—Lo es si vas a salir a cenar con ella. Escucha, necesitas saber que…
Ronnie me narra lo que él cree que es la historia de cómo despidieron a Tiffany, pero por el modo en que habla me doy cuenta de que no es imparcial. La explica como lo haría el doctor Timbers, relatando los hechos sin siquiera preguntarse qué sucedía dentro de la cabeza de Tiffany. Me dice lo que los compa?eros escribieron en los informes, lo que el jefe contó a sus padres y lo que la terapeuta le ha dicho desde entonces a Veronica (que es el apoyo de Tiffany y por eso habla una vez a la semana con su terapeuta). Pero en ningún momento me dice lo que Tiffany siente o lo que se le pasa por la cabeza y el corazón, los terribles sentimientos que experimenta, los impulsos conflictivos, las necesidades, la desesperación, todo lo que la hace diferente de Ronnie y de Veronica, que se tienen el uno al otro y que tienen una hija llamada Emily, un buen sueldo, una casa y todas esas cosas que hacen que la gente no piense que eres raro. Lo que me sorprende es que Ronnie me lo cuenta de manera amistosa, como si tratase de protegerme de Tiffany, como si supiera más de estas cosas que yo, como si yo no hubiese pasado unos meses en una institución mental. No comprende a Tiffany y estoy seguro de que tampoco me comprende a mí, pero no le echo la culpa a Ronnie, pues estoy tratando de ser mejor para que Nikki pueda quererme de nuevo cuando termine el período de separación.
—No te estoy diciendo que seas borde o que cotillees sobre ella, solamente te lo digo para protegerte —dice Ronnie. Yo asiento—. Bueno, será mejor que vaya a casa con Veronica. Puede que venga un día para hacer una sesión de pesas contigo, ?te parece?
Asiento otra vez y le observo correr mientras se aleja sintiendo que ha cumplido su misión, pues está claro que se le permitió venir a ver el partido porque Veronica quería que me hablase de Tiffany, probablemente porque Veronica pensó que igual me aprovechaba de su hermana ninfómana, lo cual me cabrea mucho y, sin darme cuenta, estoy llamando al timbre de los Websters.
—?Hola? —me dice la madre de Tiffany cuando abre la puerta. Parece mayor con el pelo canoso y la gruesa chaqueta que lleva a pesar de que estamos en septiembre y ella se encontraba dentro de casa.
—?Puedo hablar con Tiffany?
—Tú eres el amigo de Ronnie, ?no? ?Pat Peoples?
Asiento porque sé que la se?ora Webster sabe quién soy.
—?Te importa que te pregunte qué es lo que quieres de nuestra hija?
—?Quién es? —grita el padre de Tiffany desde otra habitación.
—?Es solamente el amigo de Ronnie, Pat Peoples! —grita a su vez la se?ora Webster—. ?Qué quieres de nuestra Tiffany?
Miro el balón que tengo en las manos y digo:
—Salir a jugar un rato. Hace una tarde preciosa. Pensé que igual quería tomar algo de aire fresco.
—?Solo jugar con el balón? —dice la se?ora Webster.
Le muestro mi anillo de casado para que sepa que no quiero tener sexo con su hija y digo:
—Escuche, estoy casado, solo quiero ser amigo de Tiffany, ?de acuerdo?
La se?ora Webster parece sorprendida por mi respuesta, lo cual es extra?o, pues estoy seguro de que es lo que ella quería escuchar. Pero momentos después dice:
—Da la vuelta a la casa y llama a la puerta.
Llamo a la puerta trasera pero nadie responde.
Llamo tres veces más y me marcho.
Estoy a mitad de camino cuando oigo algo tras de mí. Cuando me vuelvo, veo a Tiffany caminando muy deprisa hacia mí. Lleva un chándal rosa hecho de un material que cuando roza cruje. Cuando se acerca, le paso el balón muy suavemente, pero ella se aparta y el balón cae al suelo.
—?Qué quieres? —dice.
—?Quieres jugar con el balón?
—Odio el fútbol americano; ya te lo dije, ?no?
Como no quiere jugar decido preguntarle simplemente lo que me interesa saber.
—?Por qué me sigues cuando salgo a correr?
—?De verdad te importa?
—Sí —respondo.
Entorna los ojos y hace que su expresión parezca borde y dice:
—Te estoy controlando.
—?Cómo?
—He dicho que te estoy controlando.
—?Por qué?
—Para ver si estás lo suficientemente en forma.
—?Lo suficientemente en forma para qué?
Pero en vez de responder a mi pregunta, dice:
—También estoy controlando tu ética de trabajo, tu fortaleza, la manera en la que te desenvuelves ante los problemas, tu habilidad para perseverar cuando no estás seguro de lo que sucede a tu alrededor y…
—?Por qué?
—Aún no puedo decírtelo —explica.
—?Por qué no?
—Porque aún no he terminado de observarte.
Ella empieza a caminar y yo la sigo. Pasamos el lago, cruzamos el puente y salimos del parque, pero ya no volvemos a hablar.