El lado bueno de las cosas

Ayudo a mi madre a recoger el papel de envolver y los tazones vacíos de ponche de huevo, y entonces ella me agarra bajo el muérdago en el vestíbulo, está se?alando hacia arriba y sonriendo, así que le doy un beso de buenas noches y ella se aúpa para abrazarme.

—Estoy muy contenta de tenerte en mi vida ahora, Pat —me dice mi madre, apretando los músculos de su brazo con fuerza, y empujando mi cabeza hacia abajo de modo que su hombro sobresale por encima de mi cuello y comienza a resultarme difícil respirar.

En mi habitación, bajo la luz de la vela eléctrica de Navidad que mamá ha encendido en mi ventana durante las vacaciones, desdoblo la nota que Tiffany me ha dado.





CARTA N.o 8 - 24 DE DICIEMBRE DE 2006



Querido Pat:

No voy a ir en Navidad. No voy a ir nunca más. Avanza. Empieza de nuevo. Tiffany y tu familia te ayudarán a conseguirlo. Adiós, esta vez de verdad. No voy a escribirte más, tampoco mantendré ninguna conversación telefónica más con ella, porque no me gusta que me grite o me maldiga de tu parte. No intentes contactar conmigo. La orden de alejamiento aún está vigente.

NIKKI





UN EPISODIO QUE PARECíA INEVITABLE


La ma?ana de Navidad me despierto antes del amanecer y empiezo mi rutina de levantar pesas. Estoy nervioso por encontrarme con Nikki hoy, así que doblo el tiempo de mis ejercicios en un intento de trabajar mi ansiedad. Me doy cuenta de que la nota que Tiffany me dio anoche sugiere que puede que Nikki no esté interesada en reunirse conmigo en aquel lugar tan especial una vez que anochezca, pero también sé que en las películas, justo cuando el personaje principal está a punto de tirar la toalla, ocurre algo sorprendente que lleva a un final feliz. Estoy bastante convencido de que esta es la parte de mi película en la que algo sorprendente ocurrirá, así que confío en Dios, quien sé que no me dejará de lado. Si tengo fe, si voy a aquel lugar especial, algo bonito ocurrirá cuando el sol se ponga, lo sé.

Cuando oigo la música navide?a, dejo las pesas y voy abajo. Mi madre está cocinando huevos y beicon, y el café está haciéndose.

—Feliz Navidad —dice mamá, y me da un besito en la mejilla—. No olvides tus pastillas.

Cojo los frascos de color naranja del armario y los abrazo. Mientras trago mi última píldora, mi padre entra en la cocina y tira el plástico que cubre el periódico al cubo de la basura. Cuando se da la vuelta y se dirige a la sala de estar, mi madre dice:

—Feliz Navidad, Patrick.

—Feliz Navidad —murmura papá.

Comemos huevos, beicon y tostadas juntos, como una familia, pero nadie habla mucho.

En la sala de estar nos sentamos alrededor del árbol. Mamá abre el regalo de papá. Es un collar de diamantes de grandes almacenes, peque?os diamantes con forma de corazón en una fina cadena de oro. Sé que mamá tiene un collar parecido porque lo lleva casi todos los días. Probablemente, mi padre le regaló lo mismo el a?o pasado, pero mamá actúa como si estuviera realmente sorprendida, y dice: ?Patrick, no deberías?, antes de besarlo en los labios y abrazarlo. A pesar de que papá no le devuelve el abrazo a mamá, sé que está feliz porque esboza una especie de sonrisa.

Luego, le damos a papá su regalo, que es de mamá y mío. Rasga el papel de envolver y sujeta una auténtica camiseta de los Eagles, no una de esas con calcomanías pegadas con la plancha.

—?Por qué no tiene ningún número o un nombre? —pregunta.

—Como McNabb se lesionó, pensamos que te gustaría escoger un nuevo jugador favorito —dice mamá—, así que cuando lo hagas, pondremos el número y el nombre correcto cosido en el jersey.

—No malgastéis vuestro dinero —dice papá poniendo el jersey de nuevo en la caja—. No ganarán hoy sin McNabb. No van a jugar los playoffs. Ya me he cansado de ver a ese pésimo equipo de fútbol.

Mamá sonríe hacia mí porque ya le dije que papá diría todo eso, aunque los Eagles hubieran jugado bastante bien. Pero mamá y yo sabemos que papá verá el partido de los Eagles contra los Cowboys más tarde y que elegirá un nuevo jugador favorito a finales del próximo verano, después de haber visto uno o dos partidos de pretemporada, y en ese momento dirá algo así como: ?Jeanie, ?dónde está mi auténtica camiseta de los Eagles? Quiero que me cosan esos números antes de que empiece la temporada?.

Una docena de regalos son para mí, todos ellos comprados y envueltos por mamá. Tengo una nueva sudadera de los Eagles, unas zapatillas para correr, ropa para hacer ejercicio, ropa de vestir, unas cuantas corbatas, una nueva chaqueta de piel de marca y un reloj especial para correr que me ayudará a cronometrar mis carreras e incluso a calcular las calorías que quemo mientras corro. Y…

—?Dios santo, Jeanie! ?Cuántos regalos le has comprado al chico? —exclama papá, pero lo dice de un modo que nos hace saber que no le parece mal del todo.

Después de comer, me doy una ducha, me pongo desodorante en las axilas, algo de la colonia de mi padre y uno de mis nuevos conjuntos para correr.

—Voy a probar mi reloj nuevo —le digo a mamá.

—Caitlin y tu hermano llegarán dentro de una hora —dice mamá—. Así que no tardes mucho.