El lado bueno de las cosas

—Si alguna vez quisieras llevar a tu amiga a cenar, yo te prestaría el dinero. —Y de nuevo, la manera en que dice la palabra ?amiga? me hace sentir mal. Yo no respondo y mamá hace una cosa muy extra?a: se ríe.

Para terminar mi entrenamiento diario salgo a correr y al llegar al jardín delantero veo que Tiffany está calentando cerca de la casa de mis padres, esperando que yo salga a correr. Pienso que si la invitase a cenar podría terminar con esta locura y volver a correr solo, pero simplemente echo a correr y Tiffany me sigue.

Paso junto al instituto de la avenida Collings y sigo corriendo hacia los vecindarios más cercanos, a Camdem, hacia Oaklyn, luego corro por el bulevar Kendall hacia la escuela Oaklyn, por el bar Manos, luego hacia la avenida Crystal Lake y sigo corriendo hacia Westmont. Cuando llego a un restaurante me vuelvo y sigo corriendo pero sin moverme. Tiffany también corre sin moverse y mira al suelo.

—Eh —le digo—, ?quieres cenar conmigo en este restaurante?

—?Esta noche? —dice sin mirarme.

—Sí.

—?A qué hora?

—Tendremos que venir andando, no se me permite conducir.

—?A qué hora?

—Estaré en la puerta de tu casa a las siete y media.

Después sucede algo de lo más inesperado. Tiffany simplemente echa a correr y se aleja de mí. Yo no puedo creer que por fin haya conseguido estar solo. Me siento tan feliz que cambio la ruta y corro unos cuantos kilómetros más. Cuando se pone el sol, las nubes del este están alineadas con el cable de la electricidad y eso es un buen presagio.

En casa le digo a mi madre que necesito algo de dinero para llevar a Tiffany a cenar. Mi madre trata de ocultar una sonrisa mientras trae su monedero, que estaba en la mesa de la cocina.

—?Adónde vas a llevarla?

—Al restaurante Crystal Lake.

—Entonces seguramente no necesitarás más de cuarenta dólares, ?verdad?

—Supongo.

—Estarán en el aparador cuando bajes.

Me ducho, me pongo desodorante, colonia de mi padre y me visto con los pantalones caquis y una camisa verde oscuro que mi madre me compró en Gap ayer. Por alguna razón, mi madre no para de comprarme ropa, y cada cosa que me compra es de Gap. Cuando bajo, mi madre me dice que me remeta la camisa en el pantalón y que me ponga un cinturón.

—?Por qué? —pregunto, ya que realmente no me importa parecer respetable. Solo quiero librarme de Tiffany de una vez por todas.

Pero entonces mamá me lo pide por favor, y recuerdo que estoy tratando de ser bueno y que se lo debo a mamá, pues me salvó del lugar malo, así que subo a mi cuarto y me pongo el cinturón de piel marrón que me compró la semana pasada.

Mamá entra en mi habitación con una caja de zapatos y dice:

—Ponte unos calcetines de vestir y pruébate estos. —Abro la caja y dentro hay unos mocasines de piel marrón—. Jake dijo que esto es lo que los hombres de tu edad llevan para ir informales.

Cuando me pongo los mocasines, me miro en el espejo y veo lo delgado que estoy, pienso que parezco casi tan pretencioso como mi hermano peque?o.

Con cuarenta pavos en el bolsillo cruzo el parquet y me dirijo a casa de los padres de Tiffany. Ella está fuera esperándome, pero veo que su madre se asoma por la ventana. La se?ora Webster se esconde tras la cortina cuando establecemos contacto visual. Tiffany no me saluda pero empieza a caminar antes de que yo me pare. Lleva una falda rosa por la rodilla y una camiseta negra. Sus sandalias de plataforma la hacen parecer más alta y lleva el cabello suelto; le llega por los hombros. Lleva mucho lápiz de ojos y los labios pintados de rosa, pero he de admitir que está estupenda y se lo digo.

—Uau, estás realmente guapa esta noche.

—Me gustan tus zapatos —dice ella a modo de respuesta, y luego caminamos treinta minutos sin decir ni una palabra.

Nos sentamos en el restaurante y la camarera nos trae un vaso de agua. Tiffany pide té y yo digo que agua está bien para mí. Mientras leo el menú empiezo a preguntarme si tendré suficiente dinero, lo cual es tonto ya que sé que llevo dos billetes de veinte y la mitad de los platos cuestan menos de diez dólares. Pero no sé lo que Tiffany pedirá y puede que quiera un postre, eso sin contar la propina.

Nikki me ense?ó a dar más propina porque decía que las camareras trabajaban mucho por muy poco dinero. Nikki lo sabía, pues había trabajado de camarera durante la universidad (cuando estábamos en La Salle), así que ahora cuando voy a un restaurante siempre doy más propina para compensar las veces que en el pasado Nikki y yo discutíamos por unos cuantos dólares, cuando yo decía que el quince por ciento era más que suficiente y que nadie me daba propinas sin importar si yo hacía mi trabajo bien o no. Sin embargo, ahora creo en las propinas, pues estoy practicando ser bueno en vez de correcto. Y mientras leo el menú estoy pensando: ??Y si no tengo dinero suficiente para dar una propina generosa??.

Estoy tan preocupado por esto que debo de haberme perdido lo que ha pedido Tiffany por que la camarera dice:

—?Se?or?