mal, por favor, por favor, dime qué es para que pueda enmendarlo. Mientras busco en mis recuerdos, no puedo pensar en nada que pueda haberte hecho enfadar, excepto por el pu?etazo al aficionado de los Giants hace unos meses, pero ya pedí perdón por ese asunto, y pensé que habíamos pasado a otra cosa. Por favor, haz que Nikki aparezca. Cuando abra los ojos, por favor, haz que ella esté aquí. Puede que haya tráfico o… ?habrá olvidado cómo llegar a La Salle? Siempre solía perderse en la ciudad. No pasa nada si no se presenta exactamente al atardecer, pero, por favor, hazle saber que aún estoy aquí esperándola, y que la esperaré toda la noche si es necesario. Por favor, Dios. Haré cualquier cosa. Si hicieras que apareciera cuando abra los ojos…

Huelo un perfume de mujer.

Reconozco ese olor.

Respiro profundamente para estar preparado.

Abro los ojos.

—Lo siento, ?vale? —dice, pero no es Nikki—. Nunca pensé que esto te llevaría hasta aquí. Así que voy a ser honesta contigo. Mi terapeuta piensa que estás atascado en un constante estado de negación porque nunca permites poner un punto final, y pensé que podrías pasar página si me hacía pasar por Nikki. Así que inventé todo lo de hacer de enlace en un esfuerzo por proporcionarte un fin, esperando que acabaras con ese desánimo y pudieras seguir adelante con tu vida una vez que entendieras que reunirte con tu ex mujer era imposible. Yo escribí todas las cartas, ?vale? Nunca llegué a contactar con Nikki. Ella ni siquiera sabe que estás sentado aquí. Probablemente, ni siquiera sabe que saliste de la unidad de neurología. No va a venir, Pat. Lo siento.

Estoy mirando la empapadísima cara de Tiffany (pelo mojado, maquillaje corrido) y casi no puedo creer que no sea Nikki. En un primer momento no registro sus palabras, pero cuando lo hago siento que el pecho me arde, y un episodio parece ser inevitable. Mis ojos echan fuego. La cara se me enrojece. De repente, me doy cuenta de que los últimos dos meses han sido completamente ilusorios. Nikki nunca va a volver, y el período de separación va a durar para siempre.

Nikki

Nunca.

Va.

A.

Volver.

Nunca.

Quiero golpear a Tiffany.

Quiero machacarle la cara con los nudillos hasta que los huesos de las manos se me hagan a?icos y Tiffany esté completamente irreconocible, hasta que no tenga una cara con la que poder escupir mentiras.

—Pero todo lo que te dije en las cartas es cierto. Nikki se divorció de ti y se volvió a casar, e incluso interpuso una orden de alejamiento en tu contra. Saqué toda la información de…

—?Mentirosa! —digo, a la vez que me doy cuenta de que estoy llorando otra vez—. Ronnie me dijo que no debía confiar en ti. Que no eras más que una…

—Por favor, escúchame. Sé que ahora sufres una gran conmoción, pero debes enfrentarte a la realidad. ?Te has estado mintiendo a ti mismo durante a?os! Necesitaba hacer algo drástico para ayudarte. Pero nunca pensé que…

—?Por qué? —digo, sintiendo como si fuera a vomitar, como si mis manos fueran a apretar el cuello de Tiffany en cualquier momento—. ?Por qué me has hecho esto?

Tiffany me mira a los ojos durante lo que parece ser un largo rato, y luego su voz se entrecorta igual que la de mamá cuando quiere decir algo que realmente siente de verdad.

—Porque estoy enamorada de ti —dice Tiffany.

Y entonces me levanto y me pongo a correr.

Al principio Tiffany me sigue pero, a pesar de que llevo los zapatos de piel y de que ahora está lloviendo bastante fuerte, me las arreglo para encontrar la velocidad masculina que ella no tiene, corro más rápido de lo que nunca antes había corrido, después de girar las suficientes esquinas y zigzaguear por en medio del tráfico, miro atrás y Tiffany se ha ido, así que bajo el ritmo un poco y hago footing durante lo que parecen ser horas. Sudo bajo la lluvia y el abrigo de mi padre empieza a pesar mucho. Ni siquiera puedo pensar lo que esto significa.

Traicionado por Tiffany. Traicionado por Dios. Traicionado por mi propia película. Aún estoy llorando, y tengo pensamientos horrorosos. Podría lanzar mi cuerpo bajo un autobús o un vagón de metro; podría, mientras estoy de camino, darle un pu?etazo a la ventana de algún coche hasta que la sangre de mis mu?ecas dejara de salir; podría dejarme caer al suelo y golpearme el cráneo contra el hormigón hasta que mis sesos se esparciesen por toda la acera y el pensamiento parase. Pero en lugar de eso, sigo haciendo footing.