El lado bueno de las cosas

Dejo el menú en la mesa y veo que Tiffany y la camarera me están mirando como si estuvieran preocupadas. Así que digo:

—Cereales con pasas —digo recordando que solo cuesta 2,25 dólares.

—?Leche?

—?Cuánto cuesta la leche?

—Setenta y cinco céntimos.

Creo que puedo permitírmelo, así que digo:

—Por favor. —Y le devuelvo la carta a la camarera.

—?Eso es todo?

Asiento y la camarera suspira antes de dejarnos solos.

—?Qué has pedido? No lo he oído —le digo a Tiffany tratando de sonar educado pero preocupado por no tener el suficiente dinero para dejar una buena propina.

—Solamente un té —dice, y luego los dos miramos por la ventana los coches que hay en el aparcamiento.

Cuando traen los cereales, abro la peque?a cajita y pongo los cereales en el bol que el restaurante sirve gratis. Luego abro el peque?ísimo tetrabrik y echo la leche sobre los cereales con pasas azucaradas. Empujo el bol hacia el centro de la mesa y le pregunto a Tiffany si quiere compartir los cereales conmigo.

—?Estás seguro? —dice. Y cuando asiento coge su cuchara y empezamos a comer.

Cuando nos traen la cuenta es de 4,59 dólares y le doy a la camarera los dos billetes de veinte. La mujer ríe, sacude la cabeza y dice:

—?Quiere que se lo cambie?

Cuando le respondo que no, pensando que Nikki querría que le diese una buena propina, la mujer se vuelve hacia Tiffany y le dice:

—Cari?o, me había equivocado con él. Espero que los dos volváis pronto, ?de acuerdo?

Me doy cuenta de que la mujer está satisfecha con la propina.

Tiffany no habla en el camino de vuelta a casa, así que yo tampoco hablo. Cuando llegamos a su casa le comento que lo he pasado muy bien.

—Gracias —le digo, y le ofrezco la mano para que no se haga una idea equivocada.

Mira la mano y luego a mí, pero no me da la mano. Durante un instante pienso que se va a echar a llorar otra vez, pero en cambio me dice:

—?Recuerdas cuando te dije que podías follarme?

Asiento lentamente, pues me gustaría no recordarlo.

—No quiero que me folles, Pat. ?De acuerdo?

—De acuerdo —digo.

Camina hacia casa de sus padres y me quedo solo otra vez.

Cuando llego a casa mi madre me pregunta emocionada qué hemos cenado. Cuando le digo que cereales con pasas se echa a reír y dice:

—En serio, ?qué habéis tomado?

Yo la ignoro, subo a mi habitación y cierro la puerta.

Tumbado en la cama, cojo la foto de Nikki y le cuento lo de la cita, lo de cómo le he dado una buena propina a la camarera, lo triste que parece Tiffany, y le digo que tengo muchas ganas de que termine el período de separación para poder compartir cereales con ella y pasear una tarde con la suave brisa de septiembre acariciándonos. De repente, estoy llorando otra vez.

Escondo la cara bajo la almohada para que mis padres no me oigan llorar.





CANTA, DELETREA Y BAILA


Me levanto a las 4.30 de la ma?ana y empiezo a hacer pesas. Cuando termino y salgo del sótano la casa huele a canapés de cangrejo, a pizza barbacoa y a alitas de pollo.

—Huele bien —le digo a mi madre mientras me preparo para salir a correr dieciséis kilómetros.

Estoy sorprendido de descubrir a Tiffany calentando fuera, pues ayer no corrió tras de mí y hoy estoy corriendo por la ma?ana, y no suelo hacerlo a estas horas.

Corro hacia el parque y cuando miro por encima del hombro veo que me está siguiendo de nuevo.

—?Cómo sabías que hoy saldría temprano a correr? —pregunto. Pero ella mantiene la cabeza agachada y no dice nada.

Corremos los dieciséis kilómetros y cuando regreso a casa, Tiffany se va a toda velocidad sin decir nada, como si nunca hubiésemos comido cereales con pasas juntos en el restaurante y como si nada hubiera cambiado.

Veo el BMW plateado de mi hermano aparcado frente a la casa de mis padres, así que entro por la puerta de atrás, subo deprisa la escalera y me meto en la ducha. Cuando termino de ducharme me pongo la camiseta de Hank Baskett (mi madre la ha lavado y ha conseguido quitar las manchas de maquillaje), escucho el sonido de los momentos previos al partido que llega de la salita y me preparo para ver jugar a los Pajarracos.

Mi mejor amigo, Ronnie, está sentado junto a mi hermano y eso me sorprende. Ambos llevan camisetas con el número 18 y el nombre Stallworth escrito en la espalda (la de Ronnie es una de las camisetas baratas pero la de Jake es auténtica). Papá está sentado en su sillón y lleva su camiseta de McNabb con el número 5.

Entro y digo:

—?Adelante, Pajarracos!

Mi hermano se pone en pie, se vuelve hacia mí, levanta los brazos en el aire y grita:

—?Ahhhhhhhhh! —Y sigue gritando hasta que Ronnie y mi padre se ponen en pie, me miran, levantan los brazos y gritan también—. ?Ahhhhhhhhh!

Levanto las manos en el aire y digo:

—?Ahhhhhhhhh!

Los cuatro hacemos el cántico, deletreando la palabra con nuestros brazos y con nuestros cuerpos.