La lista de los nombres olvidados

Muevo la cabeza, demasiado triste para hablar. No puedo imaginar la sensación de horror que habrá experimentado mi bisabuela cuando arrancaron a Danielle y a David de su lado. ?Habrá podido quedarse con la mayor, Hélène, cuando separaron a los hombres de las mujeres? ?Habrá vivido lo suficiente para padecer la angustia de saber que todos sus hijos habían desaparecido? ?Habrá lamentado mi bisabuela no haber hecho caso de las advertencias de su hija? ?Cómo se sentirá un padre o una madre al darse cuenta demasiado tarde de que ha cometido un error y que sus hijos morirán por eso?

 

Me quedo mirando por la ventanilla un buen rato y después me vuelvo hacia Alain.

 

—Tal vez mi abuela no se pudo ocupar del bebé. Tal vez nació y ella lo dio en adopción.

 

En realidad no lo creo, pero me siento mejor al decirlo.

 

—Me parece imposible —dice Alain y frunce el ce?o—. Si el bebé era parte de ella y Jacob, me resulta inconcebible que hubiese estado dispuesta a separarse de su hijo. —Me mira de soslayo y me pregunta—: ?Estás absolutamente segura de que no hay ninguna posibilidad de que el bebé fuese tu madre?

 

Muevo la cabeza de un lado a otro.

 

—Cuando mi madre murió, hace un par de a?os, tuve que poner en orden sus papeles —digo—. Recuerdo que encontré su partida de nacimiento y ponía que había nacido en 1944. Además, se parecía muchísimo a mi abuelo.

 

Alain suspira.

 

—Entonces, el bebé debió de morir.

 

Aparto la mirada. No me puedo imaginar nada más triste.

 

—Pero pensar que volviera a quedar embarazada tan pronto… —a?ado y no acabo la frase.

 

Aquella pieza del rompecabezas no acaba de encajar.

 

—No es tan extra?o como parece —dice Alain con suavidad. Vuelve a suspirar y se pone a mirar por la ventanilla—. Después de la guerra, muchos supervivientes de la Shoah se casaron y trataron de tener hijos enseguida, incluso los que estaban desnutridos y no tenían dinero.

 

Miro a Alain, sorprendida:

 

—?Y por qué lo hacían?

 

—Para crear vida, cuando alrededor todo era muerte —se limita a decir—. Para volver a formar parte de una familia, después de haber perdido a todos sus seres queridos. Cuando Rose conoció a tu abuelo, debió de pensar que todos nosotros, Jacob incluido, estábamos muertos y, si también había perdido al bebé, debió de sentirse muy pero que muy sola. Es posible que simplemente quisiera formar una familia para poder volver a ocupar un lugar en el mundo.

 

Tardamos siglos en recuperar las maletas, pasar por la aduana y retirar mi coche del aparcamiento, pero finalmente nos dirigimos hacia el cabo Cod. Salimos de Boston justo antes de que empiece la hora punta y, mientras vamos a toda velocidad hacia el sur por la Ruta 3, me arriesgo a ir zigzagueando entre el tráfico a treinta kilómetros por encima de la velocidad máxima permitida.

 

Llamo a Annie por el camino y esta vez sí que responde. Su voz suena apagada, pero me dice que está en el hospital y que no ha habido variaciones en el estado de Mamie.

 

—?Está tu padre contigo? —pregunto.

 

—No —dice, sin entrar en detalles.

 

Siento que me sube la presión.

 

—?Dónde está?

 

—No lo sé —dice—. Tal vez en la oficina.

 

—?Le has pedido que fuera contigo al hospital?

 

Annie vacila.

 

—Estuvo aquí antes, pero se ha tenido que marchar para acabar un trabajo.

 

Me duele literalmente el corazón oírla decir esto. Lo que más quiero es proteger a mi hija y me da la impresión de que la última persona del mundo de la que cabría esperar que le hiciera da?o es su padre.

 

—Perdona, cielo —digo—. Estoy segura de que tu padre debe de estar muy ocupado, aunque tendría que haberse quedado contigo.

 

—No pasa nada —murmura Annie—. Estoy con Gavin.

 

Me da un vuelco el corazón.

 

—?Otra vez?

 

—Sí. Llamó para saber si yo estaba bien y le dije que mi padre se había marchado. No le pedí que viniese, pero ha venido igual.

 

—Ajá —digo.

 

—?Quieres hablar con él?

 

Estoy a punto de decirle que sí, pero me doy cuenta de que llegaremos dentro de una hora.

 

—Salúdalo de mi parte y dale las gracias. No tardaremos en llegar.

 

Annie guarda silencio por un minuto.

 

—?Quiénes? ?Ahora tú también tienes novio o algo así?

 

Echo a reír a mi pesar.

 

—No —digo y echo una ojeada a Alain, que contempla Pembroke por la ventanilla—, pero tengo una sorpresa para ti.

 

Al cabo de una hora llegamos a Hyannis y atravesamos corriendo las puertas corredizas del Hospital de cabo Cod. La enfermera del mostrador de recepción nos envía al tercer piso, donde veo a Annie sentada en la sala de espera, con la cabeza gacha. A su lado, Gavin hojea una revista. Los dos alzan la vista al mismo tiempo.

 

—?Mamá! —exclama Annie, olvidando por un momento, parece, que últimamente se ha vuelto demasiado impasible para saludarme con entusiasmo.

 

Se pone de pie de un salto y me abraza. Gavin me saluda con la mano y me hace una mueca. Por encima de la cabeza de Annie, le digo ?gracias? moviendo los labios.

 

Finalmente, Annie se aparta y repara por primera vez en Alain, que se ha quedado de pie a mi lado, paralizado, mirándola fijamente.

 

—Hola —dice Annie, tendiéndole la mano—, soy Annie. ?Quién es usted?

 

Alain le estrecha la mano lentamente y después abre y cierra la boca sin decir nada. Le apoyo una mano en la espalda, sonrío a mi hija y le digo con suavidad: —Annie, este se?or es hermano de Mamie. Es tu tío bisabuelo.

 

Annie me mira boquiabierta.

 

—?Hermano de Mamie? —Vuelve a mirar a Alain—. ?De verdad es usted hermano de Mamie?

 

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