La lista de los nombres olvidados

—Porque no quiero que te hagas demasiadas ilusiones —le digo—. Lo más probable es que Jacob Levy ni siquiera esté vivo y, aunque lo estuviese, no hay ninguna garantía de que podamos encontrarlo.

 

Además, tampoco hay ninguna garantía de que haya estado esperando a mi abuela todos estos a?os. No quiero decirle a Annie que, incluso si, milagrosamente, consiguiéramos localizarlo, lo más probable es que esté casado con su cuarta esposa o algo por el estilo. Seguro que ha seguido adelante y ha superado lo de Mamie hace como setenta a?os, como suelen hacer los hombres. Aparte de que no da la impresión de que Mamie tardara mucho en superarlo de él.

 

Alain me mira con detenimiento y aparto la mirada, porque me da la incómoda sensación de que sabe exactamente lo que estoy pensando.

 

—?Te puedo ayudar en algo, Hope? —pregunta al cabo de una pausa—. De ni?o solía trabajar en la panadería de mis padres.

 

Sonrío.

 

—Annie te puede ense?ar a preparar la masa para las magdalenas de arándanos —le digo—, pero no te sientas obligado a ayudar. Me las puedo arreglar perfectamente yo sola.

 

—Nunca he dicho que no pudieras —dice Alain.

 

Enarco una ceja, pero ya se ha dado la vuelta para que Annie le ayude a ponerse un delantal.

 

—Entonces, o sea, si Mamie estaba tan enamorada de Jacob, ?cómo es que se casó con mi bisabuelo? —pregunta Annie a Alain, cuando él se da la vuelta y agarra una bolsa de azúcar y la caja de arándanos regordetes que Annie ha retirado de la nevera—. No es posible que lo amara a él también, ?no? —a?ade Annie—. Al menos no si Jacob era el único amor de su vida.

 

Pongo los ojos en blanco, pero, en realidad, a mí también me gustaría seguir creyendo que en la vida hay un único amor verdadero. Da la impresión de que Alain reflexiona sobre la pregunta mientras coge un bol grande y una cuchara de madera y se pone a mezclar el azúcar con la harina. Lo observo cuando incorpora la sal y la levadura en polvo. Annie le entrega cuatro huevos y se dispone a romperlos y a?adirlos.

 

—Hay muchos tipos diferentes de amor en este mundo, Annie —dice por fin. Me mira a mí y después otra vez a mi hija—. No me cabe duda de que tu bisabuela también amaba a tu bisabuelo.

 

Annie se lo queda mirando fijamente.

 

—?Qué quieres decir? Si Mamie estaba enamorada de Jacob, ?cómo es posible que, o sea, también amara a mi bisabuelo?

 

Alain se encoge de hombros y echa en el bol un poco de leche y de nata agria. Lo bate enérgicamente con la cuchara de madera y después Annie lo ayuda a incorporar los arándanos.

 

—Algunas clases de amor son más fuertes que otras —responde Alain finalmente—, pero todas son reales. Hay amores que tratamos de aprovechar, aunque nunca acaban de quedar bien.

 

Me mira y yo aparto la mirada.

 

—También existe el amor entre buenas personas que se admiran mutuamente y, con el tiempo, llegan a quererse —continúa.

 

—?Te parece que eso era lo que sentían Mamie y mi bisabuelo? —pregunta Annie.

 

Alain empieza a rellenar con cuidado los moldes de las magdalenas.

 

—Puede ser —dice—. No lo sé, Annie. Y también está el amor que todos tenemos la oportunidad de sentir, pero que pocos tenemos la inteligencia de ver o la valentía de aceptar: el tipo de amor que te cambia la vida.

 

—?Es así como se querían Jacob y Mamie? —pregunta Annie.

 

—Creo que sí —dice Alain.

 

—Pero ?qué quieres decir con que hay que ser inteligentes para verlo? —pregunta Annie.

 

Alain me vuelve a mirar y yo finjo que estoy ocupada llenando una bandeja de peque?os Star Pies. Me tiemblan un poco los dedos cuando doy la forma estrellada a la retícula de masa.

 

—Quiero decir que el amor nos rodea por todas partes —dice Alain—, pero que, a medida que nos hacemos mayores, nos resulta menos claro. Cuantas más veces nos han hecho da?o, más nos cuesta ver el amor que tenemos delante o aceptar el amor en nuestro corazón y creer en él de verdad. Y, si no puedes aceptar el amor o no te decides a creer en él, nunca puedes llegar a sentirlo de verdad.

 

Annie parece confundida.

 

—?Quieres decir que Mamie y Jacob se enamoraron porque eran jóvenes?

 

—No, creo que tu bisabuela y Jacob se enamoraron porque estaban hechos el uno para el otro —responde Alain— y porque no salieron corriendo. No le tuvieron miedo. No dejaron que sus propios temores se interpusieran. Muchas personas de este mundo nunca se enamoran así, porque ya tienen el corazón cerrado y ni siquiera lo saben.

 

Introduzco una bandeja de Star Pies en el horno más peque?o, a la izquierda, y hago un gesto de dolor porque, sin querer, me golpeo la mano con la puerta del horno. Suelto una palabrota entre dientes y pongo en marcha el temporizador.

 

—Mamá —pregunta Annie—, ?tú querías así a papá?

 

—Claro que sí —respondo rápidamente, sin mirarla.

 

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