La lista de los nombres olvidados

—?Ni siquiera sabes de lo que estoy hablando! —dice y me fulmina con la mirada.

 

—De acuerdo, ?supongo que soy imbécil! —digo. Finalmente siento que pierdo los estribos. Hay un límite estrecho entre afligirme por mi hija y molestarme por su comportamiento y siento que en este momento estoy flotando por encima de ese límite—. ?Qué es lo que he hecho mal esta vez?

 

—?Todo! —grita.

 

Se le enrojece el rostro y, por una fracción de segundo, en un flash-back extra?o y fugaz, me veo con ella en brazos, cuando era bebé y tenía retortijones, tratando de calmarla en plena noche para que Rob —él siempre tenía entre manos algún caso importante para el que tenía que descansar— pudiera dormir. ?Por qué le permití que me tratara así? Creo que, durante los tres primeros meses, no dormí más de dos horas seguidas, mientras que él siempre parecía conseguir como mínimo seis horas de sue?o. Muevo la cabeza de un lado a otro y vuelvo a centrarme en mi hija.

 

—?Todo? —pregunto con cautela.

 

—?Todo! —repite enseguida—. ?No querías a papá lo suficiente para que vuestro matrimonio funcionara! ?No lo querías como Mamie y Jacob! ?Y ahora mi vida es un desastre! ?Por culpa tuya!

 

Me siento como si me hubiera pegado un pu?etazo en el estómago y por un momento me quedo sin aire. La miro fijamente.

 

—Pero ?qué dices? —pregunto, cuando por fin recupero la voz—. ?Ahora me vas a echar a mí la culpa del divorcio?

 

—?Claro que sí! —chilla. Se lleva las manos a las caderas y vuelve a golpear el pie contra el suelo—. ?Todo el mundo sabe que la culpa es tuya!

 

Tampoco estoy preparada para lo duras que me resultan sus palabras.

 

—?Cómo?

 

—Si hubieses querido a papá, ?él no estaría viviendo del otro lado del pueblo ni tendría una novia boba que me detesta! —dice Annie.

 

Entonces lo comprendo: esto no tiene que ver con Rob y conmigo, sino con la manera en que la nueva novia de Rob hace sentir a Annie y, aunque mi hija me está causando mucho da?o en este momento, estoy más dolida por ella que por mí misma.

 

—?Por qué dices que su novia te detesta? —pregunto con suavidad.

 

—?Y a ti qué te importa? —farfulla Annie, desinflándose de pronto.

 

Arquea la espalda hacia delante y cruza los brazos sobre el pecho, mientras encorva los hombros. Mira al suelo.

 

—Me importa, porque te quiero —digo al cabo de un momento—, y tu papá te quiere y, sea quien sea esta mujer, si se comporta como si no le cayeras bien, es obvio que está chiflada.

 

—Es igual —murmura Annie—. A papá no le parece que esté chiflada. Según él, Sunshine es perfecta.

 

Respiro hondo. Muy propio de Rob. Es como un ni?o peque?o: se extasía por un tiempo con cosas nuevas y brillantes. Coches, casas, ropa, barcos y, en otro tiempo, yo. Sin embargo, yo sé la verdad —que estos caprichos siempre son pasajeros—, pero Annie es lo único en su vida que —se supone— ha de ser permanente.

 

—Seguro que tu papá no la considera perfecta —le digo—. él te quiere, Annie. Si ella hace algo que te molesta, díselo a tu padre. él lo arreglará.

 

No espero demasiado de Rob en estos momentos, pero como mínimo espero eso.

 

Sin embargo, Annie se queda mirando al suelo.

 

—Es que se lo he dicho —dice en voz baja.

 

Ya no hay ira en su voz y los brazos le caen flácidos e inertes. Agacha la cabeza y no me mira a los ojos.

 

—?Y qué ha dicho él? —pregunto.

 

—Ha dicho que tengo que aprender a respetar más a las personas mayores —dice Annie y suspira— y que tengo que aprender a llevarme mejor con Sunshine.

 

Me hierve la sangre y cierro los pu?os. Annie no es perfecta y no me extra?aría nada que se las haga pasar canutas a la nueva novia de su padre, pero aquello no es excusa para que Rob se ponga del lado de su novia y en contra de su hija, sobre todo cuando es probable que a Annie le provoque confusión que su padre tenga una nueva pareja tan pronto.

 

—?Qué es exactamente lo que hace Sunshine para hacerte pensar que no le caes bien? —pregunto con cautela.

 

Annie se carcajea y eso la hace parecer mayor y más fuerte de lo que es.

 

—Qué es lo que no hace, más bien —dice con desdén y aparta la mirada. Cuando vuelve a hablar, lo hace con tristeza—: Jamás me dirige la palabra. Habla con papá, como si yo fuera invisible, ?no? A veces se ríe de mí. El otro día me dijo que la ropa que llevaba era estúpida.

 

—?Te dijo que tu ropa era estúpida? —repito, incrédula—. ?De verdad dijo que era estúpida?

 

Annie asiente con la cabeza.

 

—Pues sí y el otro día, cuando ella se marchó y traté de hablarlo con papá, me pareció que él lo entendía. Me pareció, o sea, que se había enterado, pero esa noche, cuando volví a casa después de la panadería, fui al cuarto de ba?o, ?a mi cuarto de ba?o!, y allí, encima de la repisa, había un collar de plata que él le había comprado a Sunshine con una nota que él le había escrito, que decía: ?Lamento que Annie te haya hecho sentir mal con lo que te dijo. Me encargaré de eso. No quiero que te haga sufrir?.

 

Me la quedo mirando fijamente.

 

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